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««La vida es un sueño», es lo que han dicho poetas, filósofos y autores dramáticos. Y es verdad. Pero no es porque nuestra vida terrestre sea un sueño que debemos estar siempre soñando… o, más exactamente, fantasear, elucubrar, cómo sucede demasiado a menudo. Deseamos esto, deseamos aquello… pero estos ensueños ilusorios, inspirados únicamente por los caprichos, por el afán de complacencia y los placeres, no le son útiles a nadie y todavía menos a los que se abandonan a tales sueños.
No está prohibido soñar, e incluso debemos hacerlo, pero siempre que se trate de sueños conscientes e inspirados por la generosidad, sueños para el bien de todos los humanos. Todos somos capaces de crear con el pensamiento imágenes de un gran poder que pueden influir en el curso de las cosas. Así pues, ¿por qué no soñar que el mundo entero vivirá un día en el amor, la paz, la libertad y la alegría? Si muchos más hombres y mujeres soñaran a menudo estas cosas, contribuirían más rápidamente a su realización.»
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