«La meditación es un ejercicio difícil, porque exige un gran dominio del pensamiento. Y el pensamiento es rebelde, tiene tendencia a escaparse, a vagabundear y si tratáis de pararlo bruscamente, bloquearéis vuestro cerebro. Es preciso poner en marcha el cerebro muy dulcemente, ese aparato tan sensible, exactamente igual como dejáis que se caliente unos instantes el motor de vuestro coche antes de arrancarlo.
Así pues, cuando queráis meditar, no tratéis de dominar inmediatamente vuestro pensamiento porque se resistirá, se encabritará y no obtendréis nada de él. Empezad por poneros en un estado de paz, de armonía y después, lentamente, suavemente, llevadlo hacia la dirección que queréis que tome: algún tiempo después, estará a vuestra disposición y os obedecerá. Debéis ser muy hábiles, muy diplomáticos con el pensamiento. Cuando hayáis aprendido a dominarlo, estaréis asombrados de su docilidad: sin que ni siquiera debáis intervenir, toda la jornada continuará en la dirección que le habréis dado.»
—
www.prosveta.com