«Un general lanza una orden de ataque. Grita: «¡Fuego!» y en pocos minutos ya no queda casi nada de lo que antes era una magnífica ciudad. Él mismo no ha hecho nada, solamente ha pronunciado una palabra, pero ¡cuánto poder estaba contenido en esta palabra! O bien un hombre o una mujer que os importa mucho, pero de quien aún no conocéis los verdaderos sentimientos, un día os dice estas simples palabras: « Te amo», ¡y de repente vuestra vida se ilumina! Sin embargo, nada ha cambiado. Pero todo ha cambiado. Toda la existencia está ahí para demostrar los poderes de la palabra.
¿Y por qué pensáis que la gente habla la mayor parte del tiempo? Para ejercer su poder. Entonces, aún cuando parece que dan explicaciones, informaciones, a menudo no lo hacen realmente para explicar o informar; cuando hablan o escriben, quieren ante todo producir ciertos efectos: ganarse aliados, provocar la cólera, el odio o bien adormecer la desconfianza. Y vosotros mismos, ¿con qué fin utilizáis la palabra?»
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La palabra es sin duda una poderosa fuerza, puede despertar envidia y odio, pero también amor.
Son los ojos los que nunca mienten.
«Los ojos se apartan avergonzados de lo que la boca miente»