Millones de pobres, parados, desesperados, jubilados con 450 euros de pensión y niños que pasan hambre los contemplaron.No olvides este insulto gravísimo, este despropósito en un país arruinado, querido pueblo. Lástima que al homenajeado (80 años) le quedan dos telediarios.
“Madrid no recuerda nada igual”. Una crónica de mediados del siglo pasado bien podría empezar con ese engolamiento y de inmediato llenarse de excelentísimos e ilustrísimos, cual era costumbre estilística a la sazón. Pero no es licencia ni arranque exagerado para describir, aun desde el mucho más austero y preciso periodismo de hoy, el modo en que Mario Vargas Llosa celebró anoche sus ochenta años con una cena de gala en el hotel Villa Magna. Ayer, el todo Madrid (y media América Latina; al menos, la mitad conservadora) se conjuró para cantarle cumpleaños feliz a Vargas Llosa, en una noche de tiros largos (no todos) y tantísimo ringorrango como no se había visto en la ciudad, quizá —y considerando el cambio de escala que suponen unos esponsales respecto a un aniversario— desde la boda de la hija de José María Aznar y Ana Botella en El Escorial, cuyos anfitriones, por cierto, estaban ayer en el Villa Magna.
Oficialmente, los organizadores de la velada (que iría escrita en letra gótica y con uve mayúscula de no ser porque es falta ortográfica y hablamos de la efeméride de un académico de la lengua) eran la Fundación Internacional para la Libertad y la cátedra Mario Vargas Llosa, pero las agencias de prensa ya especulaban horas antes de los fastos con la alta probabilidad de que la flamante pareja del premio Nobel, Isabel Preysler, fuera la verdadera wedding planner, por así decir, del acontecimiento. A los antedichos acompañaron, además de Álvaro Vargas Llosa, hijo del Nobel, celebridades de la vieja y nueva políticas como los expresidentes Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Felipe González, Sebastián Piñera o Esperanza Aguirre, junto a Albert Rivera, Pablo Casado, Rosa Díez, Andrés Herzog, Cayetana Álvarez de Toledo o los ministros José Manuel Soria y Manuel García-Margallo.
También, lógico, de la cultura, como el Nobel turco Orhan Pamuk, Álvaro Pombo, Enrique Krauze, Luis María Anson, Iñaki Gabilondo… La lista, que servirá para llenar páginas de las revistas de sociedad, completaría la columna, y la mayor parte de ellos se sumarán hoy al seminario que en su honor se celebra desde primera hora en Casa de América, inaugurado por el presidente Mariano Rajoy, y con la asistencia, además de los citados, de Fernando Savater, Javier Cercas, Carme Riera, Plinio Apuleyo Mendoza, Alonso Cueto y Mauricio Rojas, entre otros.
Hace unas semanas, Vargas Llosa reflexionaba sobre su novísima presencia en el papel couché: “Millones de seres en el mundo quieren ver a esos tipos felices, ricos, que viven muy bien, quieren ese tipo de material. Antes esa era la función de la novela; hoy, lo es de las revistas del corazón. Es un problema cultural muy serio de nuestro tiempo que tendríamos que enfrentar de una manera más creativa, responsable y seria”. Porque, pese a lo que alguno malicie viendo este desfile de alfombra roja –que hace salivar a sus detractores, claro–, al escritor no le complace la frivolidad: “No me gusta salir en las revistas, es sumamente incómodo, ya no puedo ni salir a tomar un café”. Asegura que lo hace por amor. Así que un respeto.