Al tratar de explicar las decisiones asumidas por el pueblo en el proceso electoral cada quien defiende su interpretación como la más acertada, la más objetiva.
Unos le echan la culpa a la ausencia de programas interesantes y de ideas renovadoras, a los errores de la administración que está por terminar, al anonimato de los candidatos, a la mucha o poca mermelada, a la entrega o no de limosnas electorales por parte de los grupos interesados.
Para los ganadores, el proceso fue legal, legítimo, una “fiesta” de la democracia; para otros fue fraudulento, una farsa. Comparto las afirmaciones de quienes ven la democracia real muy distante del remedo que se aplica en Colombia.
Aquí no hay libertad de opinión autónoma porque se carece de bases científicas para opinar, se desconoce la ética o rectitud al obrar, la opinión la imponen los dueños del poder a través de los medios, para los cuales predominan los sentimientos humanos sobre la razón, los verdaderos opositores carecen de medios para expresarse.
El estómago y el corazón priman sobre el cerebro, hay quienes reciben el regalo de uno y votan por su contradictor. La manipulación y la alienación son las herramientas más eficaces para obtener el poder.
De este atraso popular la deficiente educación es la más responsable. Se habla de respeto a las diferencias ideológicas cuando la mayoría de las personas sólo conoce una forma de ver la realidad, la idealista.
Si los educadores ignoran las bases del materialismo, cómo le van a explicar a sus alumnos esa otra manera de leer la realidad; si el educador no sabe explicar cómo funciona la extracción de plusvalía y las diferencias entre salario, precio y ganancia, cómo van a comprender sus educandos por qué es perjudicial el capitalismo y su variante neoliberal y por qué son dañinos los actuales tratados de libre comercio; cómo puede un niño aceptar, sin asustarse, atosigado de salmos, de biblias, de engañifas religiosas, que también existen humanos ateos que no creen en religiones, con quienes debe convivir amigable y pacíficamente, respetando sus ideas.
Un pueblo que no conoce su propia historia, su procedencia, así como los hechos del pasado reciente y remoto, que desconoce la historia de la lucha de clases o que hasta ignora el concepto de clase social, cómo puede ubicarse acertadamente en una contienda electoral?
Mucho menos podrá obrar con ética recta quien no sabe siquiera qué es la Ética.
Existen misioneros, tan cerrados y excluyentes como el Procurador Ordóñez, Fernando Londoño, José Obdulio Gaviria o Uribe Vélez, e intelectuales abiertos e incluyentes como Iván Cepeda, Jaime Caicedo, Carlos Lozano o Piedad Córdoba.
Entre estos extremos se mueven diversidad de opiniones. Así es como entiendo el pluralismo ideológico.
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