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-¿Somos la mayoría, no todos, obedientes y buenos con lo que los que ostentan la autoridad y hacen que el hecho voluntarioso se dirija a lo que el que se considera más laureado nos imponga en su mandato?-, pues parece ser que si, y el día a día lo demuestra con creces. -¿Se debe esto a que las personas racionales responden siempre a los incentivos?- pues parece ser que si. Si nos dicen los que consideramos aptos que lo que se va a realizar conlleva un matiz de provecho, que se va a hacer menos costoso nuestro deambular por el ciclo de la vida, pues posiblemente se nos persuade y se sigue el dictado. Si dentro de la capacidad de expresión hacia el hecho consecuente se nos alienta a su inicio y así se espera algún beneficio, sea material o sicológico, no digamos ya el espiritual que es el que sin querer hace que mucha gente se acabe destruyendo a si misma por la cantidad de adeptos ciegos que crea la religión mas absorbente, que alienta una salvación propia haciendo que otros no se salven; pues si, se comulga con la argumentación que el sobresaliente indica y se va o se hace lo que se «obliga».
-¿ Esto es un problema universal?- mas bien si. Siempre tras una larga búsqueda y muchas penosas incertidumbres, creemos hallar soluciones a nuestros problemas, cuando alguien o algo (carga iconográfica bien dirigida), sabe dirigir nuestras posturas lastradas de una fuerte carga emocional, podemos ser bastante quebrantables y calificar de falsos e irreales otros hechos innegables que contradicen en ese instante una explicación mas lógica, –¿hay racionalismo aquí?- poco muy poco, pero a veces -¿donde empieza y acaba lo verdaderamente racional?—. Cuando se retoca al gusto del acaudillamiento la realidad, se crean muchas repercusiones a nuestra verdadera adecuación a un mundo más real y lo que se puede llamar justo.
Muchas decisiones a posteriori se basan en construcciones mentales que a costa de haber sido inculcadas o ya «programadas» desde un inicio por un principio educativo, un relativo nivel cultural, estado de ánimo y un sinfín de variables, no se contestan de forma imparcial, objetivamente, sino por una serie de prejuicios que contaminan las respuestas. Tantas preguntas orientadas, que si se contestan por nosotros mejor, así se nos ahorra el tener que diferenciarlas, que a veces eso que parece tan fácil, en un entorno obligado o argumentado hacia un bien general, que no siendo esa la razón que se ofrecerá seguidamente, se presenta como algo propio y que justamente se adapta a unas necesidades fácilmente contrapuestas. La mayoría de las emparejaciones mentales hacia cosas por conseguir, nunca tienen nada que ver a muchas de las realidades a las que nos enfrentamos. Influye el éxito o el fracaso al que nos enfrentamos y el beneficio que se obtiene.
Obediencia, que es lo que se desea para un buen fin común. Técnica que no da problemas y así los que suben, hacen lo que quieren con los que no quieren subir, ya que se encuentran muy bien en sus estatus. Pero el que arriba está ha de hacer lo posible para que si no se obedece por un lado, se obedezca por otro. La red de telaraña, con el arácnido en el centro, que si te escapas por un lado te pegas por el otro. Creatividad y originalidad para escapar del centro. Nada mejor que una catarsis de las tensiones contraídas, tantos estímulos negativos y creencias frustradas; que sabiendo lo que ocurre (solo es concienciarlo), que todo es un pensamiento, todo ha de ser pensado, si se usan las mejores dotes del Artista, el espíritu se libera en algo más placentero, más propio. Así nunca meteremos la pata, son las «patas» las que se meten con nosotros.
Pertenecer por completo a la hora y el momento que se vive, con un genio propio que se concentre, renovarse sin cesar, sin prolongarse demasiado en una vida que sucede en series de actos. Actos con un propio dictado, sin que dicten demasiado los que saben cómo se comporta la mayoría, cuando con verborrea directa, sutil y envenenadora intentan el poder del dominio, hacia tanto ser que se deja tan fácilmente dominar.