«Los ríos nacen en las montañas y, cualesquiera que sean los obstáculos que encuentren en su camino, siempre acaban llegando al mar. Allí, el agua calentada por los rayos del Sol, se transforma en vapor y retoma el camino del cielo, hasta el día en que vuelve a caer en forma de lluvia o de nieve. Este viaje del agua puede tener una interpretación simbólica.
Los destinos humanos son la imagen de estos viajes perpetuos que el agua hace entre el cielo y la tierra, la tierra y el cielo. Como las gotas de agua, las almas descienden a la Tierra, cada una en un lugar determinado; desde allí tienen todo un camino por recorrer, hasta el momento en que vuelven a su lugar de origen… para descender de nuevo, un día, en otro lugar. Esto es lo que se llama reencarnación.
Y los ríos llevan siempre el mismo nombre: Sena, Támesis, Misisipi…, pero el agua que corre por su lecho es siempre nueva. Los habitantes del río, los miles de millones de gotas de agua, sólo pasan; mientras que ellas se dirigen al mar, otras toman su sitio. Al igual que los ríos, los países conservan a menudo el mismo nombre, pero en ellos se encarnan sucesivamente seres siempre diferentes y que vienen de todas partes. Así se explican los cambios que se producen en su historia.»
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