Fue cazado hace unos 45.000 años en el Ártico siberiano y su cadáver permaneció congelado hasta que en 2012 un equipo de investigadores rusos lo encontró. Se trata de un mamut lanudo o de la tundra (Mammuthus primigenius) macho y bastante joven ya que, según revela el análisis de su dentadura, tenía unos 15 años cuando murió.
Según sostienen sus descubridores en un estudio publicado esta semana en la revista Science, su cuerpo presenta heridas que fueron realizadas «inequívocamente» por herramientas humanas. Una conclusión sorprendente, pues hasta ahora se pensaba que esa inhóspita zona del Ártico no fue poblada hasta 10.000 años después.
Los autores, liderados por Vladimir Pitulko (izquierda), admiten que no han encontrado en la zona ni restos humanos ni utensilios que demuestren de forma directa la presencia de personas durante aquel periodo, pero no tienen dudas de que las marcas en el cadáver de ese mamut congelado fueron realizadas con utensilios creados por el hombre.
Según detalla Vladimir Pitulko a EL MUNDO, el mamut no muestra indicios de que los cazadores consumieran su carne:«Se trata de un cadáver bien articulado, así que debieron abandonar el cuerpo tras matar al animal. Por alguna razón lo dejaron ahí, pero no llegaron a utilizarlo. Quizás no tuvieron tiempo o surgió algún obstáculo que les impidió seguir con el trabajo; o a lo mejor tenían pensado regresar pero no lo hicieron. Cualquiera que sea la causa, podemos afirmar que lo mataron, pero no lo aprovecharon», señala este investigador de la Academia de Ciencias, en San Petersburgo.
El estudio del esqueleto muestra que los cazadores le infligieron heridas antes y después de su muerte, lo que demostraría que esos humanos manipularon el cuerpo. Por ejemplo, parte de la mandíbula está rota pese a que estos huesos son muy fuertes y normalmente aparecen completos, incluso si se han conservado en condiciones menos favorables. No obstante, se han encontrado mamuts con mandíbulas incompletas. Los investigadores saben por esos restos desenterrados anteriormente que la lengua de estos animales solía ser consumida por los cazadores, quizás como parte de un ritual o porque la consideraban un manjar.
Detalle de las heridas en algunas costillas del mamut. PITULKO
Varias costillas del animal presentan lesiones realizadas con herramientas de piedra, que provocaron en algunos casos la extracción de hueso. Por otro lado, el único colmillo que se conserva muestra indicios de que también fue manipulado.
El hielo ártico ha permitido preservar el mamut en buenas condiciones. Además del esqueleto, se han conservado restos de lana y de tejido blando, como grasa de la joroba del animal y su pene. La gran cantidad de grasa que hay en su joroba, explican los científicos, indican que el mamut se encontraba en buenas condiciones físicas.
«Era una animal bastante grande, con unos 2,8 metros de largo por 2,2 metros de altura y unas dos toneladas de peso», detalla a través de un correo Alexei Tikhonov, uno de los descubridores del mamut. Según detalla, su equipo de taxidermistas está reconstruyendo el animal.
Pitulko recuerda que los restos óseos humanos hallados en Siberia son «extremadamente raros, sobre todo en el norte». Del Pleistoceno se han encontrado alrededor de ocho huesos, y la cifra aumenta ligeramente cuando se trata de restos de los inicios del Holoceno [hace unos 11.700 años] aunque siguen siendo escasos. La mayor parte de los restos humanos tienen como mucho 6.000 años y fueron encontrados en el sur de Siberia
El ruso Sergey Gorbunov desentierra el mamut hallado en 2012. V. PITULKO
La extinción de los mamuts
Lo que ya se sabía es que esta zona del Ártico contó durante mucho tiempo con una gran población de mamuts, que debieron ser particularmente abundantes hace entre 44.000 y 42.000 años, como atestiguan numerosos restos encontrados (los más antiguos son de hace 150.000 años). Fueron desapareciendo paulatinamente (en Europa, hacia el 10000 a.C y en el sur de Siberia, hacia el 8000 a.C), hasta que la especie se extinguió por completo en torno al 1700 a.C.
La presencia de humanos hace ya 45.000 años en una zona tan inhóspita, dicen los autores, refleja una gran capacidad de adaptación y un salto cultural. Pitulko cree que la dieta de estos primeros colonos árticos era básicamente carnívora. En el ecosistema de la época interglaciar (hace entre 57.000 y 24.000 años) vivían numerosos grandes herbívoros de los que podían alimentarse. Además de mamuts, de los que los humanos debían aprovechar también su pellejo, había renos, caballos y bisontes del Pleistoceno, entre otras especies de herbívoros.
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