«Las lágrimas están generalmente asociadas a la pena, pero en realidad, cualquier emoción puede provocar lágrimas. Y como hay emociones de todas clases, las lágrimas son también de todas clases. Hay lágrimas de pena, de ira, de despecho y también las hay de ternura, de gozo, de admiración. Un paisaje, un poema, un cuadro o una música pueden llenar nuestros ojos de lágrimas, pero igualmente ciertas conductas humanas cuando son particularmente bellas y nobles. ¡Y cuántos místicos, al describir sus experiencias, han hablado de las lágrimas provocadas por el éxtasis!
En la medida en que liberan una cierta tensión interior, cualquiera que sea su origen, las lágrimas tienen su utilidad. Pero, evidentemente, las lágrimas de gozo y de fascinación son las más benéficas. No os sequéis estas lágrimas con la mano, porque son preciosas. El Maestro Peter Deunov aconsejaba recogerlas en un pañuelo limpio y conservarlas cuidadosamente, porque poseen una especie de poder mágico. Las lágrimas de despecho, de ira, dejad que se sequen, porque no son más que un poco de agua salada, pero conservad las lágrimas que han sido arrancadas de las profundidades de vuestra alma.»
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