«Muchos dicen que no pueden pronunciarse con certeza sobre el valor de los seres y de las cosas. Sin embargo, hay criterios para hacerlo. ¿Cuáles? Alguien os presenta un pan diciéndoos: «Es excelente, te dará fuerzas.» Lo tomáis, lo coméis y tenéis cólicos: es evidente de que el pan es malo, de que ha sido fabricado con un producto de mala calidad y no debéis pues seguir comiéndolo. Otro os da otro pan y después de haberlo probado, os sentís vigorizados. Ésta es la prueba de que su pan es bueno, el que lo ha hecho ha utilizado los mejores granos.
Lo mismo sucede en todos los ámbitos. Alguien os expone una filosofía diciéndoos que es la mejor, que debéis adoptarla… Pues bien, haced una pequeña comprobación. Si empezáis a ver las cosas más claras, si sentís más amor, más entusiasmo, más inspiración en vuestro corazón, si vuestra voluntad se vuelve más fuerte para trabajar y resolver los problemas, aceptad esta filosofía. Aunque sea un vagabundo o un proscrito el que os la presenta, su filosofía es excelente y ahí tenéis la prueba.»
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