En diciembre 2012 se ha cumplido un siglo desde que el célebre busto de Nefertiti fuera desenterrado entre las ruinas de la antigua capital de Akenatón, en Egipto. Y en estos cien años esta pieza, una de las más reconocibles de la cultura egipcia, no ha dejado de generar polémicas. La última es muy seria. Según explica el historiador de arte alejandrino Henri Stierlin en su libro Le buste de Nefertiti: une imposture de l’ egyptologie?, este retrato conservado hoy en Berlín podría ser una falsificación creada en 1912. El cerebro de este fraude, según su tesis, no sería otro que Ludwig Borchardt, el arqueólogo que encontró la pieza.
Su sorprendente buen estado de conservación, la frescura de sus pigmentos y la desconcertante modernidad de la representación apuntalan esa idea, aunque según Stierlin, Borchardt no albergó malicia al fabricarla. El arqueólogo pudo haber creado ese busto para probar sobre él algunas muestras de pintura que encontró durante sus excavaciones –pigmentos de 3.000 años, tal y como han datado las pruebas radiológicas-, pero cometió el error de dejárselo ver al príncipe prusiano Johann Georg, que se prendó de la belleza de esa dama y no cejó hasta llevársela a Alemania. ¿Cómo iba él a desdecir a un príncipe? Tras esa concesión, todo se complicó. La legión de admiradores pronto fue tal que resultó poco conveniente aclarar las cosas.
Pero si Stierlin tiene razón, ésta no sería la única falsificación de este caso. Los alemanes se llevaron a Berlín el busto tras ceder a las autoridades egipcias una hoy famosa estela familiar en la que se representa a Neferiti, Akenatón y sus tres hijas y que es uno de los tesoros más apreciados en el Museo de El Cairo. La pieza, según el egiptólogo alemán Rolf Krauss fue creada a principios del siglo XX siguiendo los cánones del arte amarniano pero dotando a sus cabezas de una proporcionalidad que nunca tuvieron otros restos de ese periodo desenterrados en Egipto. Cabría pensar incluso que ambas –busto y estela- salieron de la misma mano anónima; un artista hábil pero poco ducho en egiptología ya que cometió varios errores gramaticales en los jeroglíficos que acompañan a la estela.
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