«¿Queréis que todos estén contentos de recibiros, de encontrarse con vosotros? En vez de llevar vuestro malhumor, vuestras preocupaciones, vuestras tristezas a los demás, pensad cómo podéis llevarles alegría. Instintivamente, nos apartamos de aquellos que envenenan la atmósfera con sus quejas y sus recriminaciones. Pero lo que todavía es peor para ellos, es que así envenenan también su propia existencia.
La tristeza es un humo negro que, tras haber invadido el alma, acaba extendiendo su sombra por todo el rostro. A la larga, incluso el funcionamiento del organismo queda perturbado y la inteligencia oscurecida. Diréis que el buen humor, que la alegría, es a menudo una cuestión de temperamento y que es difícil cambiar el temperamento. Es verdad, pero con el pensamiento, con el amor y la voluntad podemos conseguirlo… Para llevar felicidad a los demás debemos sobre todo llenar su corazón de amor. Llamad pues al amor con todas vuestras fuerzas y no sólo seréis felices, sino que la alegría que deis volverá a vosotros amplificada.»
—
www.prosveta.com