Ayudar alivia y recompensa. A pesar de que más de uno diga aquello de que en ocasiones, tender la mano desde el corazón trae más de dos desilusiones, sólo las personas nobles y auténticas entienden que no podrían hacer las cosas de otra forma.
Ayudar a otros a levantarse no es fácil. En ocasiones, requiere en primer lugar que la persona tome conciencia de que necesita ser ayudada, y que agarrarse a una mano amiga no es sinónimo de debilidad. Sino de fortaleza. En segundo lugar, implica invertir esfuerzos, tiempo y emociones. No obstante, ésas, son cargas que no pesan demasiado.
La propia vida debería ser siempre un encuentro natural para el amor y el respeto, ahí donde la empatía universal fuera esa fuerza implícita en nuestro corazón, que nos permitiese tener la bondad como máxima expresión.
Sabemos que no es fácil, y que en ocasiones, nos llenamos de frases grandilocuentes que a todos nos gusta compartir en nuestras redes sociales pero que al final, algunos olvidan. Porque muchos ni siquiera llegan a ver esas necesidades más cercanas.
En ocasiones, es nuestra propia familia o nuestros propios amigos quienes necesitan ese apoyo con el cual poder levantarse. Alguien que esté pasando una depresión necesita comprensión, apoyo y cercanía.
Puede que alguno de nuestros hijos adolescentes estén pasando un duro instante vital, con acoso en el colegio, o viva ahora su primera decepción emocional. Algo que nosotros no percibimos porque no tenemos tiempo, porque tenemos nuestras miradas puestas en otros aspectos.
El corazón necesita ojos para ver y libertad interior para sentir. Hemos de desvestirnos de superficialidades para atender lo esencial, para que esa bondad que es natural en el ser humano, nos permita dar ayuda a quien lo necesita.
Aprender a escuchar desde el corazón
Puede que tu mejor amigo/a te hable con un rostro pintado de sonrisas, que sus palabras suenen alegres. Sin embargo, te basta con atender su mirada para intuir esa lágrima que está apunto de desbordarse.
El corazón que sabe escuchar es sabio y está libre de egoísmos, ajeno a ese universo cerrado y entrópico que sólo se alimenta de necesidades propias. La bondad sabe intuir y sabe leer entrelineas.
Intuir las emociones ajenas es un don instalado en nuestro cerebro social a través de las neuronas espejo y la empatía. Todos venimos a este mundo sabiendo reconocer emociones tan básicas como la tristeza, la rabia, el amor o el miedo.
Sin embargo, en ocasiones, ya sea por influencias sociales, educativas o de personalidad, hay quien concentra todas sus intuiciones hacia uno mismo. En lo que “yo siento”, lo que “yo necesito” y lo que “yo quiero”. Es, mediante estos tres ejes como empieza entonces a estructurar su vida.
Para vivir desde el corazón no hace falta ser ingenuo como muchos creen. Ser sensible no es ser débil, y querer ayudar a otros a levantarse no es dejar que nos tomen el pelo. En absoluto. Los que construyen su vida desde el corazón tienen muy claros los siguientes aspectos.
Te ayudo a ti porque me ayudo a mi
Quien ofrece su mano a quien lo necesita, en realidad, no lo hace a cambio de nada. Lo hace porque forma parte de su ser, porque lo siente así. Y no espera nada material por ello, tampoco desea favores ni grandes halagos.
La mayor recompensa es sentirse útil y dar forma a ese sentimiento interno que las define. Si giramos la cabeza y disimulamos no ver la necesidad de alguien, ello nos causaría cierta disonancia interna. Es ir en contra de nuestros valores.
El acto de ayudar es un tipo de sabiduría que nos enriquece
Uno puede tener varios títulos universitarios. Hablar cinco idiomas, tener varios coches, y en sus manos, disponer del teléfono móvil más sofisticado del mercado.
No obstante, todos esos artificios no le servirán de mucho si no ve que su madre, por ejemplo, necesita ayuda porque tiene una demencia, que su pareja se siente sola a pesar de estar siempre a su lado… El mundo chirría a su lado mientras él o ella está “apegado” a un sin fín de materialismos.
- Ofrecer ayuda nos enriquece, porque nos permite reconocer a nuestros semejantes.
- Ofrecer ayuda nos enriquece porque nos enseña el lenguaje de las emociones más básicas.
- Ofrecer ayuda nos enriquece porque nos convierte en personas válidas para dar felicidad y nuevas oportunidades.
La bondad que nace del corazón es la única inversión que nunca quiebra
Hay muchos que piensan lo contrario. Que ser bueno cansa, que hacer el bien en ocasiones nos trae decepciones. No obstante, hay que tenerlo claro: las buenas personas deben entender que hay límites y que también tienen derecho a decir basta si lo necesitan.
Porque la bondad se ofrece con libertad e inteligencia. Sabemos que los actos que se hacen desde el corazón son grandes inversiones. Nos ayuda a avanzar ligeros de rencores y muy llenos de libertades, emociones y bienestares.
Y nadie puede andar con mayor alegría como aquel que lleva el sol en su interior y sabe hacer frente a cualquier tormenta.
La Mente es Maravillosa