Öçalan, máximo dirigente del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, está recluido desde febrero de 1999 en la prisión de la isla de Imrali, en el mar Mármara, ante la milenaria ciudad de Estambul. Cuando en 1998 Siria dejó de protegerlo, comenzó un periplo internacional buscando refugio que lo llevó a Rusia, Italia y Grecia, hasta que los militares turcos lo capturaron en Kenia.
Turquía lo condenó a dos penas de muerte, que conmutó por cadena perpetua debido a la presión internacional.
Muchos pensaron que la resistencia armada que los kurdos y el PKK habían comenzado en primavera de 1984 tocaba a su fin.
Los kurdos, a quien el ejército turco, en esta guerra silenciada, había bombardeado, detenido, torturado y arrasado más de 2.300 pueblos de las montañas, se quedaban sin su lider, al que todo el mundo en Kurdistán conoce como Apo.
Pero él, desde la cárcel, dio un giro inesperado a la lucha kurda.
En septiembre de 2006, pidió a la guerrilla que dejara de luchar y que se preparara para la autodefensa, al tiempo que renegaba de la lucha nacionalista que habían llevado para construir un estado nación kurdo.
A partir de este momento, Öçalan, que ha estudiado ampliamente en prisión las ideas del municipalismo libertario y la ecología social de Murray Bookchin, se decanta por una organización en la que las decisiones se tomarán por la base, desde los barrios y los pueblos, para organizarse y cohesionarse paritariamente.
Convirtiéndose en una organización en la que los cargos de responsabilidad en todos los niveles serán bicéfalos y mixtos.
Una organización que no cuestiona los estados, sino que crece dentro de ellos, siempre que el estado no les ataque. Un movimiento transnacional, pacifista, ecologista, que tiene en la liberación feminista su fuerza, en Oriente Próximo, donde el patriarcado es omnipotente. Öcalan lo llama Federalismo Democrático.
Esta estrategia ha llevado a los kurdos a establecer alianzas con la izquierda turca, con la que logró romper el techo electoral del 10% que les impedía acceder al Parlamento y hacer oposición real a Erdogan.
Cuando lo han conseguido, sin embargo, la reacción del partido del gobierno ha sido feroz: detenciones, ruptura de la tregua con las guerrillas kurdas, atentados contra manifestaciones y actos de la HDP, el partido de la izquierda kurda, por parte de las cloacas del estado.
A pesar de tener que defenderse, los kurdos optan por la paz.
En Rojava, en el Kurdistán sirio, las milicias kurdas se enfrentan en primera línea del frente a los yihadistas de Estado Islámico (EI).
Y los kurdos son aliados tácticos de Francia y EEUU que no quieren arriesgar las vidas de sus soldados en una ofensiva terrestre.
Al mismo tiempo, Turquía bombardea las ciudades kurdas de Kurdistán sirio con la excusa de atacar EI, abate un avión militar ruso, viola el espacio aéreo iraquí y, en el interior del Kurdistán turco, pone cerco de varias semanas a las ciudades de Cizre, Silopi y Sur, declaradas territorio libre.
Durante el asedios, que acaban entre el 24 de enero y el 7 de febrero, más de 220 personas resultan muertas y miles, heridas por los disparos de los francotiradores y los obuses de la artillería.
En Cizre, después de 16 días acorraladas sin comer ni beber, 62 personas fueron quemadas con el lanzamiento de bombas en el sótano donde estaban cerradas.
Irán y Rusia, aliados de Al Asad, Turquía, Arabia Saudí y Qatar, aliados de EI, EEUU y Francia, aliados en la OTAN con Turquía, pueden tener como enemigo común el Federalismo Democrático, dejando las manos libres a Erdogan para continuar con el genocidio de los kurdos, financiado por la UE con 3.000 millones de euros.
Mientras tanto, Öçalan es investido ciudadano de honor en Nápoles y Palermo.