http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-36644712
El chirriante sonido de las motos de baja cilindrada no ha parado de sonar por la Via Vicaria Vecchia de Nápoles. La mayoría de quienes las conducen apenas rozan la mayoría de edad.
Hace ya algunos años que un grupo de chiquillos -no muy distintos a estos que se ven ahora- frenaron en seco, comenzaron a disparar indiscriminadamente y acabaron con la vida de una niña de 14 años llamada Annalisa Durante, que había salido a dar un paseo con sus amigas.
Su padre, Giovanni Durante, regenta ahora una biblioteca en esta misma calle. No ha dejado de ver a los integrantes de las bandas que acabaron con la vida de su pequeña. Y aunque no ha logrado quitárselo de su cabeza, ha aprendido a vivir con ello.
«Ahora les damos libros a los chicos del barrio, hacemos obras de teatro, les damos una oportunidad a los que no encuentran un puesto de trabajo para que vengan a estudiar», señala. «Sólo con que den los buenos días, para mi ya es un triunfo», sostiene Giovanni.
Sin embargo, el número de jóvenes involucrados en la violencia no ha disminuido. Al contrario: ahora existe el fenómeno de los llamados «baby killers».
«Los Barbudos»
Annalisa Durante le pone rostro a las cerca de 180 víctimas inocentes que se calcula que han fallecido desde que comenzaron las sucesivas guerras de clanes en la década de los 80. Y ahora también da nombre al centro social en el que se ocupa su padre y a un colegio, adyacente, en el céntrico barrio de Forcella.
Ésta era una de las zonas que controlaba el llamado clan de los ‘Barbudos’, cuyo capo Raffaele Cepparulo fue asesinado hace pocas semanas.
El joven, de 25 años, se tatuaba en su cuerpo el nombre de sus amigos caídos y había impuesto un look dominado por una larga y desaliñada barba como símbolo de pertenencia a la pandilla.
En la emboscada murieron el jefe y un subalterno de 19 años, ajusticiados después de que los ‘Barbudos’ fueran señalados como los principales sospechosos de la muerte del padre y el hijo de una banda rival.
Su caso sirve de ejemplo al fenómeno viene desde comienzos del año pasado, el de los «baby killers», como se les conoce en la región. En 2015 se contaron 35 muertos en este tipo de enfrentamientos y desde junio hasta hoy se han producido otros tantos en toda la región de Campania, cuya capital es Nápoles.
El periodista Arnaldo Capezzuto es quien se encarga de actualizar este macabro balance en sus crónicas para el diario italiano Il Fatto Quotidiano. Y aunque pretenda esquivar este aspecto, la convivencia con esta realidad le ha llevado a ser amenazado de muerte por la Camorra.
«Lo que vemos ahora no es la clásica disputa entre los clanes, sino oleadas improvisadas de violencia, protagonizadas por una especie de guerrillas formadas por jóvenes que tienen entre 17 y 21 años», describe Capezzuto.
«La mayoría de los líderes han sido arrestados, por lo que sus lugartenientes, quienes estaban bajo su protección, se han transformado en capos de la noche a la mañana», añade.
A plena luz del día
En el último operativo de envergadura, en el que participaron 300 agentes de los Carabinieri, fueron arrestadas 90 personas.
Desde 2014, han sido detenidas más de 700 personas, según datos del Ministerio del Interior italiano. El gobierno envió además este año a un contingente extra de más de 200 soldados para vigilar las calles napolitanas, pero lejos de amedrentar a las bandas, las medidas del Estado sólo parecen hostigar a un animal herido.
Tradicionalmente los clanes controlan una parte del territorio, que en tiempos de paz suele ser respetado. Aunque no es la primera vez que surgen guerras de este tipo. En los 80 y 90 morían entre 100 y 200 personas al año, aunque los asesinatos se libraban generalmente en la periferia de Nápoles.
La novedad de este fenómeno es que los killers disparan a plena luz del día en el centro de una de las principales urbes de Italia.
«Su objetivo es conquistar pedazos de territorio, incluso callejuelas, por los que sus mayores no habrían entrado en esta disputa», prosigue el periodista. Según su relato, subyace además el objetivo de «horrorizar», ya que «no sólo se asesina, sino que se dispara repetidamente al rostro de las víctimas para suprimir incluso su identidad».
La camorra
La hegemonía de estas zonas otorga el control de la venta de drogas, el principal negocio de la Camorra. A diferencia de otras mafias, la custodia del territorio es mucho más estrecha. Y aunque sus redes se extienden al norte de Italia o al mercado de la droga que parte de América Latina y pasa por España, para ellos es fundamental la presencia física en toda la zona circundante a Nápoles.
Desde allí también manejan otros negocios como servicios de recogida de basuras u hospitales. También han sido acusados de liderar redes para amañar partidos de fútbol.
Con sus padres entre rejas, los ‘cachorros’ son ahora quienes se encargan de ello. Aunque en un país en el que el peso de la «mamma» como una figura beatífica es abrumador, incluso las mujeres han dado el salto a la primera línea.
En una de las últimas conversaciones interceptadas por los Carabinieri, Nunzia D’Amico, esposa de un capo detenido, manifestaba: «Externamente soy una mujer, pero por dentro me siento un hombre. Yo no soy el juguete de ninguno, ahora la Camorra la hacemos nosotras».
Poco después, fue asesinada por un grupo de jóvenes sicarios. Prueba inequívoca de que, efectivamente, también ellas son la mafia.