Antonio Caetano de Abreu Freire Egas Moniz es el único científico portugués que ha conseguido el premio Nobel. Egas Moniz, que es como se le conoce, no son sus verdaderos apellidos sino el nombre de un noble medieval del que según un tío sacerdote de nuestro médico, descendía la familia. En 1949 le fue concedido junto al neurólogo suizo Walter Rudolph Hess, el galardón en Medicina y Fisiología por “su descubrimiento del valor terapéutico de la leucotomía en algunas psicosis.” La leucotomía era una técnica psicoquirúrgica que es más conocida por uno de sus sinónimos: lobotomía, que significa etimológicamente “cortar-lóbulos” (cerebrales). Antes de los estudios de Moniz, existían antecedentes como el trabajo del investigador alemán Freiderich Golz, que cortando tractos nerviosos en el cerebro de perros conseguía que perdiesen la agresividad y se comportaran de una manera tranquila y calmada o los experimentos de un psiquiatra suizo, Gottlieb Burckhardt, que había operado a seis pacientes con esquizofrenia, con dos pacientes muertos por la operación y unos resultados muy irregulares y que fueron muy criticados.
Egas Moniz tenía una excelente reputación porque era el descubridor de la angiografía, una técnica de diagnóstico importante por la que ya había sido candidato al Nobel. Junto con un cirujano, Almeida Lima, operaron a veinte pacientes entre noviembre de 1935 y febrero de 1936. Los trastornos mentales para los que aplicaron la lobotomía eran muy variados e incluían depresión (9), esquizofrenia (6), ataques de pánico (2), manía (1), catatonia (1) y depresión maníaca (1). Egas Moniz señaló posteriormente que un tercio de los pacientes había mejorado notablemente, en otro tercio la mejoría era leve y el otro tercio no mostraba cambios. Ninguno había muerto como resultado de la operación ni se habían observado problemas graves como ataques epilépticos o comportamientos violentos. La lobotomía se convirtió en una terapia prometedora para una enorme variedad de trastornos del sistema nervioso de la psicosis a la depresión, de las neurosis a la criminalidad recurrente y fue ampliamente utilizada. Se calcula que Walter Freeman realizó más de lobotomías a lo largo de su carrera médica.
La lobotomía es ahora un ejemplo de operación cruel e inhumana. Los familiares y herederos de las personas lobotomizadas piden que se retire el premio Nobel a Egas Moniz, algo que nunca se ha hecho en la historia. Hay que pensar que hasta el siglo XX la única respuesta de la Medicina ante un trastorno mental era la internación en un manicomio, a menudo de por vida. En las primeras décadas del siglo pasado se desarrollan nuevos procedimientos, con profundos efectos secundarios a menudo pero que están acordes a una nueva etapa de la Medicina, mucho más proactiva, más agresiva, más arriesgada. Por un lado, los médicos quieren hacer algo ante el sufrimiento de miles de pacientes y sus familias; por otro, estos pacientes no tienen prácticamente derechos ni respaldo social que les proteja de médicos poco escrupulosos, aunque estén cargados de buenas intenciones con lo que pueden convertirse fácilmente en víctimas. Entre los tratamientos complejos y peligrosos que se ponen en marcha esos años están el contagio consciente de malaria como tratamiento para la paresis general, el sueño profundo inducido con barbitúricos, el choque insulínico, la terapia de choque con cardiazol y el electrochoque. La lobotomía es considerada menos peligrosa y más exitosa que varias de esas intervenciones también frecuentes. Todas estas técnicas fueron parte de una evolución, de la que todavía somos parte, del principio hipocrático del primun non nocere (lo primero no hacer daño) a una nueva consideración tanto entre muchos médicos como en una gran parte de la sociedad de “intentar lo que sea” para curar lo incurable.
Eliminar las conexiones por las que cursaban emociones básicas como la ira o el dolor, parecía un buen sistema para mejorar la calidad de vida de la persona afectada y de su familia. Egas Moniz propuso una técnica que consistía en hacer dos pequeños agujeros a los dos lados de la frente y meter a su través una herramienta de la que salía un alambre retráctil que cortaba el tejido nervioso y permitía separar la corteza prefrontal del resto del cerebro. Freeman usaba otra técnica llamada la lobotomía del punzón de hielo porque insertaba un instrumento puntiagudo a través del delgado hueso que forma la órbita ocular, dando un golpe con un martillo, y luego lo movía hacia un lado y otro, seccionando también las conexiones de la corteza prefrontal. La técnica de Freeman era muy rápida, no requería hospitalización y llegaba a realizar unas 25 lobotomías al día. En una década y media que estuvo en bpga esta técnica, se hicieron decenas de miles de operaciones psicoquirúrgicas en todo el mundo. La lobotomía desapareció del “arsenal” de los psiquiatras cuando aparecieron nuevos fármacos como los antipsicóticos y analgésicos poderosos, pero ellos tampoco estaban libres de efectos secundarios y problemas. Egas Moniz , que había sido tres veces ministro de asuntos exteriores de Portugal recibió ocho tiros en 1938, cuando tenía 63 años de edad. Un paciente psiquiátrico suyo le disparó, dejándole paralítico para el resto de su vida. Esta persona adujo vagamente que el médico no le estaba dando los medicamentos necesarios para su enfermedad.
Una prueba de la buena consideración de la nueva técnica psicoquirúrgica es que Rosemary, la hermana de John F. Kennedy y Robert Kennedy fue lobotomizada. Rosemary ha sido descrita como una niña tímida cuyo cociente de inteligencia (C.I.) estaría entre 60 y 70 lo que señalaba un retraso mental moderado. Otros médicos sugieren que simplemente era alguien con un CI de 90 en una familia donde todos estaban por encima de 130. Finalmente, algunos piensan que lo que tenía era una depresión con ansiedad y que nunca se hizo una lobotomía a alguien con retardo mental. Su hermana Eunice pensaba que su estado era debido a una falta de oxígeno en el parto mientras que otra parte de la familia pensaba que era debido a algún matrimonio entre primos segundos realizado dentro de la familia. Rosemary tuvo profesores particulares, fue escolarizada en las instituciones más prestigiosas de la época y tanto ella como sus cuidadores recibieron el apoyo económico y político de la poderosa familia Kennedy. Rosemary podía “leer, escribir, deletrear y contar” algo que en principio sugeriría un CI de al menos 75. Estudiaba y estudiaba pero sentía que decepcionaba a sus padres a los que estaba loca por agradar. Con su hermano Jack, el futuro presidente, pleno de encanto y carisma, salió a actos sociales y bailes, donde su situación conseguía pasar desapercibida. Su diario muestra la actividad superficial de una joven de la alta sociedad, yendo a recepciones, bailes, prueba de vestidos, acontecimientos deportivos,… Fue presentada al rey Jorge VI y a su esposa la reina Elizabeth durante el mandato de su padre como embajador norteamericano en el Reino Unido.
Rosemary era guapa y pronto empezó a atraer el interés de distintos muchachos que pensaban que sus silencios y su forma peculiar de hablar eran parte de su feminidad. Mientras que de niña era tranquila y fácil de llevar, cuando entró en la vida adulta su personalidad fue cada vez más fuerte y tenía violentos cambios de humor. La educaban en un convento pero empezó a escaparse alguna noche. Quizá eso fue lo que disparó las alarmas en la familia. Las ideas de la época era que una joven con retraso mental tenía una propensión a llevar una vida sexual desaforada y a terminar convertida en una prostituta. Algo inaceptable y peligroso para las carreras políticas de los Kennedy.
En 1941, cuando Rosemary tenía 23 años los médicos le dijeron a su padre que un nuevo procedimiento, la lobotomía, podría estabilizar sus altibajos emocionales, suavizar sus ataques de ira y convertirla en una persona más tranquila y dócil. James Watt, que realizó la operación con Walter Freeman indicó cómo se hizo “entramos por la parte superior de su cabeza. Creo que estaba despierta. Le habíamos dado un tranquilizante suave. Hice una incisión quirúrgica de no más de una pulgada. El corte estaba cerca de la frente y a ambos lados.” El instrumento utilizado era similar a un cuchillo de los que se usan para extender la mantequilla. Mientras el Dr. Watts cortaba con dicha herramienta quirúrgica, el Dr. Freeman iba preguntando cosas a Rosemary. Le pidió que dijera una oración o que cantara “Dios bendiga a América” o que contara hacia atrás. “Hicimos una estimación de cuánto cortar en función de cómo respondía.” Cuando las respuestas de Rosemary empezaron a ser incoherentes, dejaron de cortar.
A resultas de la operación, Rosemary no solo no mejoró sino que quedó con una incontinencia urinaria y una mentalidad aún más infantil y plana, se quedaba mirando la pared durante horas y su habla se volvió ininteligible. Rosemary pasó el resto de su vida internada en una casa que su familia construyó para ella junto a una institución religiosa (Santa Coletta) para personas discapacitadas. Rosemary estuvo acompañada siempre por dos monjas y una profesora de cerámica que le visitaba tres veces a la semana. Le visitaban su madre y su hermana Eunice que fue luego la fundadora de los Juegos Paralímpicos. Rosemary falleció el 7 de enero de 2005, a los 86 años. Fue el quinto de los hermanos Kennedy en morir pero el primero que lo hizo por causas naturales.
El otro caso famoso de una lobotomía, no comprobada en este caso, es Eva Perón. Tan solo Maradona puede disputarle el título de personaje argentino más famoso de la Historia. Eva Perón desarrolló un cáncer de útero del que falleció el 16 de julio de 1952, a los 33 años. En el 2005, un neurocirujano húngaro, George Udvarhelyi, quien formó parte del entorno médico de Perón, afirmó en una entrevista que Evita no soportaba los dolores, que la morfina ya no le hacía efecto y que se había decidido realizarle una lobotomía para mitigar su sufrimiento. La operación la habría realizado el neurocirujano estadounidense George Poppen, en Buenos Aires. De hecho, la lobotomía se usaba de forma común a finales de la década de los 1940 y comienzos de la de los 1950 para el tratamiento del dolor que no respondía a ningún otro procedimiento.
En el 2011, unos neurocirujanos, de la Universidad Nacional de Cuyo, de Argentina, y de la Universidad de Yale, de Estados Unidos, reavivaron esta información indicando que su apoyo a la posibilidad de una lobotomía se basaba en información médica y declaraciones de médicos del entorno del tres veces presidente argentino, Juan Domingo Perón, esposo de Evita. Cremaschi, uno de los médicos de Cuyo, indicó que la lobotomía fue realizada en “el contexto de un paciente oncológico terminal con sufrimiento de dolores por la metástasis en huesos, además de la agitación y ansiedad por la enfermedad”. Estos investigadores indicaron que “teníamos informaciones y testimonios que hablaban de lo mismo. Y accedimos a algunas de las radiografías que se le hicieron a Eva Perón, pero no las de cráneo, por lo que recurrimos a un documental donde se ven todas las radiografías”, señaló Cremaschi. Empezando con las imágenes del documental y según Cremaschi después “de un trabajo técnico”, pudieron aislar los detalles de las radiografías del cráneo, en las que, según él “se ven los orificios que se hacían para realizar esta cirugía”.
El presidente del “Instituto Nacional Juan Perón” Lorenzo Pepe, declaró a las agencias de prensa que se trataba de un “absurdo supino” promovido por personas que quieren ganar fama aprovechándose de “una mujer fallecida con mucho sufrimiento hace casi 60 años, difundiendo algo que “no tiene fundamentos y contradice documentos históricos, de testigos directos, de la muerte tan lenta y dolorosa que sufrió Evita.” Según Pepe, Perón nunca habría autorizado un “tratamiento cruel” como la lobotomía, la morfina ya estaba disponible en esa época y Jorge Alberto Taiana, uno de los médicos de Eva, escribió unas memorias de esos últimos días y en ningún momento se menciona una lobotomía.
Cremaschi aclaró que la investigación “tiene un fin histórico y científico, sin ningún objetivo político” algo que suena demasiado a lo de “excusatio non petita, accusatio manifiesta” La existencia de la lobotomía solo podría demostrarse exhumando los restos de Eva Perón aunque no parece probable que eso se realice, al menos en el futuro próximo. Y es que tanto el apellido Kennedy como el nombre Evita están cargados de significado e impacto político, aunque los protagonistas hace mucho que ya no estén entre nosotros.
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