«Aunque se requieran largos estudios y grandes esfuerzos, no es muy difícil trabajar en ámbitos en los que podemos ver, oír, tocar, saborear, sentir con los órganos de los sentidos físicos. Ver, oír, saborear, tocar, sentir en el plano espiritual es mucho más difícil. Y es precisamente porque los humanos experimentan su mundo interior como un espacio en el que no tienen referencias, un vacío en el que temen aventurarse, se aferran a los objetos y a las realizaciones del mundo físico. Pero tener miedo no conduce a nada. Hay que estudiar, hay que conocer las leyes, hay que ejercitarse y después lanzarse al vacío, simbólicamente hablando, con la certeza de que no podemos perdernos ni caernos.
En la vida espiritual el vacío no existe; es nuestro mundo interior, aún no explorado lo que es un vacío. Pero a medida que empezamos a explorar este vacío, descubrimos la plenitud. Sí, y el único vacío que amenaza realmente al ser humano, es aquél en el que caerá fatalmente mientras crea que el mundo físico puede responder a todas sus necesidades, a todas sus aspiraciones.»
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Pues en realidad el vacío no existe por propia definición. Al menos en términos absolutos, y esto es válido para el ámbito físico como para el » espiritual «.