«Incluso al final de vuestra existencia podéis seguir siendo jóvenes si habéis comprendido lo que es verdaderamente la vida: una transformación incesante, una adaptación. Para la Ciencia espiritual, no hay jóvenes ni viejos, sino sólo seres que tienen la tarea de trabajar sobre sí mismos para mantener e intensificar la vida en ellos.
Nadie debe decir: «Han pasado los años, soy viejo y no puedo hacer más esfuerzos». El que cree justificar su inercia con su edad, disminuye el número de días que le quedan todavía para alegrarse, porque introduce en él la imagen de la vejez y esta imagen actúa muy negativamente sobre su estado psíquico y también sobre su estado físico. Que se concentre por el contrario en la juventud esforzándose por aprender siempre algo nuevo, para seguir abierto a la vida. Porque eso es la juventud, la verdadera juventud. Con los años, el cuerpo físico, por supuesto, pierde vigor y resistencia; pero incluso en el momento de la muerte, una mirada, una sonrisa, pueden tener todavía la expresión de la juventud.»
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