«La vida cotidiana es como una corriente que os lleva sin que hayáis tenido siempre el tiempo y la posibilidad de daros cuenta hacia qué dirección os arrastra. Por eso os dejáis acaparar sin cesar por toda clase de actividades y de compromisos que, en el momento mismo, os parecen útiles y razonables; pero pasado algún tiempo, os dais cuenta de que habéis perdido mucho tiempo y energías para obtener pocos resultados. Esto no quiere decir que debáis consagraros exclusivamente a trabajos espirituales. En realidad, toda actividad puede ser benéfica, pero sólo si habéis tomado la precaución de agarraros bien a un alto ideal, a una filosofía divina.
El día en que aprendáis a construir en vosotros mismos algo sólido, estable en torno a este centro que es vuestro espíritu, todas vuestras actividades, incluso vuestras distracciones, contribuirán a alimentar la vida en vosotros. El espíritu que habita en un ser no rechaza el hígado de éste ni sus intestinos o sus pies, con el pretexto de que no son tan nobles como él. Todo está en su lugar y el espíritu se sirve de todo, pero permanece en el centro. Y debido a que el espíritu permanece en el centro es por lo que éste está vivo.»
—
www.prosveta.com