«Cando incluso han llegado a la edad adulta, la mayoría de los humanos son niños todavía: para retener su atención, hay que presentarles siempre novedades. Y eso también lo observamos en los espiritualistas. Aunque la enseñanza que reciben les aporte una profusión tal de verdades que ni siquiera tienen tiempo de asimilarlas, siempre esperan algo nuevo. ¿Pero qué hacen con todo lo que ya han recibido?…
Hay verdades esenciales que deberíais rememorar diez, veinte, treinta veces al día. Hasta que no os impongáis esta disciplina, no progresaréis. Si os dejáis a veces llevar a cometer acciones que no son demasiado justas o nobles –que después lamentáis – es porque habéis olvidado las verdades y las leyes que os habrían permitido triunfar sobre vuestras debilidades. Aceptáis que debéis respirar, comer, beber y dormir cada día… Procurad aceptar también que debéis volver sin cesar sobre las mismas verdades. La novedad está ahí: en lo que descubrimos al profundizarlas cada día dentro de nosotros.»
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