“Antes de que pueda surgir una relación sana entre dos personas que han estado unidas por una variedad de distorsiones mutuas, puede surgir una tormenta interior o exterior que cumpla la misma función de reequilibrio que una tormenta eléctrica o un temblor en el ámbito de la naturaleza.” del libro: “Del miedo al Amor”(*)
Imagen: Mother Earth, © Allison Killa.
Formamos parte de la Tierra, somos con ella una Unidad. En ocasiones el cuerpo físico se manifiesta enfermo en consecuencia de un proceso interno insano, como agresividad no reconocida, egoísmo, heridas irresueltas, sentimientos reprimidos, miedo a vivir los cambios, soledad interior, etc. Y aunque no lo veamos, todo tiene su repercusión en la Tierra.
Lo que vemos y utilizamos para nuestro beneficio es el Cuerpo Físico de la Tierra, sus elementos: el mundo mineral, vegetal, agua y fuego. ¿Y cuál es la parte de la tierra con la cual convivimos también, pero que no percibimos como una realidad concreta, como si percibimos lo anterior nombrado?
La tierra, sólo como un cuerpo físico, se encuentra limitada en su evolución espiritual. Nosotros, sólo existiendo desde el mundo físico, también nos encontramos limitados. Lo que no percibimos, y comienza aparecer como una realidad es que nuestras capacidad espirituales están unidas a las capacidades espirituales del Ser Tierra.
Así como somos seres físicos, en nosotros existen además infinitas capacidades por expresar, y es aquí donde la Tierra tiene su máximo potencial: En nosotros como Seres Espirituales.
Nuestra evolución espiritual es la evolución espiritual de la Tierra.
Podemos sentir, reflexionar, percibir, intuir, y con todo esto podemos hacer algo. Tenemos la capacidad que ningún otro ser físico sobre la tierra posee: Transformar, plasmar, concretar. Este es nuestro máximo poder.
Un animal tiene emoción e instinto. Tan sólo hace, movido por sus emociones más básicas, que no son buenas ni son malas, simplemente son. No tiene la capacidad de pensar o intuir acerca de las consecuencias de sus actos, el animal hace lo que tiene que hacer dentro de su escala evolutiva. Sin embargo el Hombre siente, piensa, tiene instinto, tiene intuición, y puede detenerse y ver qué hace con ello. A esto le llamamos Conciencia. La Conciencia es el mayor potencial del Ser humano como Ser Espiritual. El Hombre puede decidir concientemente cambiar la realidad en el sentido que se lo proponga. Podemos cuidar y sanar, pero también podemos dañar y enfermar. Y cuando dañamos, he aquí algo fundamental que no vemos aun: Así como cuando tomamos nuestro poder espiritual y nos hacemos responsables de él, estamos llevando a la Tierra a una escala de mayor Evolución, cuando no somos íntegros, benevolentes, compasivos, altruistas, es en la Tierra donde también repercute.
Cuando el egoísmo es el que nos guía, cuando el dolor interno nos enferma el cuerpo, cuando la sed espiritual no es escuchada, cuando por miedo a conocernos verdaderamente no nos permitimos cambiar y continuamos repitiendo estructuras caducas, cuando nos ahogamos por dentro, cuando estallamos como un volcán fuera de control, cuando el fuego de lo queremos hacer y no hacemos nos quema, cuando somos pobres en el dar, cuando nos volvemos mezquinos y secos, cuando el recurrente rencor y resentimiento se transforma en una guerra contra el otro, cuando nuestra rigidez es tal, que nuestro cuerpo nos duele, y solo un temblor involuntario nos libera, cuando nuestras emociones, nuestra agua interior no están calmas, y se sacuden contra las orillas de nuestros ojos y la angustia desnuda un profundo dolor, cuando nuestra vida se vuelve hueca, llana y sin sentido, nuestro cuerpo enferma, clama y reclama. No acepta la infelicidad.
Somos más de 6800 millones de personas las que habitamos este Ser Tierra. Si cada ser que la habita en algún lugar siente este caos interior ¿puede la Tierra ser indiferente? ¿Podría no percibir nada y sus aguas seguir en armonía, sus vientos en calma, y en quietud su centro? Si nos consideramos como entes separados que ninguna relación tenemos uno con otro, que tan solo existimos al azar, y entre cada uno de nosotros solo hay vacío, podríamos pensar que la tierra no tiene nada que ver con nosotros y que tan solo nuestra relación con ella es funcional. Pero hablar de esto en esta época, es casi como decir que la tierra es cuadrada. Terremotos y temblores, tsunamis, violentas tormentas, desprendimiento de icebergs, deslaves, sequías, inundaciones, huracanes y tifones nos pueden estar indicando esta realidad.
“Nuestra civilización entera se ha basado en dos falsas suposiciones centrales que aún son enseñadas en nuestras escuelas hoy. La primera suposición falsa es que el espacio entre las cosas está vacío. Nosotros decimos, “Que el noventa y seis por ciento del universo es espacio vacío”. Lo que importa, o se podría decir la materia – es como máximo cuatro por ciento. La segunda suposición falsa es que nuestra experiencia interna – nuestro pensamiento, sentimiento, emoción y creencia- no tienen efecto en nuestro mundo más allá de nuestros cuerpos. Ambas de estas suposiciones han sido probadas absolutamente falsas. Eso no es teoría, es un hecho científico, documentado en revistas científicas. No solo ha ido a nuestras escuelas y libros de texto universitarios.” Ver más en: Llevando a la Humanidad a una Encrucijada: Entrevista a Gregg Braden
Ahora es importante aclarar que la búsqueda no es que el ser humano se sienta “culpable” del caos, sino Conciente de la interconexión que existe entre Todo lo que Es, y responsable de lo que emite en su diario vivir.
Mucho está sucediendo, y lo estamos viendo. Pero mucho también está sucediendo, y no lo estamos viendo. Hoy muchas personas se encuentran replanteando su vida, su rumbo, muchas parejas se rompen, muchas parejas renacen, muchas personas definen su vida, muchos deciden cambiar de área de trabajo, o el lugar en donde viven. Muchos seres están sintiéndose profundamente llamados a encontrarle Sentido a lo que Hacen, y esto es lo que está y no vemos, pero repercute en nuestra vida diaria. Nos moviliza en todos los aspectos en los que existimos.
¿Estamos presenciando algún final? ¿Estamos presenciando algún comienzo? Estas preguntas hacen eco en nuestro interior.
No importa saber la respuesta si estamos haciendo lo que tenemos que hacer. Si estamos despiertos, si somos concientes de nuestra valiosa vida.
Un refugio, un refugio interior es lo que más necesitamos encontrar en definitiva. Un lugar en nosotros mismos donde hallar la paz, donde colaborar con la tranquilidad. No hay miedo que tener, somos hijos de la Tierra, pequeños Ángeles encarnados. Solo debemos reconocerlo, hacernos cargo con humildad de nuestro poder. Hacernos cargo también de la parte nuestra que está desconectada de esta fuente, y se alimenta diariamente de ira, rencor, egoísmo, resentimiento, miedo, dolor.
Podemos hacer un trabajo de reconocer todo lo que somos, lo podemos hacer de forma armoniosa y amorosa con nosotros mismos y con el entorno.
Somos la Raza Humana, una raza con infinitas capacidades, ¿vamos a seguir creyendo que hemos venido a crecer, estudiar, trabajar, tener cosas, formar una familia y morir?
Nada de esto es negativo, crecer, estudiar, trabajar, tener cosas, formar una familia y morir, todo esto puede ser nuestro mayor canal de Luz y Transformación, pero cuando la vida se hace monótona, opaca y limitada, vivimos como si fuera que tenemos la obligación de hacerlo. Sobrevivimos, y más aun, tristemente a veces vivimos evitando vivir.
Lo que más importa no son las cosas que alcanzamos o que tenemos, sino nuestra relación con ellas.
No más de lo viejo. Esto nos está diciendo la Tierra: “Seres amados ¡no desperdicien su vida! Amen, amen conmigo. Expandan su potencial, lleven a la Luz a sus Hijos. Hagan brillar sus ojos de felicidad y sean mensajeros de lo Nuevo! Ustedes lo hacen por mí. Yo les ofrezco mi morada, hagamos juntos esta labor, hagamos de la existencia un Paraíso.”
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