35- No estamos ante una crisis, sino ante una mutación del sistema socioeconómico.
Se habla sin parar de crisis. Los análisis al respecto se suceden y multiplican, intentando explicar y valorar lo que está aconteciendo. Mientras, una nueva y cruda realidad se va imponiendo con celeridad por la vía de los hechos. Ante ella, mucha gente se muestra desconcertada, con miedo ante el presente y el futuro y sumida en un pesimismo y escepticismo crecientes. La economía real se doblega ante la monetaria: se precariza el empleo, se deterioran y envilecen las condiciones laborales y los empresarios constatan con estupor como el devenir de su empresas ya no depende de su trabajo o inteligencia, ni de la marcha de su sector de actividad, ni de la bondad de su producto o servicio y de su estrategia empresarial, sino que ha quedado a merced de los criterios y prioridades de los que manejan el grifo de la financiación bancaria. En paralelo, las instituciones se muestran incapaces de reaccionar y su credibilidad se diluye con inusitada rapidez. Los gobiernos, da igual su color político, trasforman en razones de Estado las razones del mercado financiero y se pliegan a éste con cinismo y descaro. Y el Estado del Bienestar, forjado con tesón en Europa durante el siglo XX, sufre un intenso seísmo que quiebra sus cimientos… ¿Qué está pasando? Pues que no estamos ante una crisis, sino ante una mutación: la transfiguración del sistema socioeconómico en un entramado de especulación global y cortoplacista (mayor beneficio posible a costa de lo que sea y en el menor tiempo posible) y la conversión de ciudadanos, empresas y Estados en una nueva raza de esclavos… La noción de crisis va ligada a lo fortuito de su aparición y a que, pasado un tiempo, las cosas volverán a ser como antes. Pero esto no es una crisis, sino una mutación. Y ésta no es fortuita, sino que deriva de la evolución e imposición de la “lógica” del sistema vigente; y en su esencia subyace precisamente el objetivo de que las cosas nunca vuelvan a ser como antes… Sólo en la comprensión de que el sistema ha mutado puede entenderse el por qué y el calado de hechos como estos:
+la gigantesca cantidad de dinero público (suficiente para dar alimentación, sanidad y educación a todos los que lo necesitan en el planeta durante dos siglos) que ha sido «regalado» por los Gobiernos a la banca privada;
+provocado por tamaña desviación de fondos públicos a manos privadas, el colosal endeudamiento de los Estados (la deuda que acumulan es tal que ni con todo el dinero existente en la economía mundial habría suficiente para pagarla) y la transformación en crisis de los Estados y de las haciendas públicas de lo que inicialmente se planteó como una crisis de los bancos privados;
+derivado de los puntos anteriores, la curiosa circunstancia de que la llamada crisis tenga como grandes beneficiados a los mismos que la provocaron; y
+la certeza de que los impactos de lo que ocurre afectan no sólo a la economía, sino a otros muchos ámbitos y, especialmente, a la democracia, dado el evidente sometimiento de los gobiernos y poderes públicos a los intereses de la banca privada internacional y los mercados financieros globales.
36- Del ahorro al consumo y del crédito a una nueva esclavitud: la raza de deudores.
La actual mutación del sistema socioeconómico no ha sido fruto de la casualidad. Durante décadas se fueron creando las condiciones adecuadas para ello:
+Primeramente, la base de los beneficios que el sistema siempre procura maximizar dejó de estar en la plusvalía que se extrae del trabajador para centrarse en el consumo. Y éste, para que las ganancias fueran las mayores posibles, tenía que ser masivo y en constante expansión.
+Esto obligó a superar uno de los pilares del capitalismo productivo surgido de la Revolución Industrial: el ahorro, fundamento de la inversión. El ahorro llevaba implícita una determinada moral social y estilo de vida: si alguien deseaba algo, intentaba ahorrar para poder comprarlo; y si quedaba fuera de su alcance, se reprimía el deseo. Pero esto constituía un lastre para el consumo masivo, que exige generar el deseo irreprimible de consumir y facilitar los medios para satisfacerlo.
+De este modo, el protagonismo pasó del ahorro al crédito: se desplegaron las velas del préstamo y la deuda, apareciendo poco a poco nuevos instrumentos financieros (la tarjeta de crédito es un ejemplo reciente) que dan a todos los objetos del deseo la posibilidad de ser comprados sin necesidad de un ahorro previo. Se configuró así la denominada sociedad de consumo, íntimamente ligada a un endeudamiento creciente no sólo de las familias, sino también de las empresas, que acuden intensamente al crédito bancario como manera de anticipar y financiar sus inversiones y proyectos.
+Más llegados a este punto, el consumo/consumismo produjo un nuevo cambio en la base del beneficio, ya que la deuda en sí y como tal se convirtió en el principal generador de ganancias, muy por encima de la producción y venta de bienes y servicios. Con ello quedó atrás el capitalismo productivo y su lugar fue ocupado por el capitalismo financiero. Y la banca y la especulación, cada vez más global y cortoplacista, tomaron los mandos del sistema.
+Ciertamente, uno tiene que pagar sus deudas en algún momento, pero una refinanciación –deuda sobre deuda– permite salir del paso. Y de oca en oca, de deuda en deuda, se avanza hacia una nueva clase de esclavitud: vivo para devolver lo que me han prestado, aunque sea a costa de trabajar más horas y aceptar el tipo de vida y las reglas de juego que el sistema impone. Así, el crédito y la banca consiguieron transformar a personas y empresas en una nueva tipología de esclavos: la “raza de deudores” que ha descrito Zygmunt Bauman. A los esclavos que llenan el mundo ya no hay que ponerles grilletes ni someterlos con latigazos. Se creen libres en la jaula del consumismo y entre sus barrotes virtuales hechos de préstamos y deudas.
+Los Estados, con sus políticas incentivadoras del consumo y el gasto, contribuyeron a consolidar la sociedad de consumo, primero, y la raza de deudores, después. Y en los últimos años, los propios Estados han pasado a formar parte de esa raza a causa del enorme endeudamiento originado por el gigantesco montante de dinero público que los gobiernos han desviado a la banca privada.
+Ahora, ciudadanos, empresas y Estados, plenamente integrados todos en la raza de deudores, están a merced de la banca internacional, que los domina y controla a través de la gestión del crédito, que amplia y abarata o restringe y encarece en función de sus objetivos e intereses, y la paulatina implantación de un supranacionalismo global y no democrático.
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Emilio Carrillo
Sin mente, sin lenguaje, sin tiempo http://www.sinmente.com/
EL CIELO EN LA TIERRA
He leído los dos libros de Emilio Carrillo Dios y El Transito pero sobre las experiencias que según él no buenas ni malas solo son experiencias no las puedo ver así , me parece que la aceptación de ellas, es resignación porque yo las elegí para encarnar y vivirlas ,al ponerme el cuerpo físico como un traje para mi alma debo ceñirme a las reglas físicas de este mundo y quiero llevar una vida lo mejor posible y hay otras almas encarnadas que eligieron experiencias duras que daña a otros hasta a mi pero siguen siendo malas acá y y al morir el cuerpo no pueden cambiar aunque mas allá de la muerte hay puro AMOR y tiene que ser juzgado por ultimo por uno mismo ,me cuesta esa aceptación aunque ya se ,que mi alma o espíritu como quieran llamarla ,es divino e inmortal y quiero recordar pero como dije tengo que seguir viviendo aquí y seguir las reglas físicas de este mundo