Teodoro Vázquez es un apasionado de la biología humana, a pesar de que enfocó su vocación universitaria hacia la ingeniería química. Coincidimos solo durante el primer año de la carrera en la Universidad Complutense. Después de muchos años se ha puesto en contacto conmigo, sabedor de que ahora compartimos intereses científicos comunes. La vida da muchas vueltas. En su Blog del Runner, Teodoro analiza muchas cuestiones relacionadas con una actividad tan humana como es la carrera. Y lo hace siguiendo sus propias experiencias y una filosofía muy interesante. En muchas ocasiones he reflexionado sobre nuestro alejamiento de la naturaleza. La tecnología resulta de gran ayuda en muchas de nuestras actividades. Pero que nadie trate de convencernos de que muchas de las innovaciones podrán paliar nuestras deficiencias como especie. Caer en este canto de sirenas supone un grave error.
Como todas las especies estamos perfectamente adaptados para vivir en nuestro entorno. Cuando el medio ambiente sufre un cambio significativo las especies recurren a su potencial genético para volver a establecer el equilibrio. Muchos individuos quedarán en el camino, pero lo importante habrá sido la supervivencia de la especie como un ente de categoría superior. Teodoro se ha preocupado por la capacidad de los seres humanos para la carrera, una actividad practicada por nuestros ancestros desde hace miles de años y con gran éxito, sin necesidad de tecnologías adicionales. Pero esa cuestión queda para su blog.
Los tres primeros años de la evolución de la genealogía de los homininos se desarrolló al amparo de los frondosos bosques de África. De ese largo período de tiempo nos han quedado muy pocos datos en el registro fósil. Los cálidos bosques de finales del Mioceno y del Plioceno reciclaban la materia orgánica con gran rapidez, por lo que las evidencias sobre nuestro aspecto son muy escasas. Los ardipitecos (entre cinco y cuatro millones de años) son una excepción. Por supuesto, todo los homininos han sido bípedos, pero el ambiente de bosque cerrado había “moldeado” nuestro cuerpo para vivir entre la vegetación y trepar con facilidad. Nuestra estatura era muy baja (poco más de 100 centímetros) y nuestro peso apropiado para movernos con facilidad entre las ramas a cierta altura del suelo cuando las circunstancias lo requerían. Las largas caminatas y la necesidad de correr llegarían más tarde.
Los australopitecos y los primeros representantes del género Homo conservaron varias adaptaciones anatómicas para facilitar sus posibilidades trepadoras. Aunque no tengamos posibilidad de conocer su medio al cien por cien no cabe duda de que estos ancestros todavía pasaban parte de su vida en los bosques, que iban desapareciendo a medida que el planeta se enfriaba. Hace algo más de tres millones de años el pie de los australopitecos ya era muy similar al nuestro. Es por ello que podemos imaginar a estos homininos realizando largas caminatas en campo abierto y, con toda probabilidad, corriendo para conseguir algunas presas.
En unos pocos cientos de miles de años conseguimos una estatura elevada y un cuerpo muy similar al nuestro. Todas las adaptaciones para trepar con facilidad se perdieron en ese devenir evolutivo. Es evidente que a partir de un cierto momento los homininos pasamos a depender por entero de nuestra capacidad para desplazarnos en medios abiertos. No obstante, es importante analizar el morfotipo de todas las especies de Homo anteriores a la nuestra. La pelvis de todas estas especies tenía una anchura relativamente mayor que la nuestra. El íleon era muy ancho y tendido y la distancia entre los acetábulos (donde encaja la cabeza articular de los fémures) también era mayor que en la actualidad. Lo mismo puede comprobarse para la anchura de la parte superior del tronco. Si añadimos un esqueleto más pesado que el nuestro, podemos imaginar seres humanos muy musculados por el ejercicio físico diario y muy probablemente con una enorme capacidad para correr a gran velocidad durante distancias cortas. En estos humanos la potencia y la carrera explosiva pudo ser más eficaz que la resistencia para conseguir sus presas.
Nuestra especie ha derivado hacia un morfotipo general de caderas más estrechas, con un consumo energético menor en los desplazamientos largos. Aunque la forma del cuerpo es variable en la distintas poblaciones del planeta de acuerdo con las condiciones climáticas (de ahí las diferencias en el medallero olímpico según las especialidades deportivas) lo cierto es que somos la especie de hominino (y de primate) mejor capacitada para recorrer largas distancias con el menor gasto energético. Las largas caminatas y la resistencia en carrera sostenida ha sido nuestro modo natural de vida desde hace cerca de 200.000 años. A partir de aquí, recomiendo las reflexiones y el acertado análisis del blog de Teodoro sobre estas cuestiones.
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