EL MITO DE LA ATLÁNTIDA

Atlántida (en griego antiguo «isla de Atlas») era el nombre de una mítica isla mencionada y descrita en los diálogos de Timeo y Critias, textos del filósofo griego Platón. En ellos, Critias, discípulo de Sócrates, cuenta una historia de que un niño escuchó a su abuelo y que éste, a su vez, supo de Solón, el venerado legislador ateniense, a quien se la habían contado sacerdotes egipcios en Sais, ciudad del delta del Nilo. La historia, que Critias afirma verdadera, se remonta en el tiempo a nueve mil años antes de la época de Solón (s. VII. – VI. a.C.), para narrar cómo los atenienses detuvieron el avance del imperio de los atlantes, velicosos habitantes de una gran isla llamada Atlántida, situada más allá de las Columnas de Hércules (Gibraltar) y que, al poco tiempo de la victoria de Atenas, desapareció en el mar a causa de un violento terremoto y de un gran diluvio.
En el texto filosófico de Platón se habla de la Atlántida en el contexto de un debate acerca de la sociedad idela. Se cuenta como llegó a enterarse de la historia y cómo fue que Solón la escuchó de los egipcios.

MAPA MUNDI Y ATLÁNTIDA



DESCRIPCIÓN DE LA ATLÁNTIDA
La imagen romántica de una isla fabulosa tragada por el mar, ha significado que su ubicación haya sido buscada desde la época de Platón (s. V. a.C.), aunque nadie está seguro de si existió realmente. Éste la situaba en el mar Mediterráneo. Del relato se deduce que la civilización atlante debió florecer hace más de 12.000 años. Este dato no puede ser exacto en ningún caso, puesto que en aquellos remotos tiempos todavía no existía ninguna cultura evolucionada que trabajase los metales, estuviese gobernada por reyes o dominase el mar con sus barcos.
En cuanto a la localización del misterioso continente, el filósofo ateniense lo sitúa «más allá de las Columnas de Hércules», y esto significaba, según la concepción de la antigüedad, al otro lado del estrecho de Gibraltar y, por tanto, en el océano Atlántico. Pero la fábula procedía de los antiguos egipcios y, para ellos, la isla perida se llamaba Keftiu (el nombre que tenían para Creta).
La fuente de información de Platón, el legislador y estadista Solón, pensaba en griego, de modo que traduciría las indicaciones del sacerdote egipcio a su propia lengua, pudiendo producirse por esto algunas equivocaciones. Posiblemente los egipcios tenían en mente un lugar totalmente diferente al referido por los griegos, ya que para esta civilización confinada en el valle del Nilo, el mundo conocido terminaba en el mismo Mediterráneo.
Los textos de Platón señalan la geografía de la Atlántida como escarpada, a excepción de una gran llanura de forma oblinga de 3000 x 2000 estadios, rodeada de montañas hasta llegar al mar. A mitad de la longitud de la llanura, el relato ubica una montaña baja de todas partes, distante 50 estadios del mar, destacando que fue el hogar de uno de los primeros habitantes de la isla, Evenor, nacido del suelo.
Según Critias, Evenor tuvo una hija llamada Clito. Además, el escrito cuenta que Neptuno era el amo y señor de las tierras atlantes, puesto que, cuando los dioses se habían repartido el mundo, la suerte había querido que al dios del mar le correspondiese, entre otros lugares, la Atlántida. He aquí la razón de su gran influencia sobre la mítica isla.
Este dios se enamoró de Clito y para protegerla, o mantenerla cautiva, creó tres anillos de agua en torno a la montaña en la que su amaba vivía. La pareja tuvo diez hijos, para los cuales el dios dividió la isla en respectivos diez reinos. Al hijo mayor, Atlas o Atlante, le entregó el reino que comprendía la montaña rodeada de círculos de agua, dándole, además, autoridad sobre sus hermanos. En honor a el titán Atlas, la isla entera llegó a llamarse Atlántida y el mar que la circundaba, Atlántico. Su hermano gemelo Gadiro (Eumelo en griego) gobernaba el extremo de la isla que se extendía desde las Columnas de Hércules hasta la región que por derivación de su nombre se denominaba Gadírica.
Favorecida por Neptuno, la isla era abundante en recursos. Había toda clase de minerales, destacando el oricalco (cobre de montaña), más valioso que el oro para los atlantes y con usos religiosos (se especula que el relato hace referencia a una aleación natural del cobre). También había grandes bosques que proporcionaban ilimitada manera; numerosos animales, tanto domésticos como salvajes, especialmente elefantes; y copiosos y variados alimentos prominentes de la tierra.

Tal prosperidad dio a sus habitantes el impulso para construir grandes obras: edificaron sobre la montaña rodeada de círculos de agua una espléndida acrópolis plena de notables edificios, entre los que destacaban el Palacio Real y el templo de Poseidón. Construyeron un gran canal de 50 estadios de longitud para comunicar la costa con el anillo de agua exterior que rodeaba la metrópolis; y otro menor y cubierto, para conectar el anillo exterior con la ciudadela. Cada viaje a la ciudad era vigilado desde sus puertas y torres, y cada anillo estaba rodeado por un grueso muro. Éstos estaban hechos de roca roja, blanca y negra sacada de los fosos, y recubiertos de latón, estaño y oricalco. Finalmente, cavaron, alrededor de una llanura oblonga, una gigantesca fosa a partir de la cual crearon una red de canales rectos que irrigaban todo el territorio de la planicie.

ORGANIZACIÓN DE LA ATLÁNTIDA
SEGÚN LOS ESCRITOS CLÁSICOS
LA CAÍDA DEL IMPERIO ATLANTE

Los reinos de la mítica Atlántida formaban una confederación gobernada a través de leyes, que se encontraban escritas en una columna de oricalco, en el Templo de Poseidón. Las principales eran aquellas que disponían que los distintos reyes debían ayudarse mutuamente, no atacarse entre ellos y tomar las decisiones concernientes a la guerra y otras actividades comunes, por consenso y bajo la dirección de la estirpe de Atlas. Alternadamente, cada cinco y seis años, los soberanos se reunían para tomar acuerdos y juzgar y sancionar a quienes de entre ellos habían incumplido las normas que los vinculaban.

La justicia y la virtud eran propios de su gobierno, pero cuando la naturaleza divina de los reyes descendientes de Poseidón se vio disminuida, la soberbia, la ambición y las ansias de poder se volvieron características de los atlantes. Comenzaron una política de expansión que los llevó a controlar pueblos de Libia hasta Egipto y de Europa hasta Tirrenia. Cuando intentaron someter Grecia y Egipto fueron derrotados por los atenienses.

El Critias señalaba que los dioses decidieron castigar a los atlantes por su avaricia, pero el relato se interrumpe en el momento en que Zeus, junto a las demás divinidades primordiales, se reúnen para determinar una sanción. Sin embargo, habitualmente se suele asumir que el castigo fue un gran terremoto y una subsiguiente inundación que hizo desaparecer la isla en el mar.

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