Una exdentista nos descubre la historia corrompida del azúcar
La investigadora Cristin Kearns, de la Universidad de California en San Francisco, abandonó una prometedora carrera en la Fundación Kaiser para ahondar en los archivos de la Industria Azucarera y obtener una prueba irrefutable. Con la ayuda del hombre que desacreditó a las grandes Empresas Tabacaleras, está ahora comprobando cómo los científicos de la Industria del Azúcar miran hacia otro lado a la hora de comprobar los efectos nocivos de algunos ingredientes.
Por Francie Diep, 18 de enero de 2016
Para Cristin Kearns sucedió como suele suceder por casualidad en las búsquedas de Google: en las 10 páginas de los resultados de la búsqueda vio por primera vez el nombre del famoso nutricionista Ancel Keys, al que se hacía mención en el libro Zoology Reprints and Separata, vol. 166.
Zoology reprints es uno de esos libros escaneados que se pueden encontrar en Internet, que puede encontrarse con sólo poner estas palabras. El contenido del volumen es variado y algo oscuro. Aparece una lista de especies de árboles de los bosques de Estados Unidos, un catálogo de los cursos de Sul Ross State Teachers College de Texas; y una serie de panfletos sobre el azúcar de una empresa, entre los que se encontraban estos dos: uno con el título de “El azúcar es el fundamento de la vida” y otro con el de “Algunos datos sobre el azúcar de la Fundación de Investigación, Inc., y su programa de Concesión de Premios”.
Fue de este último panfleto del que Kearns aprendió de las asociaciones comerciales entre los fabricantes de azúcar y la financiación de investigaciones. A partir de ahí, consultó listados de otros estudios, ocultos en las colecciones universitarias. Kearns ha estado utilizando estos documentos para determinar cómo las Corporaciones influyen en la investigación sobre los efectos adversos en la salud del azúcar.
Uno de sus hallazgos más fructíferos fue la correspondencia de Roger Adams, profesor emérito de química orgánica de la Universidad de Illinois y miembro del Consejo Asesor de la Fundación de Investigación del Azúcar. Cuando murió, Adams dejó sus cartas en la Universidad, incluyendo memorandos e informes que había intercambiado con la Fundación de Investigación del Azúcar. En base a estos documentos, Kearns publicó un estudio en PLoS Medicine el año pasado, mostrando que la Fundación y otros grupos intentaron desviar la atención sobre los estudios de los investigadores estadounidenses sobre cómo reducir el consumo de azúcar para disminuir las caries. Los grupos, apoyados por una financiación procedente de la industria de la caña y de las remolacha azucarera, publicaron investigaciones sobre la improbabilidad de reducir el consumo de azúcar, o bien lanzando la idea de una vacuna contra la caries. LaFundación de Investigación Internacional del Azúcar, la sucesora de laFundación de Investigación del Azúcar, invitó a las científicos estadounidenses a participar en un panel científico, señalando qué estudios dentales debía financiar el Gobierno. Después, esta Fundación envió recomendaciones de investigación al que por entonces se llamaba Instituto Nacional de Investigación Dental, minimizando la importancia de consumir menos azúcar y de las caries. Kearns encontró que el Instituto Nacional de Investigación Dental asumió el 78% de las recomendaciones de los fabricantes de azúcar.
Ahora, Kearns ha vuelto a analizar los documentos de Rogers, así como otros muchos que estaban olvidados, para tratar de evaluar hasta dónde llega la Industria del Azúcar. A finales de 1970, los nutricionistas debatían con ahínco las principales causas de la enfermedad cardíaca y de la diabetes: ¿comían los estadounidenses demasiado grasa, colesterol, azúcar, o era una combinación de las tres cosas? Cada vez se hizo más evidente que el exceso de azúcar contribuía a la obesidad y la diabetes, pero, desde hace muchos años, los nutricionistas se ocuparon de otras cosas. Kearns está utilizando ahora los papeles de Rogers para comprobar la hipótesis de que los científicos financiados por la Industria dirigieron sus investigaciones hacía la grasa y el colesterol, a los que echaron todas las culpas. En última instancia, ella quiere realizar un examen más detallado sobre los científicos pagados por la Industria alimentaria que aconsejan a las instituciones gubernamentales que dictan las recomendaciones dietéticas.
El Programa de investigación de 1940 de la Fundación del Azúcar fue todo un descubrimiento para Kerns, algo impensable hace 20 años ¿Quién iba a pensar en la publicidad incluida en un texto de zoología?
“Cuando lo encontré, me sentí aliviada”, dice ella. Algo más de un año antes, había decidido dejar su trabajo como gerente de operaciones dentales del Programa Kaiser de Atención Dental Permanente del Noroeste, después de su sorprendente encuentro en una conferencia de dentistas. Un médico le entregó un folleto con algunas sugerencias para que los dentistas se las comunicasen a sus pacientes con diabetes. Se hablaba de “aumentar el consumo de fibra, reducir el consumo de grasas, reducir el consumo de sal, reducir las calorías ingeridas, pero no decía nada de disminuir el azúcar”, dice ella. Entonces comenzó a pensar por qué un folleto publicado por el Gobierno no recogía el que parecía ser un consejo obvio. La influencia de la Industria saltaba a la vista.
Si existen tales esfuerzos de la Industria del Azúcar para influir en las investigaciones sobre los efectos nocivos en la salud del azúcar, sobre los cuales dependen las directrices nacionales e internacionales sobre el consumo de azúcar, entonces tales directrices se basan en una Ciencia defectuosa. Hasta hace poco, organismos federales, como el Departamento de Agricultura (USDA) y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), no habían dado recomendaciones oficiales sobre la cantidad de azúcar que una persona debe consumir, a pesar de que siempre las han dado sobre el consumo de grasa y de sodio, por lo menos desde hace 20 años. Kearns y otros han atribuido este retraso a los esfuerzos del lobby del azúcar, de la Industria de los refrescos y de otras empresas alimentarias. Mientras tanto, el consumo medio de azúcar de los estadounidenses ha crecido un 10% entre 1980 y 2010. El consumo de bebidas azucaradas sólo ha empezado a descenderse hasta poco.
Incluso después de encontrar aquellos documentos, Kearns todavía tiene mucho por hacer: tiene que leer y analizar más de 1500 páginas. Y además tiene que encontrar una manera de llamar la atención de los políticos.
Pero antes de que la dentista se encontrase sin empleo, y comenzara a desconfiar de las recomendaciones de la Industria sobre la salud, Kearns, una mujer delgada, rubia, cuya voz mantiene un tono suave, me hizo sentir que le estaba gritando cuando trataba de imaginar la manera de que sea escuchada.
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Se puede tardar un tiempo en descubrir qué es lo que está tratando de hacer Kearns. Tiene la esperanza de que su análisis sirva para comprender, cuantitativamente, qué influencia ha ejercido en cada caso la Industria Azucarera en la Ciencia nutricional que es favorable a los consideraciones de la Industria. Este tipo de trabajo no es algo nuevo, por supuesto. Es la forma de operar en el campo del periodismo de investigación y en la historia.
Kearns se une a los recientes esfuerzos de varios periodistas para documentar cómo las actividades de las empresas de alimentos y bebidas han contribuido a los altos índices de obesidad y enfermedades crónicas. El reportero de The New York Times Michael Moss, ha escrito varios artículos acerca de cómo los fabricantes de alimentos diseñan sus patatas fritas y bebidas azucaradas para que la gente quiera consumir más; su colega Anahad O’Connor ha informado sobre un programa de investigación financiado por Coca-Cola que dice que es el ejercicio y no el consumo de menos calorías lo que permitiría la pérdida de peso, a pesar de que muchos estudios científicos indican que a la mayoría de las personas les resulta muy difícil perder unos kilos haciendo sólo ejercicio. Kearns es coautora de un artículo de investigación, junto con el periodista Gary Taubes, sobre los esfuerzos de las Empresas azucareras para crear un cuerpo de investigación que cuestione los vínculos entre el consumo de azúcar , la diabetes y las enfermedades cardíacas.
Kearns es una de las pocas personas que ha encontrado pruebas de que los fabricantes de azúcar procedente de la caña y de la remolacha, han contribuido a problemas de salud pública. Esto en parte se debe a haber trabajado como dentista, tanto en una consulta privada como en una clínica donde acudían personas de bajos ingresos, lo que le ayudó a darse cuenta de que algo iba mal cuando rara vez se hablaba del azúcar en las conversaciones sobre salud dental. Pero el suyo es un homenaje a la tenacidad, su disposición a rebuscar incluso en los rincones más recónditos de las biblioteca, su persistencia a dar la cara incluso teniendo una financiación bien consolidada.
Su caso también es algo ajeno al mundo académico, ahora que ejerce como investigadora en la Universidad de California, en San Francisco. La mayoría de las personas que estudian los temas relacionados con el azúcar y la salud en las Universidades, son químicos, o biólogos, o epidemiólogos. Se examinan los efectos del azúcar en el cuerpo, o se analizan los datos sobre si las personas que consumen más azúcar son más propensas a problemas de salud. No hay investigadores que se dediquen a estudiar el funcionamiento secreto de las campañas científicas de la Industria del Azúcar.
Sus actividades, como la manera de fabricar sus alimentos, la publicidad y el marketing, todo ello afecta a lo que la gente compra, y estudios de los científicos que trabajan para estas empresas para establecer directrices nutricionales, todo ello podría ayudar a explicar algunos de los principales problemas de salud pública. Podría ser especialmente importante para entender las llamadas enfermedades no transmisibles, tales como el cáncer, la diabetes, las enfermedades cardíacas, que no se transmiten de una persona a otra, como lo son el cólera o la gripe.
“La mayoría de las enfermedades no transmisibles son propagadas por las Grandes Corporaciones”, dice Stanton Glantz, investigador de salud pública famoso por su análisis de los documentos de la Industria Tabacalera en la década de 1990, “porque el comportamiento de maximización de beneficios les lleva a comercializar productos que terminan causando enfermedades”.Glantz es el mentor de Kearns en la UCSF. “Si usted está interesado en el control de las enfermedades, además de tratar de comprender los mecanismos a nivel molecular de cómo el fumar causa enfermedades cardíacas o cómo el fumar causa cáncer, usted tiene que mirar hacia afuera y ver qué es lo que está provocando esa enfermedad, ya que están amasando una enorme cantidad de dinero con ello”.
Las evidencias de la influencia de las Corporaciones en la Ciencia puede dar lugar a ciertos cambios en la política, algo que las evidencias biológicas y epidemiológicas no pueden hacer por sí solas. “Este tipo de investigación es muy útil para saber si usted debe sentar a estos chicos en la mesa (de negociaciones)”, dice Richard Daynard, un experto en leyes de salud pública de la Facultad de Derecho de la Universidad de Northearthern, Boston. No basta con saber que un producto puede ser perjudicial para la salud de las personas para convencer a los organismos gubernamentales para que impida que personas de la Industria no participen en las discusiones políticas. También es necesario que se den pruebas de mala conducta.
Hay muchas pruebas de irregularidades entre las compañías de tabaco, por lo que el Convenio Marco de la Organización Mundial de la Salud para el Control del Tabaco, incluye una cláusula de restricción de las entidades que tienen una participación en la Industria del tabaco en los esfuerzos para controlarlo. Daynard y Kearns quieren que se apruebe una norma similar con respecto a las empresas de alimentación en el proceso de redacción de las directrices nutricionales.
El trabajo de Kearns también puede llegar a descubrir más documentos de la Industria Azucarera y darlos a la luz pública. “Tal vez nos encontremos con algún abogado creativo en el camino que sepa aprovechar las investigaciones de Kearns, lo que podría ayudar en la elaboración de solicitudes”, dice Julie Ralston Aoki, abogada en el Centro Legal de Salud Pública del Colegio William Mitchell en St. Paul, Minnesota. Solicitudes enviadas en la década de 1990 al procurador general de Minnesota permitió la publicación de 70 millones de páginas de documentos secretos de las empresas tabacaleras, entre ellas Philip Morris y Britsh American Tobacco. Los investigadores han estado analizando estos documentos desde entonces. La OMS recibió pruebas de que las empresas estuvieron interfiriendo en los esfuerzos internacionales en el control del tabaco. Un grupo de presión los utilizó para revelar que un científico de la Universidad de Ginebra no dio a conocer su relación con Philip Morris International en sus estudios publicados sobre el humo. Si estudios análogos de la Industria azucarera se hacen públicos, investigadores como Kearns podrían realizar sus propios análisis, y tal vez encontrarse como más proyectos.
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Kearns tiene un importante precedente en un trabajo parecido: el de Glantz. En mayo de 1994, un anónimo Sr. Colillas le envió un paquete de cartas, notas y otros materiales de Brown & Williamson. El paquete contenía pruebas de que los ejecutivos de la Compañía sabían que la nicotina era adictiva y que fumar provocaba cáncer. Sólo un mes antes, los Directores Generales de las empresas tabacaleras estadounidenses habían afirmado que no creían que la nicotina fuese adictiva en su testimonio ante el Congreso.
Glantz y sus colegas hicieron público el descubrimiento en 1995 en una serie sobre los documentos del Sr. Colillas en el Journal of the American Medical Association. Finalmente, escribieron un libro titulado The cigarette papers. Los documentos filtrados sirvieron para que la Administración Clinton solicitase a la FDA una normativa de control del tabaco. Muchas publicaciones científicas empezaron a negarse a publicar aquellas investigaciones financiadas por la Industria del Tabaco.
Después de que Kearns encontrase la antigua correspondencia de Roger Adams, libros como The cigarette papers le pueden servir de modelo para saber cómo actuar. Con el tiempo consiguió la ayuda de un periodista, Taubes, cuyo libro Calorías buenas y malas señala que las calorías obtenidas de los cereales y azúcares refinados únicamente aportan más peso a la persona en comparación de las calorías obtenidas de las grasas y proteínas. Todavía los científicos debaten sobre la veracidad de esta hipótesis, pero ha quedado claro que Taubes es un buen conocedor de la Bioquímica y de la Ciencia de la nutrición.
El libro de Taubes ha inspirado a Kearns. En el libro, Taubes sostiene que el sesgo de las investigaciones ha llevado a las Agencias de Regulación a interpretar estos resultados científicos acerca de las grasas y los hidratos de carbono de una manera incorrecta. Los científicos tenían buenas intenciones, pero estaban demasiado influenciados por ciertas teorías, dice Taubes.
Haciendo un cálculo rápido:
Extraído de: http://dimetilsulfuro.es/2015/04/23/es-tan-malo-el-azucar/ |
Kearns no cree que a los científicos les ofusque la vanidad, sino que han creado confusión sobre este tema de forma deliberada y con la financiación de la Industria. ¿Cómo lo han hecho? Está explorando la idea que en las publicaciones de artículos científicos que eran favorables a la Industria, se recogían de forma inexacta los resultados de los experimentos sobre si consumir demasiado azúcar produce daños en la salud. Los científicos a menudo miran únicamente los resúmenes, y luego hacen las críticas, un punto de partida para realizar su propio trabajo. Los políticos se leen dichas críticas para tener un visión general de lo que dice la Ciencia sobre el asunto, bajo un presunto consenso. Si una influyente opinión está sesgada, tiene el poder de poder influir de manera negativa en el trabajo y en las conclusiones de otros investigadores.
Cuando esas opiniones son publicadas nadie se preocupa de comprobar su exactitud, dice Glantz. Cuando se trata de trabajar con la Industria, los científicos actúan como chiquillos con juguetes nuevos. “Las mayoría de los científicos son bastante ingenuos en su forma de pensar, ya que siempre ven buena voluntad, y en la investigación científica les han enseñado que deben centrarse en las ideas y no en las personas”, dice Glantz. “Se trata de unos buenos valores, pero por otro lado están las Empresas, los abogados y sus relaciones públicas, que saben cómo manipular esas buenas intenciones y los utilizan para sostener aquellos conocimientos que actúan en favor de sus intereses”.
En diciembre de 2010, Kearns envió a Taubes un mensaje usando un formulario de presentación de garytaubes.com. No obtuvo ninguna respuesta. Pasaron meses, concibiendo la idea de enviar una carta de consulta por su cuenta a las revistas, algo que tenía pocas probabilidades de tener éxito cuando se trata de alguien desconocido. Entonces vio que Taubes tenía programada una visita a una librería independiente de Denver, en febrero de 2011, para promocionar su libro Por qué engordamos. Se levantó temprano, se quedó hasta el final, y pudo hablar con él.
Taubes no había visto ese mensaje, pero enseguida se interesó por su trabajo. “Durante las investigaciones de mis anteriores libros, pude comprobar que existía una influencia de la Industria Azucarera en la determinación de las políticas públicas, pero no pude ahondar en este asunto”, recuerda. Pero Kearns sí: “El material de que disponía no tenía precedentes. Era precisamente lo que se necesitaba para documentar el programa de la Industria Azucarera”.
“Creo que le asusté un poco de tanta emoción como sentía”, dice ella.
Después de muchas idas y venidas, decidieron escribir conjuntamente un artículo para Mother Jones. Estuvieron trabajando durante más de un año para su redacción. Fue publicado a finales de 2012.
Uno de los científicos financiado por la Industria del Azúcar que aparece en el artículo es el desaparecido Frederick Stare, fundador del Departamento de Nutrición de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Harvard. Como informaron Kearns y Taubes, la Fundación de Investigación Internacional del Azúcar financió 30 estudios del Departamento de Stare entre 1952 y 1956. Después, en la década de 1970,dirigió un estudio denominado “El azúcar en la dieta humana”, que funcionarios de la FDA utilizaron para posteriormente decidir sobre las normas de regulación de los azúcares presentes en los alimentos, de obligado cumplimiento por parte de los fabricantes de azúcar. Además de estudios independientes, la citada revisión señala que muchos estudios financiados por la Industria no han encontrado ningún vínculo entre consumir demasiado azúcar y las enfermedades cardíacas y la diabetes. La FDA finalmente decidió que no era preciso regular la presencia de azúcar en los alimentos.
La Fundación de Investigación Internacional de Azúcar todavía existe en la actualidad. En 1978 se reorganizó y comenzó a denominarse Organización Mundial de Investigación del Azúcar. Roberta Re es la Directora General de la organización desde agosto, así que no ha tenido tiempo de decir mucho sobre la historia del grupo que representa. “Es difícil para mí hacer comentarios sobre las cosas que hayan ocurrido o no en el pasado, antes de que yo naciera. No creo que se puedan diseñar investigaciones para promocionar algo, y no creo que los científicos hayan hecho eso”, dice ella.
Stare murió en el año 2002, pero Stanley Gershoff, que comenzó a trabajar como investigador en nutrición en Harvard en 1951, ofrece una visión de cómo los científicos solicitaban a las Empresas de Alimentación financiación para su trabajo. Stare era el encargado de obtener la mayor parte del dinero para su Departamento, que carecía de dotación para apoyarlo, dice Gershoff. Así que pedir dinero a la Industria parecía una elección de lo más natural. “Había negocio en la alimentación, así que nos dirigimos hacia ellos”. Más tarde fue nombrado decano fundador del Departamento de Nutrición de la Universidad de Tufts y fue acusado de recaudar dinero del mismo modo.
En Tufts, Gershoff a veces rechazó dinero de la Industria si las exigencias eras excesivas. Kellog una vez le ofreció un contrato que requería que la Empresa viese antes los documentos del estudio antes de que fueran publicados en una revista. “Les dije que no, que nosotros no hacíamos las cosas de esa manera”, dice Gershoff. “Rechazamos 200.000 dólares. Después me dirigí a General Mills de Minneapolis y me dieron 300.000 dólares, sin ningún tipo de condicionantes”.
En cuanto a la influencia de la Industria del Azúcar, Gershoff se muestra escéptico: “Nadie, que sepa, escribió cosas de importancia sobre las Empresas del Azúcar o del azúcar”, dice.
No mucho después de que Kearns encontrase los documentos, decidió que quería investigar en el Centro de la UCSF para el Control de Investigación y Educación del Tabaco, que dirige Glantz. Para ella, existe un paralelismo obvio entre el tabaco y el azúcar y cree que en este centro podría ser una buena opción para desarrollar su labor. Antes de contactar con Glantz, ella quería algo que le impresionase. Después del artículo de Mother Jones, ella se dirigió a él mediante correo electrónico.
Mientras tanto, Glantz ya había descubierto el artículo por su cuenta. “El momento fue perfecto. Creo que hablamos por teléfono o bien ese día o al siguiente, y me invitó a hablar con él sobre el tema”, dice Kearns.
Después de la entrevista, Glantz llamó a sus colegas para ver si disponían de financiación suplementaria para que pudiese utilizar Kearns en sus investigaciones. “El lunes ya disponía de una beca de investigación”, dice.
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Kearns es de cuerpo pequeño y de apariencia tranquila. No da muestras de los sacrificios que ha hecho para llegar hasta el lugar donde se encuentra ahora. Pero hay una razón para que tantos periodistas estén ahora ocupados en cubrir las informaciones sobre la Industria Azucarera: los documentos que descubrió.
No tiene formación en periodismo. Estudió en una escuela de odontología, trabajó en una consulta privada durante un año, y luego pasó cuatro años como dentista en un centro de salud que atendía a personas con bajos ingresos, en Denver. En el centro de salud, los pacientes eran muy diferentes de los que atendía en la consulta privada. “Las enfermedades bucales de los pacientes eran muy elevadas. Había pacientes que nada más entrar en la consulta tenía que decirles “hay que extraer todos esos dientes”. Hizo dentaduras, puso empastes, pasando mucho tiempo apoyándose en la boca de los pacientes, lo que hizo que se produjese una lesión en el cuelo y ya no pudiese ejercer durante más tiempo como dentista, incluso si hubiese querido. Así que ocupó un cargo de administración en Kaiser.
Mientras tanto, asistió a una Conferencia para dentistas, donde le entregaron un folleto donde se daban consejos para los pacientes diabéticos. Ella sabía que las evidencias mostraban que la caries dental y el azúcar están relacionados con el consumo excesivo de azúcar. Sus pacientes del Inner City Health Center de Denver así lo mostraban, situación agravada por la imposibilidad para pagar limpiezas regulares y exámenes dentales. Pero el folleto no mencionaba el azúcar.
“Cuando descubrí todo esto yo estaba trabajando como dentista, un trabajo duro. Pero el de ahora no solamente es un trabajo físico duro, sino también desde el punto de vista mental. Y mientras tanto, todo esto es lo que se está apoyando desde unas instancias en un nivel por encima del nuestro”, dice Kearns.
Fue entonces cuando empezó a hurgar y encontré entre montón de documentos de la Industria.
“Su experiencia como dentista, y su interés por el vínculo entre las caries y la caries dental y la diabetes, y su negativa a aceptar el pensamiento convencional, le llevó a dudar sobre la negativa a establecer este vínculo. Esto le permitió hacerse la pregunta correcta: ¿Por qué nadie intenta señalar al azúcar?”, dice Taubes, lo que permitió en última instancia que Kearns diese con los nombres correctos y siguiese buscando, a veces sin ayuda o sin unos ingresos asegurados. Así que estuvo un año haciendo exactamente eso.
Kearns que inicialmente ejerció la medicina privada, la abandonó para trabajar en un centro de salud porque vio que los pacientes necesitaban un seguimiento de su salud bucal, pero no podían permitírselo, y vio como se alejaban. En Kaiser tuvo la esperanza de poder hacer unos seguros dentales baratos y accesibles para los pacientes con bajos ingresos. Pero pronto se desilusionó, debido a la excesiva burocracia de la organización. Así que la idea de la influencia de la Industria llegó en el momento adecuado, cuando estaba lista para el cambio y lista para ir al alcance de un objetivo mayor.
“Realmente empiezo a comprender lo que la Industria del Azúcar ha estado haciendo, y ahora es el objeto de mis empeños”. Cuando era dentista no podía pensar siquiera en abordar un asunto así. “Por cada 10 personas que atendías, aparecían otras 10. Un cuento sin fin”. Tiene la esperanza de poder romper este círculo vicioso, mediante el descubrimiento de las fuerzas que han impedido que la gente sepa la verdad de algunas cuestiones sobre salud.
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Procedencia del artículo:
http://www.psmag.com/health-and-behavior/the-former-dentist-uncovering-sugars-rotten-secrets
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Buen trabajo y mejor documentación.