«El instinto de creación está profundamente enraizado en el ser humano. Pero si éste no ha desarrollado las facultades que le permiten entrar en contacto con los mundos superiores, sus obras no serán más que copias reproducciones y no creaciones verdaderas. Exactamente igual como cuando los padres y las madres reproducen sus propias debilidades y deficiencias en sus hijos: aunque le llamen a esto creación, en realidad no es sino una reproducción.
La verdadera creación recurre a unos elementos de naturaleza espiritual. El artista que quiere crear debe superarse, sobrepasarse, es decir que mediante la meditación, la contemplación, debe elevarse hasta regiones celestiales para captar en ellas los elementos que va a utilizar en su trabajo. Sólo así sus obras superarán su nivel de conciencia ordinario y merecerán verdaderamente el nombre de «creaciones».»
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