Tal como lo han puesto en evidencia los tres episodios aquí examinados, el patrón de conducta de la Iglesia católica hacia Galileo y la ciencia moderna no ha variado en lo esencial desde 1616, año de condenación y prohibición de la teoría heliocéntrica, o copernicana, por parte de esta institución. De allí la superficialidad de interpretaciones como la del escritor Arthur Koestler (y sus seguidores contemporáneos), para quienes el conflicto entre Galileo y la Iglesia no habría sido otra cosa que la consecuencia desafortunada de “un choque de temperamentos individuales, agravados por desdichadas circunstancias” (25), y por tanto algo completamente aleatorio y evitable. Pero según lo hemos mostrado, a pesar de que a lo largo del tiempo los actores principales de aquel drama, así como las personalidades involucradas en él, fueron cambiando, conjuntamente con las circunstancias históricas dentro de las cuales se manifestó el conflicto, la Iglesia se
ha mantenido empecinadamente en la misma actitud fundamentalista y antigalileana hasta el día de hoy.
Pero, paradojalmente, la conclusión más importante que puede extraerse del examen de los tres episodios aquí examinados es que en cada uno de ellos la doble y contradictoria actitud de la Iglesia –que por un lado afirma tener una actitud positiva hacia Galileo, mientras que por el otro su conducta muestra lo contrario─ ha confirmado precisamente aquello que ella ha venido negando por siglos, esto es, que haya existido en Occidente, a partir del siglo XVII, un efectivo conflicto entre la religión y la ciencia. O para decirlo de modo más preciso, entre la Iglesia Católica y la ciencia moderna. Puesto que si este conflicto no hubiera existido, constituiría un misterio absolutamente inexplicable que, más de tres siglos y medio después de la condena de Galileo, dicha institución continúe luchando contra su fantasma, ya sea que estos tardíos combates adopten la forma de la publicación de un libro conmemorativo, la de una supuesta rehabilización del científico toscano, o del levantamiento frustrado de una estatua suya en los impecables jardines vaticanos.
Todo lo que aquí hubo no fue otra cosa que una campaña publicitaria, astutamente orquestada desde El Vaticano, cuyo propósito manifiesto era hacer aparecer a la Iglesia Católica como habiendo resuelto, por fin, su unfinished business con Galileo y la ciencia moderna, cuando, en realidad, esta institución, en su conservatismo, sigue siendo incapaz de hacer una autocrítica profunda y efectiva de sus errores y excesos autoritarios del pasado, tal que le permita redefinir hoy su posición ante la ciencia y la libre investigación de la verdad.
https://laicismo.org/2015/la-iglesia-catolica-contra-el-fantasma-de-galileo-tres-episodios-de-nuestro-tiempo/138681