Para entender
No existe en el mundo una relación tan importante como la que tienen estos dos países, plena de tensiones. Como corresponde a una superpotencia que hasta hace poco fue hegemónica, y otra que amenaza disputarle esa posición en un futuro no demasiado lejano.
Lo más evidente hoy es la lucha por el control del océano Pacífico – el nuevo escenario – donde Washington articula la Alianza Trasnpacífico para contener a su rival, y testea su poderío bélico en las aguas circundantes a la costa china.
La competencia se extiende globalmente en el plano comercial. La lucha contra los hackers chinos que vuelven locos a las empresas y a las oficinas gubernamentales de Estados Unidos (tema importante durante la reciente visita del Presidente Xi Pinging a Washington). Sin olvidar la enorme presencia china en Africa y América latina, antes coto de caza exclusivo de Washington. En definitiva, la lucha por ser la potencia hegemónica en todos los campos.
En los 70 años que han pasado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos se ha comportado como – y de hecho en gran medida lo ha sido – el amo del mundo. Su poderío militar daba seguridad al mundo, su poderío económico movía los mercados del mundo occidental y la fuerza de su cultura y su nivel de vida eran el modelo que más de la mitad del planeta buscaba imitar. Pero eso ya no está tan claro.
Mientras duró la guerra fría, sin embargo, ese poderío tuvo en la Unión Soviética un contrincante que lo desafiaba, lo amenazaba y lo controlaba. Pero cuando en 1989 la caída del Muro de Berlín simbolizó la desintegración del mundo comunista, parecía que por fin Estados Unidos quedaba de nuevo al frente con todas sus banderas en alto: democracia, mercado libre y libertad de expresión. Pero esta vez, sin ninguna otra potencia que le disputara el liderazgo mundial. Desde que terminó la guerra fría, el abrumador poder militar de Estados Unidos fue central en la política global.
Estados Unidos sigue teniendo un poderío militar increíble: tiene bases navales y aéreas desparramadas por todo el mundo para tranquilizar aliados e intimidar rivales. En la OTAN que garantiza la integridad territorial de sus miembros, el país de América carga con 75% del gasto militar.
Estados Unidos no sólo gasta cuatro veces más en defensa que el segundo país, China, sino que también gasta más que los siguientes ocho países todos juntos. La marina estadounidense controla los mares y el ejército tiene tropas en todos los continentes habitados. Las fuerzas armadas norteamericanas se convirtieron en dominantes desde el principio mismo del siglo de Estados Unidos. La decadencia, en todo caso, será muy lenta.
Pero hay indicios de cambio.
China le cuestiona a Estados Unidos su derecho a navegar las aguas del «Mar de la China» como si fuera suyo. En verdad, en el sudeste asiático la marina estadounidense está acostumbrada a tratar el Pacífico como «lago americano», garantizando la libertad de navegación y ofreciendo tranquilidad a sus aliados.
Rusia (que necesita recuperar su autoestima) desoye la advertencia de Washington de no escalar la operación en Siria. La intervención rusa en la guerra civil de ese país puso de manifiesto que Estados Unidos ya no controla el Medio Oriente. Y como hasta ahora Washington se ha mostrado reacio a intervenir desplegando otra vez tropas de tierra, Moscú encontró un hueco donde tener y ejercer poder y por allí se metió. En Europa, el año pasado se produjo la primera anexión forzosa de territorio desde el fin de la segunda guerra (Crimea y la ciudad de Sebastopol), lo que mantiene vivo el conflicto entre Rusia y Ucrania. Los países bálticos se pusieron nerviosos y la OTAN está alerta y reforzó su presencia militar en la región. La Unión Europea – y EE.UU. – impusieron sanciones económicas a Moscú.
Y en Asia, la construcción de islas artificiales chinas (acumulación de arena transportada desde el continente) en el Mar Meridional de China transformó el reclamo teórico de Beijing sobre sus aguas territoriales a millas de su costa en algo concreto. Estados Unidos, si bien no puede meterse en disputas entre vecinos, asegura que protegerá la navegación en el Pacífico.
O sea, no es cierto que vivimos un mundo sin fronteras, Las fronteras existen y los países están dispuestos a pelear por defenderlas. Según Sir Robert Cooper, un ex diplomático británico, «el orden mundial depende del orden territorial. Si no se sabe quién es el dueño del territorio, no se sabe nada sobre el orden internacional.»
La paulatina militarización de China
La nueva China es un país poderoso, con una economía fuerte y unas fuerzas armadas muy bien equipadas Su presupuesto de defensa ha tenido un aumento de dos dígitos durante los últimos 25 años Tiene aviones de guerra, helicópteros de ataque y misiles intercontinentales. Y mientras Beijing, a pocos días de la visita del presidente Xi a Estados Unidos, montaba un desfile de 12.000 tropas en la plaza de Tiananmen para celebrar el 70º aniversario de la rendición de Japón frente a los aliados en la Segunda Guerra Mundial – al que invitó a todos los mandatarios del mundo – Obama, aprovechando que su país estaba en el medio de una campaña presidencial en la que los candidatos critican abiertamente a China, se excusó de asistir y fue representado por su embajador en China.
Todos los que se preguntan en qué dirección va el liderazgo chino encontraron una respuesta durante la reciente visita de Xi a Estados Unidos. En una cena de gala que le ofrecieron en Seattle, el presidente ensayó varios argumentos. China está comprometida con un ascenso en paz. Aprendió la lección de la Segunda Guerra Mundial y reconoce que la hegemonía militar no es una opción. Está, además, comprometida con el orden multilateral y con la Carta de las Naciones Unidas. Incluso se dio el lujo de hacer un chiste: «No hay trampa de Tucídides» dijo, refiriéndose a la idea de que el crecimiento en el poderío de China provocará miedo en Estados Unidos y conducirá a la guerra, Insistió en la idea de crear un nuevo tipo de «grandes relaciones de poder» que eviten la competencia militar en busca de métodos más creativos de cooperación que permitan que todos ganen.
¿Pero qué tipo de líder es Xi Jinping? En los primeros días de su mandato muchos lo consideraban débil, buscador de consenso, un conservador de la vieja guardia y también el «Gorbachev de China». Nadie creía que se podían esperar grandes cambios durante su primer período porque primero tenía que consolidar su poder.
Pero ya en los primeros tiempos sorprendió al mundo: ahora lo describen como el líder más fuerte que ha tenido China en muchos años: implementó cambios profundos y desmanteló la tradición de gobierno colectivo. Políticamente lo ven como conservador y económicamente como liberal.
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