«Para ayudar a los seres que amamos, nos creemos obligados a permanecer el mayor tiempo posible junto a ellos. Pero en realidad, sólo podemos ayudarles si nos esforzamos por elevar cada día nuestro propio nivel de conciencia. Esto se verifica particularmente en el campo de la educación. Los padres no educan realmente a sus hijos pensando continuamente en ellos y velando por ellos. Sólo los educarán si logran encontrar dentro de ellos mismos elementos de un mundo superior y transmitírselos con su actitud, con su ejemplo. Son estos elementos los que se imprimirán profundamente en el alma de sus hijos e influirán durante toda su vida.
Decirle a un niño: «Come… duerme… trabaja bien en clase… sé prudente… no frecuentes a cualquiera… etc.» es, sin lugar a dudas, muy útil, incluso indispensable, pero las órdenes y las prohibiciones no son alimentos para su alma y su espíritu. Y si los padres no alimentan el alma y el espíritu de sus hijos, que no se hagan ilusiones: ni los educan ni tampoco los protegen.»
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