Aida. La homeopatía y el fracaso del sistema

Hay un debate abierto sobre la conveniencia o no de la homeopatía (y hay persecución de esta también). No voy a entrar en el tedioso intercambio de argumentos sobre si hay estudios científicos o no que demuestren la eficacia de la homeopatía, entre otras cosas porque no soy especialista ni conozco el asunto en profundidad. Sí tengo claro algunos aspectos que apunta Abel Novoa, médico de familia y presidente de la Plataforma No Gracias de profesionales sanitarios por la ética, en su post No hay “mala homeopatía”.

Novoa viene a explicar que el auge de las mal llamadas “terapias alternativas” puede explicarse por los fracasos de la medicina convencional. Es una actitud valiente y sensata la de este galeno. No hay duda que hoy un número cada vez mayor de personas busca “fuera del sistema” tratamientos para encontrar salud. Y lo hace porque no los encuentra en el propio sistema, luego algo está fallando en el mismo.

Antes de comentar lo que argumenta Novoa explico porqué no me parece adecuado continuar con la división entre medicinas; que si alopática-ortodoxa-convencional o como quiera denominarse y complementarias-alternativas. Por una razón muy sencilla, cuando perdemos la salud lo que queremos es recuperarla y en el camino aquello que nos funciones, que nos ayude a conseguir ese fin, lo consideraremos la buena medicina, sin más.HOMEOPATIA

Así que Medicina sólo hay una, la que funciona (o mejor escrito: la que a ti te funciona). Si enfermamos y un medicamento convencional no resulta útil o acudimos a una de las llamadas terapias alternativas e idem, de poco sirve cómo se etiquete ese acto médico.

Escribe el coordinador de No Gracias que hay “mala ciencia biomédica” porque el método científico y otros instrumentos de buen gobierno del conocimiento son capaces de desvelarlos (aunque, por supuesto, queda mucho por mejorar). No está en crisis la Ciencia, que va, esta es muy necesaria porque gracias a ella sabemos de la corrupción de la ciencia a manos de las diferentes industrias, que la usan para hacer marketing, para vender sus productos. Y también para generar conocimiento que avale sus tesis. Lo que nos ha conducido a la crisis es la prostitución de la ciencia.

Explicaba hace unos días en un post que ha tenido muy buena acogida titulado Médicos que piden frenar las prácticas corruptas de la industria farmacéutica, que el consumo de medicamentos con receta es la tercera causa de muerte tras las enfermedades del corazón y el cáncer. Sólo en USA mueren cada año 200.000 personas por los daños de los fármacos. Esto nos indica las dimensiones del fracaso del sistema.

Coincido con Abel en que la Ciencia (la escribo con mayúsculas) es humilde en su planteamiento, aunque sus “profetas cientificistas” no lo son. Para Novoa, como para muchos médicos y doctoras, la homeopatía carece de base científica.

Ahora bien, el incremento de la utilización de estos remedios alternativos sí puede deberse a alguna de las consecuencias de la “mala ciencia biomédica”, ciertamente, en términos de morbilidad y mortalidad, mucho más peligrosa que la homeopatía.

La expansión del fenómeno de la medicalización (hablamos hace poco de sus determinantes culturales, político/económicos, comerciales y los derivados del propio desarrollo tecnológico) podría encontrarse en el fondo delincremento asombroso de la utilización de las terapias alternativas: la medicina convencional sería la responsable de identificar el malestar como patológico; una vez definido el malestar en términos médicos”.

La medicalización de la vida en función de intereses comerciales hace, como bien explica el médico que:

-la persona trate de evitar los fármacos convencionales (por mala experiencia propia, ajena, o por la información cada vez más prevalente acerca de los excesos de las farmacéuticas y sus colaboradores dentro de la medicina).

-la persona trate de buscar “una terapia con una ‘cara más amable’ o donde se sintiera mejor tratado, considerando determinadas epistemologías personales (sistema complejo y tácito de creencias, experiencias propias y conocimientos con los que funcionamos habitualmente)”.

Y continúa:

Por tanto, la guerra contra las terapias alternativas estádesenfocada cuando prioriza el debate epistemológico, no porque los activistas no tengan razón, sino por la confusión que pueden acarrear, en ocasiones, sus prioridades (por contra me parece muy importante la lucha por desterrar estas prácticas del ámbito académico y profesional, que también están liderando estos activistas).

Solo con razones epistémicas no llegaremos muy lejos; es necesario enfrentarnos antes (o a la vez, pero con la misma intensidad) a los ‘aceleradores’ que lanzan a la gente a estas terapias: medicalización, mala ciencia biomédica, conflictos de interés, deshumanización de la medicina, mal planteamiento de los debates públicos y falta de cultura científica”.

¿Posibles soluciones? Novoa ofrece varias pistas, todas muy atinadas. Una de ellas expone:

Mejorar el debate público sobre ciencia y medicina: actualmente, demasiado exacerbado, insultante, descalificador. Todos necesitamos una mayor humildad no por lo que sabemos sino por lo que ignoramos.

Mientras no exista una crítica equidistante a los “aceleradores de las terapias alternativas” -que pertenecen de pleno al ámbito de lo que llamamos medicina y ciencia convencional- es difícil juzgar a ciudadanos que acuden o defienden las terapias alternativas. Les estamos dando muchos argumentos para hacerlo”.

Toda crítica es necesaria y a la homeopatía también, por supuesto. Lo que ocurre es que a veces cuando presencias un ataque como el que se observa hoy que ocurre con las medicinas o terapias que no se consideran hegemónicas o que no interesan a los poderes sistémicos piensas en que el objetivo está torcido. Que esas campañas pueden ser una cortina de humo que no nos deje ver el verdadero problema del fracaso del sistema. Un modo de esconder también fracasos propios.

Supermedicina sobretratamiento sobredagnóstico reacciones adversas medicamentos medicinaHace falta humanizar la medicina. Reenfocar los sistemas sanitarios para que el centro sobre el que giren sean las personas.

Superar una medicina cuyo enfoque es trabajar sobre los síntomas de la enfermedad tapándolos y que contempla nuestros organismos parcelados en vez de una manera integral.

Caminar hacia un uso racional del medicamento y hacia el empoderamiento ciudadano pues nuestra salud es eso, nuestra. Y hace falta recuperar la Ciencia para las personas.

Es tan irracional -coincido con Abel también- la creencia, en el sentido de tener fe, en las “terapias alternativas” como la creencia en la capacidad de la ciencia para explicar totalmente los fenómenos humanos o naturales. Cuando afrontemos estos retos, seguro que el número de “creyentes” en terapias alternativas o en medicinas convencionales disminuye.

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