En el año 1933 el doctor Willy Ley, experto en astronáutica y reconocido investigador, informo que en Berlín existía una sociedad secreta llamada la «Logia Luminosa», compuesta casi exclusivamente por teósofos y rosacruces, cuyos miembros pensaban que los creadores del Universo vivían en el interior de la Tierra. Este grupo basaba toda su filosofía en el contenido de una obra literaria del escritor ingles Edward George Lytton llamada «Los últimos días de Pompeya». En este supuesto trabajo de ficción Lytton relata el viaje de su personaje al interior de la Tierra y su encuentro con hombres de una psiquis súper desarrollada, similares a dioses, descendientes de la gran familia aria y poseedores de un poder inigualable denominado el poder Vril. Se dice que Hitler y sus seguidores conocían a numerosos integrantes de la «Logia Luminosa» y que creían firmemente en la existencia de los intraterrestres. Parte de la filosofía del nazismo se basaba en aliarse con estos superhombres y lograr de ese modo dominar al resto de los seres humanos. Cuentan también que los nazis habían entrado en contacto con un grupo de monjes tibetanos que les habrían revelado la ubicación de las «puertas» que conducían a los mundos subterráneos. Se sospecha que, al ser derrotado, Hitler traspaso uno de esos misteriosos umbrales y que durante largos años vivió con los intraterrestres si es que – como aseguran quienes han investigado a fondo el tema de los intraterrestres – gracias a los avances tecnológicos de la civilización subterránea continua aun con vida, esperando el momento adecuado para intentar conquistar al mundo por segunda vez.
Razas de intraterrestres
En todos los lugares del mundo se habla de seres sobrenaturales, y en todas las culturas hay restos de su presencia. De ellos se ha dicho casi de todo. Por ejemplo, que son hijos de la Madre Naturaleza y que forman parte indisoluble de su misma conciencia. De cualquier forma, constituyen formas de vida muy alejadas de la nuestra que jamás podremos llegar a entender en su totalidad.Se puede asegurar que prácticamente en todas las razas y culturas de la humanidad han existido creencias y tradiciones donde se señalaba un lugar paradisiaco y sagrado considerado la morada de sus dioses. La ubicación de este enclave era lo que ofrecía más dificultades. Unos pensaban que estaba en lo «alto» (que tanto podría ser el cielo como alguna montaña), otros que en alguna isla evanescente, inalcanzable y mitica, pero las leyendas más abundantes son aquellas que sitúan este extraño paraíso bajo la tierra que pisamos, en grandes ciudades constituidas a base de túneles naturales y artificiales donde antaño se refugiaron y que, ocasionalmente, tienen contactos con los de «arriba», los de la superficie. Estas tradiciones se encuentran documentadas en Egipto, en la India, en China, en Tíbet, en gran parte de Europa, en las dos Américas y en lugares determinados de África. Si la tradición es oral, los testimonios son infinitos y se localizan en todo el mundo, pero, eso sí, siguiendo una coherencia tanto en el contenido de las mismas como en la ubicación geográfica.Las leyendas más arraigadas en cuanto a su divulgación siguen dos demarcaciones muy distintas. Si trazásemos una línea imaginaria al globo terráqueo nos encontraríamos, por un lado, con un gran círculo que recorrería Alaska, Canadá, América del Norte, Central y Sudamérica (sobre todo, por Ecuador, Colombia, Perú, Bolivia y Brasil), seguirla por el océano Atlántico hasta entrar por África ecuatorial. Recorrería Nigeria, Chad, Egipto y se adentraría por Oriente Medio, acabando en la India, China, Mongolia y Siberia, para unirse a Alaska de nuevo. El otro círculo que enlazaría estos centros subterráneos, más pequeño en extensión, abarcaría las Islas Británicas, España, Francia, Alemania, Checoslovaquia y regresaría a las islas.De todos los posibles seres subterráneos (entre los que habría que incluir a especies tan dispares como razas anteauvianas salvadas de la catástrofe, a héroes míticos, a dioses, a grupos humanos intraterrestres, a extraterrestres … ) tan sólo vamos a hacer referencia en esta obra a los espíritus de la naturaleza que dicen morar bajo la epidermis de la tierra y cuyas leyendas forman parte del folclore universal. Por lo tanto, bajo la palabra «subterráneos» encuadramos a varios seres -tanto masculinos como femeninos- que eligen como hábitat las entrañas de la tierra, pero a veces con una conducta diferente a la que usualmente puedan tener los gnomos o los enanos.Estas entidades intraterrenas formaran parte de una gran rama o familia de los elementales con modales más hoscos y huraños en su esporádica relación con los humanos.Se asegura que en las cavidades donde viven se aprecia una tenue luz verdosa, y quizá sea por esta razón por la que su piel suele ser de tonalidades verdes, igual que la luz que emana de las paredes de estos antros subterráneos. Serían los habitantes de las colinas o de los túmulos. Las inusuales incursiones que hacen al mundo de los seres humanos es lo que nos ha permitido saber algo sobre su existencia y hábitos.En casi todas las leyendas se sigue un esquema parecido: una raza humana que ha sufrido una maldición o perdido una batalla tiene que ser relegada, como castigo, al inframundo y allí construyen sus ciudades y se acomodan lo mejor posible, alejados de la civilización de la superficie, pasando asi a formar parte de las leyendas. Esta teoría defiende que las creencias feéricas se basan en el recuerdo de una raza más primitiva y poderosa de seres diminutos obligada a esconderse ante el avance de los invasores en sus tierras, ocultándose en cuevas o marismas. Esto es cierto en lo que respecta a algunos grupos feéricos como los daoine sidhe o los ftr bolg (que serían descendientes de las razas originales de irlandeses que fueron relegados al submundo y a los túmulos) y los sieigh beggey o mooinjer veggey (que eran los primeros habitantes originarios de la isla de Man, anteriores a los gigantes) y tal vez a los fflwyth teg galeses.
En todos los lugares del mundo se habla de seres sobrenaturales, y en todas las culturas hay restos de su presencia. De ellos se ha dicho casi de todo. Por ejemplo, que son hijos de la Madre Naturaleza y que forman parte indisoluble de su misma conciencia. De cualquier forma, constituyen formas de vida muy alejadas de la nuestra que jamás podremos llegar a entender en su totalidad.Se puede asegurar que prácticamente en todas las razas y culturas de la humanidad han existido creencias y tradiciones donde se señalaba un lugar paradisiaco y sagrado considerado la morada de sus dioses. La ubicación de este enclave era lo que ofrecía más dificultades. Unos pensaban que estaba en lo «alto» (que tanto podría ser el cielo como alguna montaña), otros que en alguna isla evanescente, inalcanzable y mitica, pero las leyendas más abundantes son aquellas que sitúan este extraño paraíso bajo la tierra que pisamos, en grandes ciudades constituidas a base de túneles naturales y artificiales donde antaño se refugiaron y que, ocasionalmente, tienen contactos con los de «arriba», los de la superficie. Estas tradiciones se encuentran documentadas en Egipto, en la India, en China, en Tíbet, en gran parte de Europa, en las dos Américas y en lugares determinados de África. Si la tradición es oral, los testimonios son infinitos y se localizan en todo el mundo, pero, eso sí, siguiendo una coherencia tanto en el contenido de las mismas como en la ubicación geográfica.Las leyendas más arraigadas en cuanto a su divulgación siguen dos demarcaciones muy distintas. Si trazásemos una línea imaginaria al globo terráqueo nos encontraríamos, por un lado, con un gran círculo que recorrería Alaska, Canadá, América del Norte, Central y Sudamérica (sobre todo, por Ecuador, Colombia, Perú, Bolivia y Brasil), seguirla por el océano Atlántico hasta entrar por África ecuatorial. Recorrería Nigeria, Chad, Egipto y se adentraría por Oriente Medio, acabando en la India, China, Mongolia y Siberia, para unirse a Alaska de nuevo. El otro círculo que enlazaría estos centros subterráneos, más pequeño en extensión, abarcaría las Islas Británicas, España, Francia, Alemania, Checoslovaquia y regresaría a las islas.De todos los posibles seres subterráneos (entre los que habría que incluir a especies tan dispares como razas anteauvianas salvadas de la catástrofe, a héroes míticos, a dioses, a grupos humanos intraterrestres, a extraterrestres … ) tan sólo vamos a hacer referencia en esta obra a los espíritus de la naturaleza que dicen morar bajo la epidermis de la tierra y cuyas leyendas forman parte del folclore universal. Por lo tanto, bajo la palabra «subterráneos» encuadramos a varios seres -tanto masculinos como femeninos- que eligen como hábitat las entrañas de la tierra, pero a veces con una conducta diferente a la que usualmente puedan tener los gnomos o los enanos.Estas entidades intraterrenas formaran parte de una gran rama o familia de los elementales con modales más hoscos y huraños en su esporádica relación con los humanos.Se asegura que en las cavidades donde viven se aprecia una tenue luz verdosa, y quizá sea por esta razón por la que su piel suele ser de tonalidades verdes, igual que la luz que emana de las paredes de estos antros subterráneos. Serían los habitantes de las colinas o de los túmulos. Las inusuales incursiones que hacen al mundo de los seres humanos es lo que nos ha permitido saber algo sobre su existencia y hábitos.En casi todas las leyendas se sigue un esquema parecido: una raza humana que ha sufrido una maldición o perdido una batalla tiene que ser relegada, como castigo, al inframundo y allí construyen sus ciudades y se acomodan lo mejor posible, alejados de la civilización de la superficie, pasando asi a formar parte de las leyendas. Esta teoría defiende que las creencias feéricas se basan en el recuerdo de una raza más primitiva y poderosa de seres diminutos obligada a esconderse ante el avance de los invasores en sus tierras, ocultándose en cuevas o marismas. Esto es cierto en lo que respecta a algunos grupos feéricos como los daoine sidhe o los ftr bolg (que serían descendientes de las razas originales de irlandeses que fueron relegados al submundo y a los túmulos) y los sieigh beggey o mooinjer veggey (que eran los primeros habitantes originarios de la isla de Man, anteriores a los gigantes) y tal vez a los fflwyth teg galeses.
Que sarta de incoherencias, Hitler vivo aún….jajajajaja, pura palabrería vana sin pruebas.
Es cierto, hablar sobre hitler resulta bastante confuso, son muchas hipotesis las que rondan este personaje, con lo que resulta ser una tarea muy complicada seguir sus pasos.
por lo demas, tierra hueca y posibles seres Habitando en su interior, me parece algo que estudiar y tener en cuenta,
os dejo mis mejores pensamientos, manu.