RITUALES DEL 1 DE AGOSTO

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El por qué de los sahumerios del 1º de agosto

Hoy se sahumarán ambientes para seguir con una viejísima costumbre pagana, pero que ha adquirido gracias al espíritu sincretista de algunos grupos de raíz cristiana, variantes ligadas a la religión. El ritual se asocia al de la Pachamama y tiene la finalidad de «alejar las desgracias, la mala suerte y las enfermedades», pero también se relaciona con el inicio de un mes identificado con los problemas de salud, especialmente para los más ancianos.

El 1 de agosto es el día inicial y el más importante para los seguidores sudamericanos del culto a la Pachamama, quienes, para empezar la «corpachada», ceremonia en la que se alimenta a la tierra, prenden fuego y con las brazas sahúman el ambiente. A medida que se avanza en la ceremonia, se va pidiendo por bondades y dichas.
El mismo día, especialmente en el norte argentino, muchas personas sahúman sus casas de una manera similar. El ritual de esparcir humos fue heredado de los Incas y se transmitió de boca a boca durante generaciones en gran parte de América del Sur. Se trata de quemar elementos aromáticos y pasearse por todas las habitaciones. Según esta creencia pagana, el humo perfumado «limpia» de envidias y males el lugar por donde pasa.
En el viejo mundo, desde las civilizaciones de Babilonia y Egipto, los sahumerios siempre han acompañado también a los hombres, ya sea como medio para ofrendar a los dioses o como remedios curativos. Por asociación, se han utilizado como limpiadores de ambientes, tranquilizantes o «armonizadores».
Muchos bolivianos radicados en el noroeste argentino se han dedicado en la última semana a vender los denominados paquetes de «misterios». En el centro de la ciudad, y especialmente los alrededores del Mercado San Miguel, se instalan cada año vendedoras que ofrecen todo lo necesario para espantar a los malos espíritus. En los envoltorios que exponen, se mezclan sahumerios, amuletos y a veces papel picado que simboliza la alegría.
Hay diversidad de aromas, y cada uno se usa con una finalidad diferente. Es costumbre sahumar cada año todos los nuevos bienes materiales y a cada uno de los integrantes de la familia para librarlo de desgracias, especialmente los llamados «males de ojo».
Para la religión sincretista de los católicos, sahumar los hogares tiene un sentido de purificación espiritual. En un documento escrito por el sacerdote Fernando Bellock de la Parroquia San Alfonso, se describe el ritual para los católico romanos, despojado de sus elementos más claramente mágicos y brujeriles, y complementado con pasos de supuesta significación «cristiana».
Para hacerlo, los seguidores del obispo de roma deben tener en una mesa una Biblia, una imagen milagrosa o un crucifijo y un sahumerio con incienso. Para comenzar rezan «el pésame» y luego una persona oficia de guía y lee la Carta del Apóstol San Pablo a los cristianos de Efeso, que se refiere a la paz en el mundo, este extraño ritual confiere al «guía» un rol similar al de un chamán o mediador frente a espíritus demoníacos, con los cuáles «negocia» la protección del lugar o su salida del mismo.
Recién entonces se prende el sahumerio con incienso y se pide a Dios una bendición para el hogar. Se recorren en procesión todos los lugares de la casa con la imagen o crucifijo a la cabecera, deteniéndose en cada habitación para rezar un Ave María. Luego se expresan las intenciones personales y familiares por las que se realiza la ceremonia y se reza el credo para finalizar.
Todas estas prácticas confunden a muchas personas y permiten la adopción de rituales y prácticas netamente satánicas entre personas que dicen ser cristianas, la Palabra revelada de Dios y la enseñanza de Jesús no considera para nada este tipo de rituales espectaculares, todo lo contrario, enfatizan la sencillez y la privacidad de la oración.
El sahumerio sólo sirve para invocar espíritus malignos, para «negociar o pactar» con ellos algún asunto, pero nunca para comunicarse con Dios, el Señor ha establecido clarame

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La Pachamama, o Madre Tierra, es la diosa femenina de la tierra y la fertilidad, una divinidad agrícola benigna concebida como la madre que nutre, protege y sustenta a los seres humanos. En la tradición incaica es la deidad de la agricultura comunal, fundamento de toda civilización y el Estado Andino. Es la más popular de las creencias mitológicas del ámbito incaico que aún sobrevive con fuerza en las provincias del noroeste argentino.
El 1° de agosto es cuando se alimenta a la Pachamama, para lo cual se entierra una olla de barro con comida cocida, junto a hojas de coca, alcohol, vino, cigarros y chicha, entre otras cosas. También es costumbre que los festejantes usen cordones blancos y negros –atados en los tobillos, muñecas y cuello- confeccionados con lana de llama hilada hacia la izquierda.

La divinidad Pachamama representa a la Tierra, pero no solo el suelo o la tierra geológica, así como tampoco solo la naturaleza; es todo ello en su conjunto. No está localizada en un lugar específico, pero se concentra en ciertos lugares como manantiales, vertientes, o apacheta. Pero es una deidad inmediata y cotidiana, que actúa directamente y por presencia, y con la cual se dialoga permanentemente, ya sea pidiéndosele sustento o disculpándose por alguna falta cometida en contra de la tierra y todo lo que nos provee.

No es una divinidad creadora sino protectora y proveedora; cobija a los hombres, posibilita la vida y favorece la fecundidad y la fertilidad. A cambio de esta ayuda y protección, el pastor de la Puna Meridional está obligado a ofrendar a la Pacha parte de lo que recibe, no sólo en los momentos y sitios predeterminados para el ritual sino, particularmente, en todos los acontecimientos culturalmente significativos, configurándose así una suerte de reciprocidad. Sin embargo se la considera asimismo con una faz negativa: la Pachamama tiene hambre frecuente y si no se la nutre con las ofrendas o si casualmente se la ofende, ella provoca enfermedades.

El ritual central a la Pachamama es la challa o pago (tributo). Se la realiza el primer día del mes de agosto, durante todo el mes, y en muchos lugares también el primer viernes de cada mes. También se realizan ceremonias a la Pachamama en ocasiones especiales, como al partir de viaje o al pasar por una apacheta. Según Mario Rabey y Rodolfo Merlino, antropólogos argentinos que han estudiado la cultura andina desde la décadas de 1970 a la de 1990, «el ritual más importante es el challaco». Challaco es una deformación de los vocablos quechua «ch»allay» y «ch»allakuy», que se refieren a la acción de rociar insistentemente; en el lenguaje corriente de los campesinos del sur de los Andes Centrales, la palabra «challar» se usa como sinónimo de «dar de comer y beber a la tierra». El challaco, tal como se practica en la zona, abarca una compleja serie de pasos rituales que comienzan en las viviendas familiares la noche de la víspera, durante la cual se cocina una comida especial, la tijtincha, y que culminan en un ojo de agua o la toma de una acequia donde se realiza el ritual principal a la Pachamama, con una serie de ofrendas que incluyen comida, bebida, hojas de coca y cigarros».

La religión centrada en la Pachamama se practica en la actualidad en forma paralela al cristianismo, al punto tal que muchas familias son simultáneamente cristianas y pachamamistas. En Perú la Pachamama es identificada con la Virgen de la Candelaria.

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