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«Los humanos tienen un cierto aspecto físico que hace que se les reconozca como tales: ante ciertas formas físicas, uno no se puede equivocar. Pero interiormente, tienen la facultad de identificarse con todo lo que existe a su alrededor y eso es lo que hacen más o menos inconscientemente a lo largo de todo el día: algo en ellos no cesa, por mimetismo, de identificarse con lo que tocan, lo que ven o lo que oyen. Deben pues estar atentos.
Cada día debemos detenernos algunos instantes para preguntarnos con quién o con qué nos estamos identificando. Tarde o temprano nos convertimos en los seres y en las cosas con los que nos identificamos. Y Jesús que dijo: «Yo soy la luz del mundo», dijo también: «Vosotros sois la luz del mundo.» Debemos pues identificarnos con la luz para convertirnos un día realmente, en pura luz.»
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