Si hay una cultura ligada a la vida de los árboles, es la celta. La misma palabra Druida quiere decir: “el que aprende del roble” y Druidesa “la que guarda el roble” (Duir, roble).
El “Mac” que precede a un apellido irlandés se refiere a “perteneciente a la tribu del árbol….”.
Los Druidas enseñaban en la escuela de la naturaleza, en parajes de bosques al aire libre. Sus libros eran las hojas de los árboles y cada una tenía un significado, las iban juntando y “leían”, instruían…su comunión con los árboles era muy estrecha. Todavía hoy en día les llamamos hojas a las páginas de nuestros libros.
Para los celtas, cada árbol era un ser consciente con alma al que respetaban y veneraban hasta el punto de ritualizar la poda o el hecho de cortar algunas hojas o ramas para hacerse sus medicinas o amuletos; realizaban un ritual o ceremonia y se cortaba lo necesario con unas daga de oro.
En un lugar sagrado como la antigua Avalon, la presencia magnífica de los árboles, nos acompaña todo el tiempo, allí donde vayamos encontraremos un árbol significativo para nuestro corazón y sentiremos el impulso de acercarnos, de abrazarnos a él, de sentarnos bajo su sombra, de pegar nuestras espalda a su poderoso tronco, de dejar algún presente…los árboles de este mágico lugar, nos inspiran, nos fortalecen, nos transmiten su sabiduría…así sencillamente pues hay cosas que son verdad aunque nos cueste creerlas y esta comunicación entre árboles y personas es una de ellas.
Hay árboles que originariamente no están considerados como árboles celtas por no crecer en sus zonas, sin embargo, en la extensión de su cultura en otros países, quedaron incorporados a la misma, como por ejemplo el olivo, el ciprés, la higuera o el cedro. Los celtas tenían como máximo exponente de su vínculo con los árboles, a cuatro de ellos: los cuatro que relacionan con cada solsticio; el roble, el cedro, el nogal y el manzano.
El campo áurico de las personas esta formado por energía electro-magnética que configura lo que llamamos aura. Esta energía radiante la poseen todos los seres vivos pero es especialmente grandiosa en los árboles; su aura es enorme y muy sanadora ya que todos los campos energéticos interactúan entre si.
Esto quiere decir que para las personas es muy reparador el estar cerca de los árboles y éste es el motivo por el que incluso en las ciudades sintamos la necesidad de ir a los parques y jardines; sentarnos junto a un árbol nos da paz, calma, sosiego y tranquilidad. Si además te atraen los cristales, tráete en este viaje los que sientas y así podrás energetizarlos situándolos en alguno de estos maravillosos árboles.
Los Druidas solían combinar la fuerza de los cristales de cuarzo con la de los árboles haciéndose varas de poder como las que muestran estas imágenes.
Estos cetros son auténticas “varitas mágicas” para toda persona que siente como puede utilizarlas y de las que encontrarás muchos modelos diferentes en las tiendas de Glastonbury.
Los minerales, y en especial los de cuarzo, poseen una capacidad especial para “archivar” la energía-consciencia del mensaje que nos puedan trasmitir los árboles con los que sintamos sintonía en un lugar de poder como todos los que visitaremos en Avalon-Glastonbury.
También es bastante habitual encontrar en estos parajes, piedras en forma de corazón; esto es muy especial ya que en cada lugar donde tú encuentres una piedra en forma de corazón, así, de la naturaleza, es porque estás recibiendo un hermoso mensaje de la madre tierra: este lugar te ama.
La vida y costumbres de los celtas se regía por los ciclos de la naturaleza, principalmente la de los árboles. Eran conscientes de que de los árboles obtenían, calor para sus hogares, fuego para cocinar, ramas para protegerse y construir sus casas, sombra en días calurosos, alimentos en sus frutos, cobijo para los pájaros que cazaban, protección ante la lluvia… y mediante su observación, experimentaban una comprensión plena de los ciclos de la vida: enraizamiento, expansión y dirección hacia el cielo siempre buscando la luz.
La mayoría de civilizaciones, en todos los tiempos antiguos, se identificaba con algún árbol que para ellos era emblemático; para las gentes del mediterráneo, el olivo, para los germanos era el tilo, para los hindúes es el árbol de la banana, el fresno para los nórdicos y el abedul es muy amado por los siberianos.
Para los celtas el roble es el más magnifico de todos los árboles, símbolo de resistencia, poder, fuerza y longevidad.
Los árboles más emblemáticos de Glastonbury son Gog y Magog, los cuales podemos ver en esta fotografía. Estos árboles, todavía hoy en día, son considerados como los guardianes de la torre del Tor y son los únicos que quedan vivos de una gran arboleda de robles que guiaba a los peregrinos en su camino al laberinto de la diosa.
Hoy en día, en cada viaje allí, sigo observando con alegría, como siguen acudiendo muchas personas vinculadas con los árboles y dejando en las ramas de estos dos emblemáticos árboles, toda clase de presentes que por mucho valor que tengan, nadie toca; pequeñas joyas, lazos, ositos de peluche, cristales, cuentas de colores, papeles escritos envueltos en seda o atados con lazos de colores…pura magia celta.
Gog, en un roble soberbio al que ya se le nota mucho el paso del tiempo. Allí solemos hacer ruedas de energía para ayudarle a que su fuerza no muera, que surjan brotes desde su suelo y que no perezca.
Madog tiene mucha mas fuerza y energía si bien esta su mitad muy afectada por el tiempo pero su otra mitad sigue erguida y fuerte y aún permite que los niños la escalen por sus ramas. Su tronco sigue pareciendo femenino y preñado de abundancia para todos los que a él nos abrazamos.
El otro árbol emblemático de Avalon-Glastonbury es el manzano, símbolo del amor y de la Diosa y que en el jardín de la Abadía lo encontraremos abundantemente.
Por supuesto que en el jardín del Chalice Well, encontraremos muchos árboles también. De entre ellos el tejo es uno de los más representativos.
Abundan aquí también los árboles arco, llamados así porque han crecido un al lado del otro formando una puerta de entrada a la otra realidad y su energía podemos sentirla si abrimos los brazos, cerramos los ojos y pasamos por su centro sintiendo su poderosa energía.
Otro de los árboles muy emblemáticos de Glastonbury es el llamado Espino Santo. Se atribuye a José de Arimatea el hecho de plantar su cayado sobre la colina Wearyall cuando pisó tierra firme al llegar a Avalon, en aquel tiempo rodeado de marismas, cuando llegó con su embarcación. Este cayado floreció y de él aún se conservan algunos hijos como el que actualmente se encuentra en la misma colina (el que muestra la foto), otro se encuentra en el jardín de entrada de la parroquia de San Juan en el centro de Glastonbury y otro más en los jardines del Chalice Well. Sea historia o sea leyenda, lo cierto es que cuando subimos en meditación esta colina y nos sentamos alrededor de este frágil y poderoso árbol…siempre suceden cosas extraordinarias. La última vez, con el último grupo, de repente, en medio de una ceremonia que estaba llevando a cabo, se abrió el cielo y nos cayó encima una buena granizada…era necesario, lo puedo asegurar, palabra de maga.
Este espino que hoy en día se conoce como el Espino de Glastonbury, es originario del Líbano y su nombre en latín es: crateagus monogyna praecox.
Su fruto son unas bayas rojas a la vez que florecen sus flores blancas y es tradición, cada navidad, cortar unas ramitas para que adornen la mesa de su majestad la reina de Inglaterra. (El que vemos en esta fotografía es el que se encuentra en la parroquia del centro de Glastonbury) y que puede leerse su inscripción tallada en la piedra que hay delante de él.
En uno de mis viajes a Glastonbury, un lugareño me relató la historia de cómo un ciudadano del pueblo, fanático religioso protestante, en un arrebato místico subió a la colina y arranco y destruyo el árbol original para más tarde encontrar la muerte en una tormenta fulminado por un rayo. Pero aquí tenemos a los descendientes de este Santo y Mágico árbol.
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www.viajesavalonsagrado.com/es/avalon_espera/arboles/index.htm
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