«Igual que las piedras, las plantas, los animales, el ser humano forma parte del universo. Pero, en tanto que ser pensante, tiene que desempeñar en él un papel particular: debe participar en la construcción de este edificio que es la vida colectiva. Aquél que sólo trabaja para sí mismo, nada de bueno puede sucederle. Alguno dirá: «Pero, ¿cómo? ¡Cuando trabajo para mí es cuando gano algo!» No, porque este «yo», al que dedica todos sus esfuerzos, este yo egoísta, separado de los demás, es como un abismo y concentrándose sólo en sus intereses, el hombre echa, sin darse cuenta, todas sus riquezas a este abismo. Creyendo ganar, en realidad pierde.
Raros son los humanos que tienen conciencia de todo lo que podrían adquirir trabajando para la colectividad; y por «colectividad», no hay que entender únicamente la colectividad humana, sino todas las criaturas del universo, hasta Dios mismo. Para hacerme comprender, incluso por los materialistas más empedernidos, diré que esta colectividad cósmica, esta inmensidad para la cual debemos trabajar, es comparable a un banco en el que invertimos capitales: todo lo que hacemos por ella nos retornará un día amplificado.»
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