Una mujer embarazada estaba en mala condición: esta sufría de hipertensión pulmonar, la cual empeoraba a causa de su embarazo y se temia que sufriría de un fallo cardiaco. El hospital hizo lo que tenia que hacer, con la aprobación de la familia: aborto el feto de 11 semanas y la mujer ahora está a salvo. Esto es un procedimiento rutinario y no existe ningúna ambigüedad moral. O se salva la vida de la mujer o mueren ambos.
El problema recae en que el hospital donde se llevó a cabo este procedimiento era Católico y una de las personas que revisó el caso antes del aborto era una monja, la cual estuvo de acuerdo con que esto era lo correcto. Pero como es de esperarse con la Iglesia Católica, el obispo, Thomas Olmsted, excomunicó a la monja.
Dijo este al diario Arizona Republic:
«Estoy muy preocupado con el hecho de que se llevó a cabo un aborto hace varios meses en un hospital Católico de la diocesis. Me preocupa aún más lo que dijo el hospital de que la terminación de una vida humana era necesaria para tratar la condición de la madre.»
«Un niño no nacido no es una enfermedad. Mientras los profesionales médicos deben intentar de salvar la vida de una mujer embarazada, los métodos utilizados nunca deben considerar matar a un niño no nacido. El fín no justifica los medios.»
Consideren que esto fue dicho por un sacerdote, que se supone tenga piedad por la vida humana. Esto es un craso desprecio por la vida de esa mujer, especialmente hecho por un ignorante que no ha pisado una escuela de medicina en su vida. El permitir que esta mujer sufriera de un fallo cardiaco es una locura y una insensibilidad. Tanta falta de empatía me enfurece.
Es por esto que nos debemos oponer a clausulas que permiten que los doctores/enfermeras o profesionales se rehusen a llevar a cabo tratamientos por que contradicen sus creencias fantásticas.