«La encarnación de un alma es un proceso de descenso a la materia en el curso de la cual se olvida de lo que ha vivido arriba. Por ello, al llegar a la tierra, el alma no tiene conciencia de los compromisos que tomó frente al mundo divino antes de descender. Pero los años pasan. Y a medida que pasa el tiempo, se siente atravesada por ciertas sensaciones, ciertos pensamientos y aspiraciones, al principio de manera fugaz y después de forma cada vez más precisa. Esto se manifiesta como una tendencia a buscar tal o cual actividad, a planificar tal o cual profesión. Esto es lo que se llama una vocación.
Aquellos que sienten así la sensación de estar llamados a llevar a cabo una tarea o a cumplir un deber, no deben dudar. Quizás no se dirán explícitamente que tienen que cumplir una misión que aceptaron previamente; pero un poder que les sobrepasa hace que sea sólo la única forma de que se sientan en su elemento. Y cualesquiera que sean las dificultades que encuentren en su camino, no deben cambiar de orientación.»
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