- Nuestros sueños y anhelos creativos provienen de una fuente divina.
Mientras caminamos hacia nuestros sueños, caminamos hacia nuestra divinidad.En esta época, tendemos a hacer una lista de nuestros deseos para el próximo año. Como siempre, muchos de ellos quedarán en sanas intenciones (hacer gimnasia, bajar diez kilos, dejar de fumar) y otros serán repeticiones de anteriores que no concretamos nunca (soltar actitudes que nos dañan, ser más comprensivos, cambiar de trabajo, dejar una pareja). Pero… ¿qué son los deseos?
Ellos son el motor de la creación. Nos motivan y nos llevan en la dirección que el corazón nos marca. ¿Siempre? En una cultura que fomenta la adicción al consumismo, rara vez. En realidad, corremos detrás de los seductores estímulos de la publicidad, de la imitación de estilos de vida que creemos superiores, de cosas que nos distraigan del vacío, de impulsos inconcientes.
Vemos algo que nos falta y creemos que, a través de conseguirlo, nos sentiremos felices o bajaremos la frustración o seremos mejores. Una vez que lo obtenemos, nos tranquilizamos un rato, pero el “bichito” del deseo vuelve a picarnos y seguimos y seguimos y seguimos. No hay paz.
Hay una corriente espiritual que dice que el deseo es la razón del sufrimiento y es lo que hace posible esta ilusión colectiva. Se interpreta entonces que no hay que desear nada. Más bien se trata de observar cómo pensamos que algún logro, acto, persona, objeto, entorno, nos llevarán a la satisfacción permanente del Yo. Como el Yo (el Ego) es inexistente (una construcción de la mente), esto no sucederá jamás.
Cuando se habla de desapego, no implica que no queramos nada sino que no nos aferremos a las expectativas que tenemos sobre ese querer, que no seamos esclavos de los deseos. Tampoco significa reprimirlos o suprimirlos, porque así los incrementamos inconcientemente y luchamos contra nosotros mismos.
¿Nuestros deseos buscan la satisfacción del Ego? ¿Tienen que ver con inseguridades, baja autoestima, búsqueda de status social, reconocimiento de los demás, supresión de la angustia o los miedos, colmado de vacío existencial? Podemos dar por seguro que será inútil el meramente perseguirlos.
Nuestros deseos son derivados del Ser, del fluir de movimientos internos profundos que crean situaciones en el exterior? ¿Nos sentimos serenos y alegres al intencionarlos y concretarlos, sin apegarnos a los resultados? El agradecimiento y la conciencia nos acompañan en todo momento? Estamos encaminados.
Por supuesto, comprendo que puede sonar naif e imposible plantear esta posibilidad. Pero, finalmente, ¿no se trata de dirigirnos hacia un camino del alma en lugar de continuar ejerciéndonos sufrimientos innecesarios por ignorancia? Si nos planteamos un destino, ¿no nos resultará más fácil elegir las actitudes que armonicen con él en lugar de dejamos llevar de las narices por deseos egoicos o de otros?
Se trata de elecciones concientes en definitiva. Y no solamente en lindas listas de fin de año sino en continuos “aquí y ahoras”, en preguntarnos “¿esto me lleva a mi Ser?”, “¿esto está conectado con la aceptación y la creación en Todo Lo Que Es?”, “¿esto me permite abrirme a la abundancia, la gratitud, el amor, la expansión, la paz?”.
Seguramente, la mente ya está planteando: “muy lindo, pero ¿cómo lo hago en este maldito lugar, en donde me pagan miseria y estoy rodeado de gente insufrible?”. ¿Te planteaste porqué y para qué estás ahí? ¿Qué aspectos oscuros de ti te están reflejando ese espacio y esas personas? ¿Qué debes aprender y soltar para liberarte? ¿Qué responsabilidad tienes de poner un poco de Luz allí? ¿Crees que vibrando en esa negatividad atraerás algo mejor, que quejándote y enojándote te encontrarás? ¿No sabes que lo que consigas justamente allí te servirá para el resto de tu vida?
Es tu decisión. Una fundacional. Tus deseos crean tu mundo. O eres esclavo o eres libre. O te dejan en la ignorancia o te despiertan. O te acercan a la Luz o te dejan en la oscuridad. ¿Cuál eliges?