La pobreza y las estrategias económicas de Nicaragua

La VI Encuesta de Medición de Nivel de Vida (EMNV) 2014 mostró que entre la población nicaragüense el 21,3% es pobre y el 8.3% es pobre extremo. En suma, el 29.6% de la población, 1 millón 835 mil personas, está afectada por la pobreza.
Desde que se iniciaron estas encuestas en 1993, la metodología que se ha aplicado para medir la pobreza en Nicaragua es la diseñada por el Banco Mundial, bastante cuestionable porque se basa en el agregado de consumo y no en el ingreso personal disponible.
Según esa metodología, el pobre extremo, que se asocia con un estado cercano a la mendicidad, tuvo en 2014 un gasto de consumo personal equivalente a US$1.11 o menos, y ese valor máximo de consumo individual es lo justo para que el pobre extremo pueda ingerir los alimentos que le garanticen la ingesta de 2 mil 282 kilocalorías por día.
El pobre, o sea, el que no es extremo, tiene un gasto de consumo personal diario a lo sumo de US$1.80 y al menos de US$1.12, con lo cual satisface la ingesta de kilocalorías diarias antes mencionada y adquiere algunos otros bienes, tales como vestuario, limpieza personal y del hogar, y otros servicios, tales como transporte, educación y salud.
Con los datos de la VI EMNV 2014 también se puede comprobar que las personas que viven zonas rurales son casi 7 veces más pobres extremas y 3 veces más pobres que las personas que viven en zonas urbanas, y que la inequidad de la distribución del ingreso se deterioró en 2 décimas porcentuales al pasar el coeficiente de Gini de 0.46 en 2009 a 0.48 en 2014.
Sin embargo, es bastante probable que las familias de más altos ingresos no responden la encuesta de medición de nivel de vida y la población que responde puede pensar que no es pobre, pero estadísticamente lo es si se le preguntara por su carencia de necesidades básicas.
Además, Nicaragua, después de Haití, está en la cola de los países de Latinoamérica y del Caribe por su ingreso promedio anual per cápita de 1 mil 932 dólares registrado en 2014, lo cual invitaría a pensar que da igual el indicador que se utilice para medir la pobreza.
Pero no debería ser así. Creo que la metodología más objetiva para medir la pobreza es la de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) de los hogares, caracterizadas por el hacinamiento, la insuficiencia de los servicios de agua potable y alcantarillado, la vivienda inadecuada, la inasistencia de los niños en la escuela, y el número de personas dependiente por cada ocupado tomando en cuenta la escolaridad del jefe del hogar.
Nicaragua aún tiene una tasa de crecimiento económico insuficiente para reducir el subempleo, el desempleo y la pobreza, no obstante dicha tasa de crecimiento es la más elevada entre los países centroamericanos, excluyendo a Panamá. La producción de bienes y servicios debería crecer, al menos, a un ritmo de 6% anual para disminuir en 1 punto porcentual la tasa de subtilización de la fuerza laboral, debido a la baja productividad de la economía y la creciente informalidad del mercado laboral.
La pobreza no se mide igual en todos los países y en todos los continentes.
Cuando los expertos determinan quién es pobre, este sustantivo adquiere varios calificativos, entre los que se destacan los de general y extremo, urbano y rural, infantil y juvenil, crónico y temporal, pero uno espera conocer los riesgos de la exclusión social, es decir, la población en edad escolar no matriculada y el porcentaje de la población sin acceso a los servicios de salud, y los riesgos de la exclusión del mercado, o sea, la tasa de subempleo, la tasa de desempleo, la cobertura de los servicios de seguridad social y el número de puestos de trabajo indecentes.
En Nicaragua, las estadísticas sociales tienen un rezago de dos años; por ejemplo, al concluir el año de 2015 era y hoy es bastante difícil obtener los datos del sector social correspondiente a 2013.
La medición de la pobreza con el agregado de consumo, lo que se conoce como línea de pobreza general y línea de pobreza extrema, olvida el carácter multi-dimensional de la pobreza y nos hace caer en la trampa de la definición uni-dimensional de la pobreza, como lo hace el Banco Mundial y como han tendido a hacerlo en el país la Estrategia Reforzada del Crecimiento Económico y Reducción de la Pobreza (ERCERP) con su crecimiento económico “amplio, equitativo y sostenible” y el Plan Nacional de Desarrollo (PND), que después se volvió un Plan Nacional de Desarrollo Operativo (PNDO), con su crecimiento económico basado en el concepto de competitividad y el desarrollo de ocho conglomerados (o clusters).
Sin embargo, no existe una relación automática de causa y efecto entre crecimiento económico y reducción de la pobreza, porque el crecimiento económico puede, en ciertas condiciones, conducir a una reducción significativa de la pobreza y, en otras, puede tener poco o ningún impacto sobre la pobreza.
Por esta razón, considero que el Plan Nacional de Desarrollo Humano (PNDH) abordó el crecimiento económico con el criterio de superación de la pobreza y la eliminación del hambre, basado en valores como “la solidaridad, comunidad, complementariedad, redistribución, inclusión e igualdad”, pero esta estrategia se ha enfocado casi exclusivamente en la reducción de la pobreza extrema y descuida a los pobres en general y a los no pobres que corren el riesgo de empobrecerse, porque están próximos a la línea de pobreza o por la persistencia de una alta tasa de subempleo que afecta a un poco más de la mitad de las personas ocupadas en el mercado laboral del país que supera el 30% de la población económicamente activa del país.
Si la pobreza se midiese con la distribución de los ingresos, habría la necesidad de actualizar las estadísticas del salario nacional por estratos de trabajadores, o sustituir el actual salario promedio por su moda o su mediana y, además, tomar en cuenta el tamaño promedio nacional de un hogar.
No hay que olvidar que el cuestionado valor del salario promedio nacional, resultante de dividir la masa salarial entre el número de trabajadores, es casi igual al costo de los 23 productos alimenticios incluidos en la canasta de consumo básico y que se requieren 2.4 salarios mínimos legales (promedio simple) para comprar una canasta de consumo básico.
Todas las mediciones de la pobreza son relativas. No es lo mismo ser pobre en Managua o en Bluefields, o en Jinotega o Chontales.
 Por eso creo más a los resultados de las encuestas sobre las Necesidades Básicas Insatisfechas, que mide la acumulación de problemas que puede sufrir un hogar. Y sobre esos resultados, comenzar a debatir y formular una estrategia de crecimiento económico pro-pobre para Nicaragua.
https://nestoravendano.wordpress.com/

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