Es de madrugada y bajo la cubierta de la noche un grupo de fuerzas especiales de la policía antinarcóticos de Colombia se esconde entre la vegetación.
Rodean un laboratorio de procesamiento de cocaína oculto en una zona montañosa y boscosa en el departamento de Norte de Santander, junto a la frontera con Venezuela.
Hace horas que esperan en silencio, bajo una constante llovizna.
Y alrededor de las 5 de la mañana, cuando comienzan a llegar los trabajadores del laboratorio, arremeten contra el lugar.
Bajo sus toldos verdes y negros, camuflados en el denso follaje, encuentran tambores con químicos, microondas y generadores eléctricos.
También un «marciano» (una suerte de alambique que permite reciclar productos químicos y ahorrar dinero en insumos), una prensa y otros elementos utilizados en la producción de cocaína.
Además capturan a un hombre.
Luego de recoger evidencia, entre la que se cuentan plásticos calados con dibujos y palabras, utilizados para marcar los ladrillos de cocaína, siembran el lugar con explosivos plásticos C4 y lo hacen estallar.
Es una escena que se repite a menudo en la lucha contra el narcotráfico. Pero en este caso hay un ingrediente particular.
La información de inteligencia necesaria para llevar a cabo esta misión fue recabada con ayuda de agentes de la National Crime Agency (Agencia Nacional contra el Crimen).
Es la agencia británica que se dedica a perseguir el crimen organizado y de gran escala en Reino Unido y en el mundo.
Y en el laboratorio destruido está uno de ellos, cuya identidad no se puede revelar.
Se lo distingue fácilmente de sus colegas colombianos por su altura, rasgos y facciones.
«Muy contento, muy contento después de hoy. Obviamente es algo en lo que estuvimos trabajando durante bastante tiempo», le dice a BBC Mundo en inglés, aunque su español es muy bueno.
«Es un pequeño laboratorio y esto pasa todo el tiempo», reconoce el agente.
«Pero cuanto más podamos hacer mejor: esto quiere decir que se reduce el flujo de cocaína que viaja a Reino Unido», explica.
Un pequeño grupo de expertos
La NCA apunta especialmente a atacar redes que trafican cocaína a Reino Unido y Europa Occidental.
Pero su presencia en Colombia no sólo responde a razones egoístas, aseguran.
«En Reino Unido tenemos una gran comunidad de consumidores de drogas y eso le causa un gran daño a la sociedad, tanto en términos de salud como por el hecho de que alimenta otras formas de crimen organizado«, le dice a BBC Mundo Stephen Reynolds, vicedirector de la agencia y su jefe de operaciones internacionales.
«Y si podemos a través de la cooperación con las agencias de seguridad colombianas ayudar a lidiar con ese problema aquí, es algo que sentimos que debemos hacer», explica.
Reynolds conoce muy bien Colombia, pues pasó 12 años trabajando en el país.
Dice que la NCA no tiene cientos de personas en aquí, sino un pequeño grupo de expertos y recursos suficientes para trabajar junto a sus colegas colombianos contra redes específicas dedicadas al narcotráfico.
Y aunque hace más de dos décadas que hay agentes británicos en el país, esta es la primera vez que la agencia habla de forma tan explícita acerca de su presencia en Colombia.
Muy reservados
«Si hablamos muy abiertamente del trabajo hay una posibilidad que ayude a los grupos de traficantes a evitar las consecuencias de sus acciones y las acciones de la policía», explica Reynolds.
«Pero ahora hemos tomado la decisión de informar al público del mundo, de Reino Unido, de los daños que causa el narcotráfico, el daño que causa en Colombia, el daño que causa en Reino Unido».
Aun así, los agentes británicos siguen prefiriendo mantener un bajo perfil.
Se enorgullecen de nunca haber protagonizado algún escándalo público, a diferencia de lo que ha ocurrido con hombres de la DEA (la Administración para el Control de Drogas estadounidense, que también tiene presencia en Colombia).
Algunos agentes de la DEA, por ejemplo, han sido señalados en el pasado de organizar fiestas con prostitutas.
Y por eso no sorprende que a los hombres de la NCA no les cause ninguna gracia que los confundan con los agentes estadounidenses, algo que ocurre en forma más frecuente de lo que les gustaría.
Los británicos son también más discretos que sus colegas norteamericanos a la hora de exhibir sus logros.
Mientras estos últimos se jactan de su rol en la muerte de Pablo Escobar –algo que se exhibe, por caso, en la serie televisiva Narcos– poco se sabe del rol clave que tuvieron los británicos en la captura en 2007 de «Don Diego» y el posterior desmantelamiento del cartel del Norte del Valle, del que era líder.
«El cartel del Norte del Valle tenía muy infiltradas a las fuerzas de seguridad y los británicos fueron los que lograron desmontarlo», le contó a BBC Mundo –bajo condición de anonimato– alguien muy familiarizado con la lucha contra el narco en el país sudamericano.
Y es que ni en Colombia, ni en ningún otro país, los agentes de la NCA trabajan con cualquiera: en general lo hacen con grupos muy pequeños y especializados.
Eligen muy bien las personas dentro de las fuerzas de seguridad con quienes colaboran día a día, especialmente para evitar vincularse con oficiales corruptos.
Y el ser tan selectivos implica que terminan estableciendo relaciones duraderas y muy cercanas con sus contrapartes locales, en las que la camaradería es evidente.
Desde 1989
Además de las tareas de inteligencia, las principales contribuciones británicas a la lucha antinarcóticos se centran en el apoyo técnico y la capacitación.
De hecho, los comandos especiales Jungla de la policía antinarcóticos colombiana a los que pertenecen los hombres que capturaron el laboratorio fueron en sus inicios entrenados por fuerzas especiales británicas.
Eso fue en 1989, el mismo año en el que empezaron a operar agentes británicos antinarcóticos en Colombia (en ese entonces afiliados a organismos diferentes a la NCA, que comenzó a funcionar en 2013).
Y en los círculos de inteligencia también se afirma que los británicos participaron de la implementación –y ahora del mantenimiento– del sistema de escuchas telefónicas Esperanza, utilizado por la Fiscalía colombiana.
Pero la NCA no quiso confirmárselo a BBC Mundo, ni comentar al respecto.
Por lo demás, como los recursos económicos que Reino Unido desembolsa en Colombia son mucho más limitados que los de la otra gran potencia que opera en el país –EE.UU, que en los últimos 15 años ha destinado unos US$10.000 millones a las áreas de defensa y seguridad colombianas– los británicos son mucho más estratégicos a la hora de elegir objetivos y preparar las operaciones.
Y no participan directamente en contrainsurgencia, lo que sí hacen los estadounidenses.
Pero en las más altas esferas del gobierno colombiano reconocen que la contribución británica en la lucha contra el crimen organizado es invalorable, al punto de afirmar que sin su asistencia no podrían conseguir los mismos resultados.
Mientras que la NCA considera a Colombia uno de los países de América Latina donde mantienen una de las mejores relaciones de trabajo con las autoridades de antinarcóticos locales.
«En toneladas, más aún»
El trabajo, sin embargo, está lejos de haberse completado: la NCA calcula que a Reino Unido ingresan en total entre 25 y 30 toneladas de cocaína al año, la mayoría proveniente de Colombia.
Se estima que un kilo de cocaína casi pura tiene un valor de unos US$1.500 antes de dejar el laboratorio donde se produce, pero una vez que alcanza Estados Unidos o Europa su precio ya es de US$40.000 o US$50.000; eso antes de que sea cortada con otras sustancias.
«Cuando se habla de que se puede ganar el salario de una persona normal en Reino Unido en 24 horas, entonces sí», contesta un británico preso en Colombia por narcotráfico cuando se le pregunta si valen la pena los riesgos de traficar cocaína.
«Y si lo haces en toneladas, más aún», agrega.
Las toneladas de cocaína que salen de Colombia hacia EE.UU. y Europa lo hacen a través de diferentes rutas: vía Venezuela (lo que explica la ubicación del laboratorio destruido por la policía), por la costa del Caribe y la del Pacífico; por agua, por aire, por tierra.
Aunque habían caído en los últimos 15 años, entre 2013 y 2014 los cultivos de coca crecieron un 44%, llegando a ocupar 69.000 hectáreas, de acuerdo con la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés).
Esto representa un potencial de producción de cocaína de 442 toneladas, según ese organismo. Aproximadamente la mitad se llega a comercializar.
«Uno puede estar hablando casi del 50%: 50% se incauta, 50% alcanza a salir a los mercados internacionales», indica el general Ricardo Restrepo, director de antinarcóticos de la Policía de Colombia.
Una guerra sin fin
En la llamada guerra contra las drogas, la fuerza que comanda Restrepo ha perdido 195 hombres desde 2002 y 650 han resultado heridos.
Es un negocio difícil de combatir, porque mueve muchísimo dinero, miles de millones de dólares.
A pesar de todos los recursos que los estados invierten en combatir el narcotráfico, parecen incapaces de triunfar.
De hecho, el propio presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, le dijo a BBC Mundo: «Esa guerra contra las drogas que se decretó en Naciones Unidas hace 40 años no se ha ganado».
«Si uno lleva 40 años en una guerra y no se gana, tiene que sentarse a pensar que otras cosas más efectivas podemos hacer», agregó.
Pero aunque no entra en el debate sobre qué otras alternativas existen, Stephen Reynolds, de la NCA, cree que esa es una guerra que vale la pena seguir peleando, por más desequilibrada que sea.
«Es importante que los narcotraficantes no crean que son invulnerables», dice.
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/12/151122_colombia_nca_britanicos_antinarcoticos_nc