«Podéis aceptar una prueba, podéis comprenderla, admitir que es inevitable, pero al mismo tiempo experimentar amargura, tristeza, pena: ¡pensáis que habría sido mucho mejor para vosotros no tener que sufrirla! Si esto sucede, decíos que esta prueba no ha terminado todavía.
¿Cuándo podemos entonces decir que una prueba ha terminado? Cuando somos capaces de alegrarnos por ella. Sí, ¡alegrarnos! En apariencia es posible que no nos haya aportado nada e incluso que nos haya hecho perder muchas cosas, incluso a seres queridos. Sin embargo, tras esta prueba, llega un día en el que sentimos que nuestra luz, nuestro amor, nuestra fuerza han aumentado, que estamos habitados por una paz y un gozo que antes no conocíamos. Entonces, y sólo entonces, podemos decir que la prueba ha terminado.»
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