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«Aquél que sienta la necesidad de trabajar para el bien de la humanidad que no se pregunte si va a tener éxito o si va a fracasar, porque esta pregunta introduce en él una indecisión, una duda que lo frena en su impulso. Debe trabajar, eso es todo. La historia de los pueblos nos enseña que no podemos juzgar el valor de los seres tomando como único criterio sus éxitos o sus fracasos. Aquéllos que triunfaron no son necesariamente los más grandes y los que fracasaron no son tampoco de menor elevación. Su ejemplo alimentó el impulso de una multitud de otros seres, fueron como una semilla, una levadura; un día, alcanzarán la meta y mejor aún de lo que esperaban.
Cada criatura viene a la tierra con una misión determinada y, a menudo, aquéllos a quienes se han encargado las misiones más grandiosas están destinados a fracasar, al menos en apariencia. Pero han preparado el terreno – y eso es lo más difícil – para otros que, beneficiándose de sus esfuerzos, triunfaran. Por eso los que obtienen los éxitos deben pensar con gratitud en todos los hombres y mujeres que, antes que ellos, trabajaron para que estos éxitos fuesen posibles. Estos hombres y estas mujeres hicieron sacrificios, a veces incluso fueron víctimas, pero puede que vuelvan en otra vida para recoger el fruto de su trabajo.»
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