geralt / Pixabay
Agosto trajo bajo el brazo un nuevo artículo de Scott Lilienfeld. Esta vez se detiene en algunos términos usados en el ambiente psi que es recomendable evitar. ¿Las razones? El que no es confuso, es incorrecto, ambiguo o simplemente inadecuado. Como le encantan las listas (al menos eso parece) menciona 50 términos o expresiones y los motivos por los cuales es conveniente evitarlos, basándose en la evidencia, cosa que siempre es bienvenida.
Su preocupación, que es compartida, se relaciona con los efectos que pueden tener estos términos en la enseñanza de la disciplina así como en la clínica y el área de investigación, en un campo en el que de por sí los términos son con frecuencia vagos o poco precisos.
Lilienfeld divide estos términos en 5 categorías: 1) Términos inexactos o engañosos, 2) Términos frecuentemente mal utilizados, 3) Términos ambiguos, 4) Oxímoros (dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión tales como “luz oscura” o “fuego helado”) y 5) Pleonasmos (expresiones redundantes tales como “subir arriba” o “regalo gratuito”).
(2) Medicación Antidepresiva. Fármacos como los tricíclicos o los inhibidores de la recaptación de Serotonina (IRSS) son usualmente llamados “antidepresivos”. Sin embargo hay poca evidencia de que estos fármacos sean más eficaces para tratar (o prevenir recaídas) los desórdenes del estado de ánimo que para tratar otras varias condiciones, como los desórdenes de ansiedad (por ejemplo el trastorno de pánico o el TOC, Donovan et al., 2010). Así, su especificidad para depresión es dudosa y su nombre deriva más de cuestiones históricas que de la evidencia científica.
(7) Desequilibrio Químico. En parte gracias a las campañas de marketing de la industria farmacéutica, la idea de que la depresión es causada por un desequilibrio químico de neurotransmisores, como la serotonina o la noradrenalina, se ha convertido en una especie de axioma a los ojos del público (France et al., 2007; Deacon and Baird, 2009). Esta expresión a veces aparece incluso en algunas fuentes académicas (Wheeler, 2011). Sin embargo, la evidencia para este desequilibrio químico es muy débil. Se desconoce el nivel “optimo” de neurotransmisores en el cerebro, por cual es poco claro qué constituiría un “desbalance”. Más aún, aunque algunos inhibidores de la recaptación de serotonina parecen aliviar los síntomas de la depresión severa hay evidencia de que al menos un potenciador de la recaptación de serotonina –llamado Tianeptina- es también eficaz para depresión (Akiki, 2014). El hecho de que dos clases de fármacos eficaces generen efectos opuestos en los niveles de serotonina hace dudar del modelo simplista del desequilibrio químico.
(12) Programados (Hard-wired). El término se volvió muy popular incluso en escritos académicos en referencia a algunas capacidades psicológicas humanas que algunos académicos presumen que son parcialmente innatas, tales como sesgos cognitivos, el prejuicio o la agresividad. Sin embargo, los datos sobre neuroplasticidad sugieren, con la posible excepción de los reflejos innatos, que poquísimas capacidades psicológicas en humanos están “programadas” (Shermer, 2015). . Más aún, virtualmente todas las capacidades psicológicas, incluyendo las emociones y el lenguaje, son modificables por las experiencias ambientales (Merzenich, 2013).
El hecho de que dos clases de fármacos eficaces generen efectos opuestos en los niveles de serotonina hace dudar del modelo simplista del desequilibrio químico
(16) La Molécula del Amor. Más de 6000 websites han bautizado a la Oxitocina como la “molécula del amor” (por ejemplo: Morse, 2011). Sin embargo los datos indican que esta denominación es extremadamente simplista (Wong, 2012). La mayoría de la evidencia sugiere que la oxitocina hace a las personas más sensibles a la información social (Stix, 2014), sea positiva o negativa. Denominaciones similares de este estilo, como el nombre “molécula del placer” para la dopamina, son igualmente engañosas (Kringelbach and Berridge, 2010).
(22) p = 0.000. Aunque este resultado aparezca en más de 97.000 manuscritos deberíamos evitar incluirlo en el apartado de Resultados de nuestra investigación. Esta expresión implica erróneamente que hay cero probabilidad de que los investigadores hayan cometido un error de Tipo 1 (esto es: un falso rechazo de una hipótesis nula verdadera) (Streiner, 2007). Esa conclusión es lógicamente absurda, porque a menos de que uno haya examinado a la población entera, siempre hay una chance de error Tipo 1, aunque sea muy pequeña. No hace falta decir que la expresión “p < 0.000” es aún peor ya que la probabilidad de cometer un error de Tipo 1 no puede ser menor a cero.
(23) Grupo control. Esta expresión connota erróneamente que a) grupos de individuos ostensiblemente normales o pacientes con trastornos mixtos que están siendo comparados con b) grupos de individuos con el desorden de interés, son verdaderos grupos “control”. No lo son. Son grupos “de comparación” y deberían ser nombrados de esa manera. El término “grupo control” puede implicar que la única diferencia entre estos dos grupos es la presencia o ausencia del desorden de interés. De hecho, casi con seguridad estos dos grupos difieren en varias valiables “molestas” tales como rasgos de personalidad e historia familiar haciendo que la interpretación de los datos de las diferencias entre grupos queden abiertas a múltiples interpretaciones (Meehl, 1969).
(24) Confiable y Válido. Si ganáramos un dólar por cada vez que leemos esta frase “este test es confiable y válido” seríamos millonarios. Hay al menos tres problemas con esta expresión. Primero, implica que un test psicológico es o bien válido o bien invalido. Sin embargo, y de manera similar a como ocurre con las teorías científicas, el proceso de validación nunca está completo. Como consecuencia, no se puede decir de un test que ha sido de manera concluyente validado o invalidado (Cronbach and Meehl, 1955). Por lo tanto los autores deberían reformular el término “validado” por el de “con soporte empírico” o bien “tiene evidencia sustancial para la validez de constructo”. La misma advertencia aplica para los tratamientos psicológicos. Cuando la División 12 de la APA listó las psicoterapias que funcionan para trastornos específicos, inicialmente usaron el término “terapias empíricamente validadas”. Sin embargo, reconociendo luego el hecho de que la validación implica “un resultado final y definitivo”, el comité cambió el nombre a “terapias con soporte empírico” que es el que usan en la actualidad.
Segundo, la expresión “confiable y válido” implica que la confiabilidad y la validez con conceptos unitarios. No lo son. Hay varias formas de confiabilidad y varias formas de validez.
Tercero, la confiabilidad y la validez están condicionadas a la muestra específica que fue examinada y no deben ser consideradas como propiedades inherentes del test en sí.
(27) El Método Científico. Muchos libros sobre ciencia, incluso en psicología, presentan a la ciencia como un “método” monolítico. Frecuentemente describen a ese método como un receta hipotético-deductiva, según el cual los científicos parten de una teoría de la cual deducen hipótesis (predicciones), testean esas hipótesis y examinan el encastre entre los datos y la teoría. Si los datos son inconsistentes con la teoría, la teoría es modificada o abandonada. Es una linda historia pero rara vez funciona de esa manera (McComas, 1996). Aunque la ciencia a veces opera por deducción, las observaciones inductivas al servicio del “contexto de descubrimiento” también juegan un rol crucial en ciencia. Por esta razón Popper escribió en tono de broma: “Siempre empiezo mis lecciones sobre el Método Científico diciéndole a mis estudiantes que el método científico no existe” (Popper, 1983).
Si ganáramos un dólar por cada vez que leemos esta frase “este test es confiable y válido” seríamos millonarios
Contrariamente a lo que parece pensar la mayoría de los científicos, la ciencia no es un “método”, es un enfoque hacia el conocimiento (Stanovich, 2012). Específicamente es un enfoque que se esfuerza para aproximarse mejor al estado de la naturaleza reduciendo errores inferenciales y para minimizar errores, especialmente el sesgo de confirmación.
(29) Disfunción Biológica Subyacente. En esta era de biologización de la psicología y de la psiquiatría, algunos autores asumen que las variables biológicas son la “base” de los fenómenos psicológicos. Conceptualizar el funcionamiento biológico como inherentemente más “fundamental” (esto es: causalmente anterior) que el funcionamiento psicológico (como el funcionamiento cognitivo y emocional) es engañoso (Miller, 1996). La relación entre las variables biológicas y otras variables es siempre bidireccional. Por ejemplo, la magnitud de x neurotransmisor puede estar dismunída en el trastorno de personalidad y, pero esto no significa que el nivel de x tiene un rol causal sobre y. Es igual de plausible que determinadas disposiciones de la personalidad y, contribuyen a disminuir x.
Términos frecuentemente mal utilizados
(32) Negación. Se trata de un mecanismo de defensa psicodinámico propuesto por Freud, consistente en un rechazo inconsciente de ciertos hechos obvios de la realidad, como la muerte de un ser querido en un accidente de tránsito. Sin embargo, gracias a la industria de la psicología popular, es utilizado inadecuadamente para referirse a la tendencia de los individuos con una determinada condición psicológica (como el alcoholismo) a minimizar su patología (por ejemplo, Wing, 1995).
(33) Fetichismo. Se trata de una condición marcada por una activación sexual intensa y persistente provocada por objetos inanimados y partes no genitales del cuerpo. Este término, que es técnicamente una parafilia, no debería utilizarse para referirse a las preferencias genéricas por objetos específicos, ideas o personas. Un escritor por ejemplo describió la fascinación de los japoneses por los smartphones como un “fetichismo por los teléfonos” (Smith, 2015).
Términos ambiguos
(35) Comorbilidad. Este término ubicuo en las publicaciones sobre las relaciones entre dos o más trastornos mentales, se refiere a la superposición entre dos diagnósticos. Sin embargo, “comorbilidad” puede significar dos cosas bastante diferentes. Se puede referir a a) la co-variación (o correlación) entre dos diagnósticos dentro de una muestra o la población o b) la co-ocurrencia de dos diagnósticos en un individuo (Krueger and Markon, 2006). Si los autores utilizan este término, deberían establecer cuál de estos dos sentidos es el que están utilizando.
Algunos autores (Lilienfeld, 1994) incluso cuestionan el uso rutinario del término “comorbilidad” en investigación en psicopatología, dado que este término, al igual que el de “patología dual”, presupone que las condiciones en cuestión son entidades separadas, etiológica y patológicamente. Y podríamos pensar que un alto nivel de “comorbilidad” en realidad podría reflejar el hecho de que el sistema diagnóstico actual está dándole diferentes nombres a pequeñas variaciones de una diátesis compartida, cayendo así en una falacia jangle. Llevándolo al extremo, ¿cuántas chances hay de que un participante en un estudio publicado que simultáneamente reúne criterios para los 10 trastornos de la personalidad del DSM, genuinamente tenga 10 trastornos diferentes al mismo tiempo? Las críticas al uso del término comorbilidad para describir psicopatología incluyen que estos acertijos diagnósticos se explican mejor por una falla en el sistema diagnóstico que está dándole nombres diferentes a constructos que se superponen en gran medida.
Posiblemente no haya peor insulto en el ambiente psi que llamar a un colega “reduccionista”
(37) Modelo Médico. Aunque muchos autores que invocan este término presumen que tiene un solo significado, esto no es así. Algunos autores insisten en que el término es tan vago y poco útil que estaríamos mejor sin él. El término ha sido utilizado por varios autores para significar: a) la asunción de un modelo psicopatológico categorial en lugar de dimensional, b) un énfasis en procesos de enfermedad subyacentes más que en los signos y síntomas, c) un énfasis en la etiología biológica de la psicopatología, d) un énfasis en la patología más que en la salud, e) la asunción de que los desórdenes mentales se tratan mejor con medicación que con psicoterapia y f) la asunción de que los desórdenes mentales son mejor tratados por los médicos que por los psicólogos (Blaney, 1975, 2015). Similares ambigüedades semánticas y conceptuales se encuentran detrás también de términos similares tales como “modelo de enfermedad” aplicado a adicciones y a otras condiciones psicológicas (Graham, 2013).
(38) Reduccionismo. Posiblemente no haya peor insulto en el ambiente psi que llamar a un colega “reduccionista”. La connotación negativa que se le da al término termina ocultando el hecho de que el reduccionismo no es un solo enfoque. Encontramos múltiples de formas de reduccionismo (Robinson, 1995), incluyendo a) reducción nominal, es decir una reducción a nivel de los nombres, b) reducción nomológica, es decir reducción al nivel de la explicación científica y c) reducción ontológica, es decir la reducción que se produce por eliminar las entidades inmateriales. De esta manera, la palabra “reduccionismo” no tiene un solo significado en psicología y debería especificarse el sentido con el cual es utilizada cada vez que lo sea.
Oxímoros
(41) Síntoma Observable. Este término confunde signos con síntomas. Los signos son las características observables de un desorden, los síntomas son las características no observables de un desorden que sólo pueden ser reportadas por el paciente (Kraft and Keeley, 2015). Los síntomas son por definición inobservables.
(45) Prueba Científica. Los conceptos de “prueba” y “confirmación” son incompatibles con la ciencia, la cual por naturaleza es provisional y sometida a correcciones constantemente (McComas, 1996). Así, es entendible porque Popper (1959) prefirió usar el término corroboración en lugar de confirmación, ya que todas las teorías pueden en principio ser revocadas por nueva evidencia. Tampoco la evidencia de las teorías científicas es dicotómica. Las teorías casi siempre varían en su grado de corroboración. Como consecuencia, de ninguna teoría en ciencia, incluyendo la ciencia psicológica, puede decirse que está estrictamente probada.
Pleonasmos
(46) Influencias Biológicas y Ambientales. Esta expresión implica que las influencias biológicas son necesariamente genéticas y no pueden ser ambientales. Sin embargo, las influencias ambientales abarcan todo lo exterior al organismo que afecta su conducta luego de su fertilización como cigoto. Como consecuencia, el ambiente no sólo incluye las influencias psicológicas sino también las influencias biológicas no genéticas tales como la nutrición, los virus y la exposición a toxinas. Por lo tanto la expresión es un pleonasmo parcial.
(47) Datos Empíricos. “Empírico” significa basado en la observación o la experiencia. Como consecuencia, con la posible excepción de la información derivada de fuentes como archivos, todos los “datos” en psicología son empíricos (¿cómo se vería un dato psicológico No empírico?). Parte de la confusión probablemente reside en la enorme confusión que hay entre “empírico” y “experimental” o “cuantitativo”. Los datos derivados de observaciones informales, tales como algunas impresiones realizadas durante una sesión de psicoterapia, también son empíricos.
“¿No estás pudiendo persuadir a otros sobre tu punto de vista? Usá el prefijo “neuro”; satisfacción garantizada o le devolvemos su dinero”
(48) Constructo Latente. Un constructo en psicología es un atributo hipotético de los individuos que no puede ser directamente observado, como la inteligencia, la extroversión o la esquizofrenia. Por lo tanto, todos los constructos son latentes. Las mismas consideraciones aplican al término “constructo hipotético”.
(50) Neurocognición. Muchos autores evocan el término “Neurocognición” para referirse a la cognición, especialmente cuando se la conceptualiza dentro un marco biológico. Sin embargo y debido a que toda cognición es necesariamente neural en algún nivel de análisis, el término cognición alcanza por sí solo. Para ser justos, “Neurocognición” es sólo uno de los tantos términos precedidos por el prefijo “neuro” que últimamente se ha vuelto tan popular, como neuroeducación, neuropolítica, neuropsicoanálisis, etc. Un psicólogo una vez dijo: “¿No estás pudiendo persuadir a otros sobre tu punto de vista? Usá el prefijo “neuro”; satisfacción garantizada o le devolvemos su dinero” (Laws, 2012).
Hasta aquí nuestra selección. Mi abuela solía decir “hablar bien no cuesta nada”. Estaba equivocada. Cuesta y mucho. Algunos sin embargo están dispuestos a dedicarse a la tarea. Estamos agradecidos por ello.
Referencias
Donovan, M. R., Glue, P., Kolluri, S., and Emir, B. (2010). Comparative efficacy of antidepressants in preventing relapse in anxiety disorders—a meta-analysis. J. Affect. Disord. 123, 9–16. doi: 10.1016/j.jad.2009.06.021
France, C. M., Lysaker, P. H., and Robinson, R. P. (2007). The “chemical imbalance” explanation for depression: origins, lay endorsement, and clinical implications. Prof. Psychol. Res. Practice 38, 411–420. doi: 10.1037/0735-7028.38.4.411
Deacon, B. J., and Baird, G. L. (2009). The chemical imbalance explanation of depression: reducing blame at what cost? J. Soc. Clin. Psychol. 28, 415–435. doi: 10.1521/jscp.2009.28.4.415
Wheeler, K. (2011). A relationship-based model for psychiatric nursing practice. Perspect. Psychiatr. Care 47, 151–159. doi: 10.1111/j.1744-6163.2010.00285.x
Akiki, T. (2014). The etiology of depression and the therapeutic implications. Glob. J. Med. Res. 13.
Shermer, M. (2015). “Hardwired permanent,” in This Idea Must Die, ed. J. Brockman (New York: Harper), 100–103.
Merzenich, M. M. (2013). Soft-Wired: How the New Science of Brain Plasticity Can Change Your Life. San Francisco, CA: Parnassus
Morse, S. (2011). Tax Compliance and the Love Molecule. Arizona State Law Journal.
Wong, E. (2012). One Molecule for Love, Morality, and Prosperity? Slate. Available at: http://www.slate.com/articles/health_and_science/medical_examiner/2012/07/oxytocin_is_not_a_love_drug_don_t_give_it_to_kids_with_autism_.html (access July 17, 2012).
Stix, G. (2014). Fact or Fiction? Oxytocin is the “Love Molecule.” Scientific American.
Kringelbach, M. L., and Berridge, K. C. (2010). The functional neuroanatomy of pleasure and happiness. Discov. Med. 9, 579–587.
Streiner, D. L. (2007). A short cut to rejection: how not to write the results section of a paper. Can. J. Psychiatry 52, 385–389.
Meehl, P. E. (1969). Nuisance Variables and the Expost Facto Design. Report No. PR-69-4. Minneapolis: Department of Psychiatry, University of Minnesota.
Cronbach, L. J., and Meehl, P. E. (1955). Construct validity in psychological tests. Psychol. Bull. 52, 281–302. doi: 10.1037/h0040957
McComas, W. F. (1996). Ten myths of science: reexamining what we think we know about the nature of science. Sch. Sci. Math. 96, 10–16. doi: 10.1111/j.1949-8594.1996.tb10205.x
Popper, K. R. (1959). The Logic of Scientific Discovery. London: Hutchinson.
Stanovich, K. E. (2012). How to Think Straight About Psychology. Boston, MA: Pearson Allyn and Bacon.
Miller, G. A. (1996). How we think about cognition, emotion, and biology in psychopathology. Psychophysiology 33, 615–628. doi: 10.1111/j.1469-8986.1996.tb02356.x
Wing, D. M. (1995). Transcending alcoholic denial. Image 27, 121–126. doi: 10.1111/j.1547-5069.1995.tb00834.x
Smith, M. (2015). Explaining Japan’s Feature Phone Fetish. Santa Clara, CA: Engadget.
Krueger, R. F., and Markon, K. E. (2006). Reinterpreting comorbidity: a model-based approach to understanding and classifying psychopathology. Ann. Rev. Clin. Psychol. 2, 111–133. doi: 10.1146/annurev.clinpsy.2.022305.095213
Lilienfeld, S. O., Waldman, I. D., and Israel, A. C. (1994). A critical examination of the use of the term and concept of comorbidity in psychopathology research. Clin. Psychol. 1, 71–83.
Blaney, P. H. (2015). “Medical model of mental disorders,” in Encyclopedia of Clinical Psychology, eds R. L. Cautin and S. O. Lilienfeld (New York: Wiley), 1767–1772.
Graham, G. (2013). The Disordered Mind: An Introduction to Philosophy of Mind and Mental Illness. New York: Routledge.
Robinson, D. N. (1995). The logic of reductionistic models. New Ideas Psychol. 13, 1–8. doi: 10.1016/0732-118X(94)E0032-W
Kraft, N. H., and Keeley, J. W. (2015). “Sign versus symptom,” in Encyclopedia of Clinical Psychology, eds R. L. Cautin and S. O. Lilienfeld (New York: John Wiley & Sons), 2635–2638.
McComas, W. F. (1996). Ten myths of science: reexamining what we think we know about the nature of science. Sch. Sci. Math. 96, 10–16. doi: 10.1111/j.1949-8594.1996.tb10205.x
Laws, K. R. (2012). Twitter Post. Available at: http://twitter.com/Keith_Laws/statuses/163218919449962496
—
Reseña publicada en Grupo ACT, una web especializada en la difusión y cursos de las Terapias de Tercera Generación y cedida a Psyciencia para su publicación.
psyciencia.com