«Ahora que os habéis comprometido en el camino de la luz, debéis proseguir incansablemente vuestra marcha sin preguntaros cuándo llegaréis a la meta. Uno tras otro, los obstáculos ceden ante aquél que no se detiene en el camino, porque ha puesto en movimiento las poderosas leyes de la vida.
La vida espiritual es como la ascensión de una alta montaña. En sus senderos arduos, escarpados, es inevitable que paséis por momentos de debilidad, de desaliento y hasta puede suceder que tengáis una caída, pero esto no es razón para deteneros. Por momentos, quizá tengáis incluso la sensación de morir… ¡pero resucitaréis! En lo más profundo del desánimo, deberéis aferraros a esta misteriosa luz que permanece todavía en vosotros: ella os dirá que a «la muerte» por la que estáis pasando seguirá una resurrección y que nadie puede socorreros mejor que vosotros mismos, porque todos los poderes de la vida están en vosotros. Y proseguiréis vuestro camino hacia la cima.»
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