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Para tomarle el pulso a la frontera entre Colombia y Venezuela, en el lado colombiano no hay mejor lugar que Cúcuta: la capital del departamento de Norte de Santander y la sexta ciudad más poblada del país, con entre 800.000 y 1 millón de habitantes.
Hasta agosto de 2015 los cucuteños estaban acostumbrados a que desde Venezuela entraran de contrabando productos y combustible baratos y a que los venezolanos alimentaran ciertos sectores comerciales.
También se preciaban de tener el más dinámico mercado de cambio de divisas de Colombia, por la compraventa de bolívares. Y los carboneros de Norte de Santander estaban acostumbrados a exportar a bajísimo costo a través del vecino país.
Pero, de un manotazo, el presidente venezolano Nicolás Maduro cambió todo el 19 de agosto de 2015.
Ese día Maduro decretó el cierre de la frontera de 2.200 kilómetros, argumentando que dejarla abierta implicaba un riesgo de seguridad por la presencia de lo que el llamó paramilitares colombianos, y para frenar el contrabando de productos básicos desde una Venezuela cada vez más golpeada por la escasez.
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Desde entonces, se redibujó el tablero de ganadores y perdedores en el lado colombiano de la frontera.
La inflación más alta de Colombia
El costo de exportar carbón se disparó en US$16 por tonelada, pues el recorrido hacia los puertos colombianos es más largo y el costo de transporte más alto.
Y aunque las ayudas del gobierno hicieron que ese incremento se redujera a US$9, según cifras del Observatorio Económico de la Cámara de Comercio de Cúcuta (CCC), la exportación de carbón térmico cayó de 120.000 toneladas mensuales a 66.000 y, en algún mes, a tan solo 4.000, informó Jaime Rodríguez, de la Asociación de Carboneros de Norte de Santander.
El empleo en el sector carbón cayó un 50%, a unos 2.500 trabajadores.
Y los cambistas, que vivían de la compraventa de pesos colombianos y bolívares,también vieron cómo se esfumaban los billetes.
«Las operaciones disminuyeron un 80%», le dijo a BBC Mundo Juan Fernando González, presidente de la asociación de cambistas de Cúcuta.
Las casas de cambio autorizadas pasaron de 320 a 40; se perdieron unos 300 puestos de trabajo formales en el sector.
La falta de llegada de venezolanos también impactó en el comercio y la hotelería de la ciudad.
Si antes de la decisión de Maduro los hoteles tenían un 45% de ocupación ahora tienen un 35%. Antes había un vuelo diario de Cúcuta a Panamá, casi totalmente lleno de Venezolanos, mientras que ahora hay dos a la semana. Y de los 13 vuelos diarios a Bogotá de Avianca quedan ocho.
Fundamentalmente, como pretendía Maduro, el cierre de la frontera frenó -aunque no del todo- el contrabando desde Venezuela de combustible, alimentos, artículos de limpieza y tocador y medicinas.
Y eso hizo que los precios se dispararon en Cúcuta, que pasó de ser la ciudad con la inflación más baja de Colombia a ser la que tiene la inflación más alta del país, de acuerdo con la CCC: el acumulado para junio de 2016 era ya de 6,83%.
Formalidad
La disparada de precios fue un reflejo de la formalización de segmentos claves de la economía: los cucuteños tuvieron que empezar a comprar productos colombianos sin subsidios y con impuestos.
Se desinfló el globo del lado de la informalidad y sintieron cómo se inflaba de su lado los supermercados, los productores de alimentos y las gasolineras.
Si hace poco más de un año un recorrido por Cúcuta era un paseo por calles salpicadas de interminables pimpinas (envases) naranjas y amarillas cargadas de combustible barato venezolano, hoy estas apenas se ven.
Además, el galón de contrabando es ahora unos 1.000 pesos (US$0,35) más caro que el de la estación de servicio, por el costo extra de cruzarlo de un lado a otro, aunque hay quienes lo siguen comprando porque es combustible de mejor calidad.
Álvaro Raad es el propietario de una de las 31 estaciones de servicio que hay en el área metropolitana de Cúcuta.
Antes de agosto de 2015 su estación vendía 130.000 galones al mes, ahora vende un promedio de 235.000.
Teme que al levantar el cierre de frontera se desplomen sus ventas: «Mi proyección si abren la frontera es que estaremos en entre 140.000 y 180.000 galones».
Y aunque las estaciones de servicio se beneficiaron, el cierre de a frontera también tuvo efectos negativos para la industria petrolera colombiana.
Al caer el combustible que cruza de contrabando, se duplicó el número de válvulas ilegales con las que se roban crudo colombiano de los oleoductos que pasan por la región y que tienen que ser desactivados por el Ejército.
Con ese crudo, en refinerías ilegales improvisadas se fabrica «pategrillo», un combustible artesanal que cuando sale de buena calidad se vende al interior del país para vehículos, y cuando no es tan bueno se envía a laboratorios para el procesamiento de hoja de coca para cocaína.
Carne de res, arroz
Los supermercados que venden productos colombianos también se vieron beneficiados por el cierre fronterizo.
Un gran supermercado que había dejado de operar volvió a abrir, otro multiplicó por cinco sus ventas diarias.
El rubro de alimentos en general registró una mejora.
«Las plantas autorizadas (que sólo pueden matar animales certificados colombianos) aumentaron su sacrificio en un 60% durante el cierre de la frontera», le dijo a BBC Mundo Andrés Hoyos, presidente del Comité de Ganaderos de Norte de Santander (Coganor).
Según cálculos de Coganor, antes del cierre del total de 90 toneladas de carne que se consumen en Cúcuta por día 70 podían estar llegando de contrabando desde Venezuela.
«En Cúcuta hay 12 empresas arroceras, pero el mercado más malo para nosotros era Cúcuta, porque todo venía de Venezuela», me dijo también José Luis Santos, de la arrocera Agua Clara.
Aunque la mayoría de su producción es para vender en la costa del Caribe colombiano, el cierre de la frontera les permitió ingresar al mercado local, una vez que dejó de conseguirse el arroz venezolano, con el que antes no podían competir: 1kg de ese arroz podía salir 700 pesos colombianos (menos de US$0,25), mientras su costo de producción era de 2.500 (US$0,85).
Y por eso a Santos le preocupa que se abra la frontera.
«Eso va a generar más facilidades para que el contrabandista intente traer arroz de allá», dijo.
Voluntad aperturista
A quienes ganaron con el cierre les da miedo que se levante la restricción impuesta por Maduro en agosto de 2015.
Pero en general en la ciudad la voluntad se vuelca más hacia la apertura.
«Aquí hay que volver a abrir la frontera del todo», dijo Carlos Luna, presidente de la Cámara de Comercio de Cúcuta.
«Eso va a reactivar el comercio, después de casi 11 meses de afectación», aseguró, en referencia al impacto que sintieron los locales de ropa y zapaterías, entre otros, acostumbrados a la clientela venezolana.
Seguridad
Al mismo tiempo, además del efecto sobre la economía, desde el gobierno colombiano han dicho que en estos 11 meses ha mejorado la seguridad en las zonas fronterizas.
De hecho, en las propias fuerzas de seguridad colombianas existe el temor -aunque no lo digan públicamente- de que la seguridad se les vaya de las manos en caso de haber una apertura de la frontera.
Los cucuteños tienen miedo a una especie de «invasión» desde Venezuela.
No obstante, el domingo pasado se dio una apertura excepcional de 14 horas que transcurrió en forma pacífica y mayormente ordenada: los 35.000 venezolanos que cruzaron fueron a hacer sus compras, visitar familiares y volvieron a salir.
Es más, generó un impacto positivo en la economía de la ciudad, con locales que incrementaron sus ventas un 190% respecto a domingos pasados, según Gladys Navarro, gerente de la Federación Nacional de Comerciantes en Cúcuta.
Carlos Luna de la Cámara de Comercio advierte, sin embargo, que el efecto puede ser diferente si el volumen de gente es mucho mayor: «Si se vienen 500.000 personas esto puede colapsar».
El gobierno colombiano promete controlar el tránsito de personas una vez abiertos los cruces fronterizos.
Y el Ministerio de Defensa asegura que ha implementado una estrategia para vigilar los pasos ilegales.
Pero son cientos y cientos de kilómetros de frontera, donde los cruces ilegales, las trochas, se reproducen con la velocidad de las ganancias que pueden obtener quienes los abren.
¿Apertura?
La frontera la cerró Venezuela, pero en el gobierno de Colombia insisten que la apertura tiene que ser de mutuo acuerdo y de forma coordinada.
Y que las cosas no pueden volver a como eran antes de agosto de 2015.
Dicen que es necesario implementar mayores controles de uno y otro lado.
En Cúcuta, de hecho, se habla de instancias de formalización y alternativas para que no se repita el estado de cosas previo al cierre.
Una propuesta es abrir una refinería en la región, para producir combustible a un costo menor, abastecer las estaciones de servicio locales y tratar de vencer la presión del contrabando.
Otros proponen regulación para los pimpineros (vendedores de combustible venezolano), como exigirles un precio mínimo de venta.
Y también mayores controles para evitar el contrabando de alimentos.
Por otro lado, César Torres, alcalde de la ciudad, dice que las circunstancias pueden ayudar a cambiar la cultura local: «Lo que yo quiero es que Cúcuta tenga otra mentalidad, independiente de Venezuela».
La prueba puede llegar en pocas semanas.
El 4 de agosto está prevista una reunión de las cancilleres de ambos países con el objetivo de poner una fecha para la apertura de la frontera.