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«Un ser humano considerado solamente desde el punto de vista físico, es o bien un hombre o bien una mujer y presenta en ambos casos unos caracteres precisos y de inmediato reconocibles.
Pero desde el punto de vista psíquico, es mucho más complejo, porque cada uno posee interiormente los dos principios masculino y femenino y no podemos reducir al hombre sólo al principio masculino ni a la mujer sólo al principio femenino. En la filosofía taoísta china, esta idea está representada por el símbolo del yin y del yang: la parte yin, negra, de la figura que representa el principio femenino, contiene un punto blanco, y la parte yang, blanca, que representa el principio masculino, contiene un punto negro para expresar que lo masculino contiene siempre una parte femenina y lo femenino contiene siempre también una parte masculina.
Los hombres y las mujeres no son dos principios abstractos, sino combinaciones vivientes de masculino y de femenino en unas proporciones desiguales y pueden cambiar de sexo de una a otra encarnación. En efecto, cada uno debe hacer la experiencia de las dos condiciones, para adquirir en plenitud las cualidades del principio masculino y las del principio femenino.»
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