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«Darse un abrazo, estrecharse la mano, besarse o toda otra manifestación de simpatía y de amistad que hacemos cuando nos encontramos, requiere que le prestemos una atención especial. Si no, es inútil y no sólo inútil sino perjudicial. Porque toda forma de negligencia en las relaciones humanas, tiene efectos negativos en el psiquismo de unos y otros.
Cuando se manifiestan signos externos de consideración o de afecto a alguien, sin poner en ellos el pensamiento y el corazón, sino simplemente porque hay que cumplir con las conveniencias sociales, esto arranca algo tanto a aquél que los da como al que los recibe. Este algo es imponderable, claro, pero lo esencial para nuestro gozo, para nuestro desarrollo, es siempre algo imponderable. Por eso una mirada, un segundo de silencio, una sonrisa en la que se expresa el alma, pueden aportar mucho más que una manifestación concreta e incluso que los regalos.»