Desde este blog me sumo al deseo de un futuro posible. Cuando lo que escribo llegue a los/las lectores/as conoceremos las conclusiones y los acuerdos de la cumbre del clima celebrado en París. En alguna ocasión he sentido perplejidad y vergüenza ajena, cuando algún interlocutor me ha negado a la cara la realidad del cambio climático potenciado por la acción humana ¿Quién o quiénes han convencido a estas personas sobre lo que niegan?, ¿lo han escuchado de otros o han llegado a semejante disparate por su propia reflexión? De nada sirve entonces exhibir cientos o miles de datos que avalan la realidad. Chocar contra el muro de la ignorancia es inútil. Y aún es peor comprobar la codicia de muchos gobernantes y defensores de intereses económicos, proclives a que las cosas sigan igual, quizá para conseguir algún premio (momentáneo) con el calentamiento global.
Las propuestas y los compromisos están ya encima de la mesa. Estoy convencido de que cada una de las próximas reuniones sobre el clima tendrá cada vez más dramatismo. Las consecuencias ya están aquí y nadie puede saber donde están los umbrales entre lo permisible y lo catastrófico. Las investigaciones sobre los ciclos climáticos ocurridos en los últimos cinco millones de años se conocen cada vez mejor. Las causas de esos cambios se siguen debatiendo, porque posiblemente fueron multifactoriales: la oblicuidad del eje de la Tierra, la excentricidad de nuestro planeta en su giro alrededor del sol, etc. han producido cambios severos del clima. Pero esos cambios han sucedido de manera progresiva y permitían procesos adaptativos y migraciones de muchas de las especies que poblaban el planeta en cada momento. Por supuesto, esos cambios también provocaron extinciones en todos los grupos de seres vivos. Los intensos fríos glaciares imposibilitaron la vida de los humanos en las regiones más septentrionales de Eurasia. Pero los humanos éramos muy pocos y seguramente tuvimos la oportunidad de movernos lentamente hacia zonas donde la vida era posible.
Puesto que la ciencia pretende ser predictiva, las investigaciones sobre los ciclos climáticos pueden asegurar que el planeta pasará por un nuevo ciclo glacial dentro de muchos miles de años. Si nuestra especie sobrevive a lo que está por llegar, tendremos una tecnología suficientemente desarrollada para hacer frente a ese desafío. No sería sencillo, porque las tornas tendrían que cambiar. Los países más desarrollados serían los más afectados y nadie sabe cual sería la situación de los diferentes pueblos del planeta en ese momento. Apasionante, pero demasiado especulativo.
Sin embargo, lo que queda de siglo es como un chasquido de dedos del tiempo geológico. Cuando se quieran dar cuenta, nuestros hijos y nietos estarán llamando a las puertas de un nuevo siglo. Y nosotros, los que ya peinamos canas, no estaremos para verlo y sufrirlo. Ese es el problema. Es muy difícil “ponerse en la piel” de las futuras generaciones. La tecnología nos ha ido llevando casi sin querer hacia el mundo que conocemos ¿Cómo evadirnos y renunciar a lo que ya tenemos?, ¿podemos volver a ser cazadores y recolectores? La respuesta es un NO rotundo, porque tendría que desaparecer el 99,9% de los humanos que poblamos el planeta.
Nuestra única opción es seguir adelante. Cada uno tiene que reflexionar sobre su pequeña contribución para atemperar un desastre anunciado. Nuestros gobernantes tienen que ser suficientemente inteligentes y generosos para evitar llegar a un final catastrófico. Eso me recuerda que las señales de tráfico suelen ponerse en algún lugar concreto cuando el número de víctimas en ese lugar es escandaloso. Este no debiera de ser el caso. No podemos dejar que solo un puñado de científicos, a veces tachados de visionarios, sean los que peleen en soledad para evitar que una parte de la humanidad busque “el pan para hoy y la inanición para un mañana cada vez más incierto”.
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