«Ante una desilusión, un fracaso, un accidente, a veces pensáis: «Sí, claro, algo ya me había prevenido. Era como una voz dentro de mí ¡pero tan débil!…» Y no escuchasteis esta voz que quería poneros en guardia, preferisteis seguir otras voces que os hablaban frecuentemente y muy fuerte para induciros a error.
Esta voz que no quisisteis escuchar era la voz del Cielo, que habla suavemente y sin insistir. Dice las cosas una vez, dos veces, tres veces, y después se calla, y tanto peor para vosotros si le habéis cerrado vuestro oídos. Sí, la voz del Cielo es siempre extremadamente suave, melodiosa y breve. La intuición no insiste demasiado. Y si no estáis atentos, si no sabéis discernir esta voz, porque sólo atrae vuestra atención el estruendo de vuestros deseos y de vuestras codicias, cuando descubráis que os habéis extraviado, no os quejéis.»
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