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«De vez en cuando deteneos, cerrad los ojos, entrad en vosotros mismos y tratad de volver a encontrar el centro divino que es la fuente pura de la vida. Cuando los abráis de nuevo, os sentiréis sosegados.
Abrir y cerrar los ojos, ni siquiera podríamos contar cuántas veces por día hacemos estos movimientos, pero los hacemos inconscientemente y por eso no nos producen ningún beneficio. Así pues, ahí tenéis ahora un ejercicio que os será muy benéficioso si aprendéis a hacerlo conscientemente. Cerrad los ojos lentamente y mantenedlos cerrados durante un momento… Después abridlos de nuevo lentamente y estudiad los cambios que se producen en vosotros… Poco a poco, llegaréis a comprender cómo esta alternancia de abrir y cerrar los ojos tiene su correspondencia en la vida psíquica: abrir los ojos, es ir hacia el mundo exterior, la animación, la acción; cerrarlos, es volver hacia el centro de vuestro ser, que es paz y silencio. Cuando hayáis logrado alcanzar este centro en vosotros, sentiréis afluir unas corrientes que os aportarán el equilibrio, la armonía y la luz.»